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lunes, julio 02, 2012

La noche que tocaste canción de dos x tres


Charly García -casi con 60 años, con dos maniquís, una tacita encima del piano, peluconazo - en Lima. Crónica media lírica por

 Matías Aznar






No sé que significa todo esto.

Capto que estoy viviendo un momento importante, lo sé, me lo dice Charly en el escenario cantando Canción de dos x tres. ¿Y cómo es que llegué aquí? yo que andaba caminando de la mano de una muchacha estrellada y sin un puto centavo en el bolsillo, como es que me arremolino a la chata de ron de 4 soles que compramos por 50 soles y me estrujo ante la voz punzocortante  tan poética y pura. Demasiado todo para ser cierto. 

Por una vez en mi vida prefiero no rebobinar, sino liquidarme. Me quedo, me empujo, chupo más ron. Y siento la noche en los bolsillos que ya no tengo, en la ceja que no esta encima de mis ojos, me hago parte de ese cuajo que grita “no se va, no se va, Charly no se va” y el genio regresa y, sentado, nos dice “Hubo un tiempo en que fui hermoso y fui libre de verdad…” No sé que hace esté pucho entre los dedos, ya no soy el que fuma, todo esto es un trance, cuando miro al cielo recuerdo que estoy vivo y que, muy cerca, tanto que puedo ver dibujados sus dos patitas de cucaracha, tan delgadas, y su cabello inmensamente ondulado. Y ahora sí quiero volverme más loco... 

Fumo. Deprisa y me quemo los dedos.  Empezamos a saltar, somos ojos, respiración, ganas de vivir.  Y sí nos besamos es para sentir la música de siempre, corroborar esta fuerza, esa que va colándose de nuevo, esa que nos embriaga, esa influencia.

Hice cola un buen rato para orinar. Luego me acomode dentro del minúsculo circulito que armamos para escucharte sin interferencias.  Olía a hierba, a nada, a eso que llaman eternidad. Me volvieron las ganas de mear, pero ya era imposible: se intuía que no tardabas en salir, que pronto, que pronto, y tras. Todo se oscurece, en el centro una pantalla empieza a proyectar las tapas de tus discos, de tus bandas -Sui Generis, Seru Giran- tu hoja de vida, y todo esto pegoteado en el pelo de una muchacha inmensa. 

Es cuando atraviesas el escenario y saludas a Lima, con un buenas noches  -ya sin drogas ni excesos- pero con esa locura de siempre. Me aguante la pichi los diez primeros temas. Salté como una lombriz de tierra a punto de morir. Y fue cuando dijiste, ya vuelvo, les dejo un vídeo de Dalí. Regreso del baño. Y vuelves al ataqué. No me cubro, me dejo golpear, pegar abajo, demoler. Mi forma de bailar es esta, la digo mientras tomas una tacita y limpias la noche de las teclas del piano. Todo. Nada. Dices: quizá esta sea la canción que más me gusto componer... No sé que signifique esto, digo, supongo que debe ser importante, prefiero mezclarme y nadar, fluir, no ser otro, sino nada. Y es cuando sueltas:

 No tengo nada que hacer 
no tengo nada que dar 
no encuentro la gracia en mi manera de hablar 
no quiero volver nunca más. 
Todos podemos perder, todos podemos ganar 
entre las sogas del circo y las trincheras del mal 
yo quiero olvidarme de hablar. 
Las pálidas figuras se acercaron hasta mí. 
Mi mente tuvo dudas y fingí que ya las ví. 
Ya no quiero vivir así 
repitiendo las agonías del pasado 
con los hermanos de mi niñez 
es muy duro sobrevivir 
aunque el tiempo ya los ha vuelto desconfiados. 
Tenemos algo para decir 
no es la misma canción de 2 x 3 
las cosas ya no son como las vez.

Esa noche regresamos tarde. No tanto como para escabullirnos de la moral y de las reglas y asaltarnos lentamente. Esta es mi forma de ir contra el sistema, me dijiste y luego un beso. 

En tus ojos se arremolina todavía la noche. Y Say no More. 



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