Detesto la pose, porque fui posero. Sí, allá por el año 2002 cuando el punk era la gloria y los conciertos del centro de Lima el cielo. Todavía llevaba pantalón corto ese año, aun no fumábamos y entre todos los deportes preferíamos el futbol. Entre pogo, tragos baratos y patadas, descubrí ese mundo soñador, caleta y contestatario, violento a veces y “distinto”, lejano a esa Lima frívola y very nice que aparecía congelada en las maquetas de los museos o en las fotos de los libros de historia Santillana que nos obligaban a comprar en el colegio. Las calles idénticas del centro histórico, los pasillos del siempre prostibulario jirón calloma y el bulevar de la cultura – en ese entonces solo proveedor de posters y discos de dalevuelta- fueron el escenario de mi primer par de vueltas por la realidad. La pose era repudiada a todo color, y de todas las maneras posibles. Los muchachos oían la música en parlantes improvisados, sujetos al edificio verde dinosaurio del cual se decía; “vivían los terrucos, los locos” y que hasta ahora se yergue en el corazón de calloma. La pose venía de todas partes, (el concepto de pose era- es- otorgado a todo aquel que resulte primerizo y guachafo, y que intenta, a como dé lugar formar parte de un mundo que según “los verdaderos punk” no le pertenece) muchachitos inexpertos y furtivos, colegiales en su mayoría, ávidos de aventuras, capaces de hacer de todo con tal de ser aceptados en esos grupos organizados hasta hoy en las famosas “comunas”. Ser punk era toda una odisea, había que ganarse un sitio, resolver una personalidad, sacarla a flote. Los rituales de iniciación iban desde protagonizar los peores destrozos, correr desnudo por la calle (mismo jackass) aventarse del escenario al pogo, hasta protagonizar una espeluznante borrachera borra nombre. Una vez aceptado, el nuevo pankeke se encargaría de señalar al nuevo posero, instruirlo, iniciarlo y enseñarle ese mundo nuevo y grandioso que él mismo- a la vuelta de la esquina- acaba de conocer. A pesar de que los muchachos punk propugnan una libertad absoluta, yo que he estado allí en medio de ese fuego y visto desde adentro sus entrañas, me pregunto: ¿Es verdadera y absoluta esa libertad? O ¿Es dirigida por un líder, un “Jaguar” que busca cimentar y expandir una ideología personal? ¿Son las comunas una especie de refugio para no darle cara a la soledad? Sea como fuese, todavía existen los conciertos, las pulseras adornadas con púas, los discos y polos de dalevuelta, el mítico edificio verde dinosaurio de calloma. Pero los sueños siguen allí, creciendo como la espuma y la noche, emancipando voces que se enfrentan al nihilismo y proponen cambios, caminos, oponiéndose a quienes difuminan senderos, golpeando corazones, destrozando un pueblo ya destrozado por la pobreza, el desencanto, con una rebeldía que si bien es cierto se ve, no sirve para nada.
POR: ROBERTO BERMUDEZ .
3 comentarios:
Entoces, ¿cual es la verdadera rebeldía? Muy buena tu memoria. Se ve que MVLL te influye mucho.
Deno
paltea todo este texto
de la ptm, escuché esto escuchando dalevuelta - inocencia. chevere men, me gustó!
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