Charly García -casi con 60 años, con dos maniquís, una tacita encima del piano, peluconazo - en Lima. Crónica media lírica por
Matías Aznar
No
sé que significa todo esto.
Capto
que estoy viviendo un momento importante, lo sé, me lo dice Charly en el
escenario cantando Canción de dos x tres. ¿Y cómo es que llegué aquí? yo que
andaba caminando de la mano de una muchacha estrellada y sin un puto centavo en
el bolsillo, como es que me arremolino a la chata de ron de 4 soles que
compramos por 50 soles y me estrujo ante la voz punzocortante tan poética
y pura. Demasiado todo para ser cierto.
Por
una vez en mi vida prefiero no rebobinar, sino liquidarme. Me quedo, me empujo,
chupo más ron. Y siento la noche en los bolsillos que ya no tengo, en la ceja
que no esta encima de mis ojos, me hago parte de ese cuajo que grita “no se
va, no se va, Charly no se va” y el genio regresa y, sentado, nos dice “Hubo un tiempo en que fui hermoso y fui libre
de verdad…” No sé que hace esté pucho entre los dedos, ya no soy el
que fuma, todo esto es un trance, cuando miro al cielo recuerdo que estoy vivo
y que, muy cerca, tanto que puedo ver dibujados sus dos patitas de cucaracha, tan
delgadas, y su cabello inmensamente ondulado. Y ahora sí quiero volverme más
loco...
Fumo.
Deprisa y me quemo los dedos. Empezamos a saltar, somos ojos,
respiración, ganas de vivir. Y sí nos besamos es para sentir la música de
siempre, corroborar esta fuerza, esa que va colándose de nuevo, esa que
nos embriaga, esa influencia.
Hice
cola un buen rato para orinar. Luego me acomode dentro del minúsculo circulito
que armamos para escucharte sin interferencias. Olía a hierba, a nada, a
eso que llaman eternidad. Me volvieron las ganas de mear, pero ya era
imposible: se intuía que no tardabas en salir, que pronto, que pronto, y tras.
Todo se oscurece, en el centro una pantalla empieza a proyectar las tapas de
tus discos, de tus bandas -Sui Generis, Seru Giran- tu hoja de vida, y todo
esto pegoteado en el pelo de una muchacha inmensa.
Es
cuando atraviesas el escenario y saludas a Lima, con un buenas
noches -ya sin drogas ni excesos- pero con esa locura de siempre. Me
aguante la pichi los diez primeros temas. Salté como una lombriz de
tierra a punto de morir. Y fue cuando dijiste, ya vuelvo, les dejo
un vídeo de Dalí. Regreso del baño. Y vuelves al ataqué. No me cubro,
me dejo golpear, pegar abajo, demoler. Mi forma de bailar es esta, la digo mientras
tomas una tacita y limpias la noche de las teclas del piano. Todo. Nada. Dices:
quizá esta sea la canción que más me gusto componer... No sé que signifique
esto, digo, supongo que debe ser importante, prefiero mezclarme y
nadar, fluir, no ser otro, sino nada. Y es cuando sueltas:
No tengo nada que
hacer
no tengo nada que dar
no encuentro la gracia en mi manera
de hablar
no quiero volver nunca más.
Todos podemos perder, todos podemos
ganar
entre las sogas del circo y las
trincheras del mal
yo quiero olvidarme de hablar.
Las pálidas figuras se acercaron
hasta mí.
Mi mente tuvo dudas y fingí que ya
las ví.
Ya no quiero vivir así
repitiendo las agonías del
pasado
con los hermanos de mi niñez
es muy duro sobrevivir
aunque el tiempo ya los ha vuelto
desconfiados.
Tenemos algo para decir
no es la misma canción de 2 x 3
las cosas ya no son como las vez.
Esa
noche regresamos tarde. No tanto como para escabullirnos de la moral y de las reglas
y asaltarnos lentamente. Esta es mi forma de ir contra el sistema, me dijiste y luego un beso.
En tus ojos se arremolina todavía la noche. Y Say no
More.
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