"A mi me gusta este lugar"
Un niño de 5 años
Cuando me preguntan a qué me dedico, pienso en todas las respuestas posibles, pero sobre todo en la de poeta. Poeta o escritor, no son lo mismo. De hecho el poeta escribe, pero no es poeta porque escribe, es poeta porque siente. Y sentir no es sentir nada más. Es sentir de una manera distinta o sentir de todas las maneras posibles.
En la literatura peruana hay pocos poetas. Por fortuna la gran mayoría de ellos escriben muy bien. La gran mayoría de los poetas, los que sienten. (Otra cosa son los narradores. Otra cosa son los poetas y narradores.) Hablemos exclusivamente de los poetas. Eso sí, no pretendo hablar de los poetas literarios. Son poquísimos y no vale la pena hablar de ellos hoy.
He venido a hablar de los poetas que terminaron rezagados. No diré olvidados, pues para esto se requiere haber sido recordado. Para ser olvidado primero deben ser recordados, tomados en cuenta. Estos poetas simplemente no existieron. NN. Sus vidas no circularon en ninguna antología de Oviedo o de Vigil. Mucho menos dieron saltitos de alegría al ver su primer libro publicado. Probablemente algunos de ellos, no tuvieron la necesidad de leer. Eso sí, vivieron e hicieron de su vida, su obra. O sea no elaboraron una formula de catarsis para afianzar sus sentimientos en los demás, tan sólo dejaron que su experiencia termine por abrazar a los corazones más afligidos de su época.
Un poeta, a mi entender, se determina a sí mismo. A diferencia del narrador, el poeta no puede hallarse como poeta. Él está predestinado, ha sido escogido —o condenado— para emprender aquel viaje vital. Hacer de su aliento poético un poema, es otra labor de la que todavía se puede sacudir. Pero siempre termina sucumbiendo a su destino de poeta. Los poetas son las personas más infelices de la tierra, y a la vez son las que buscas con mayor desesperación la felicidad. Saben de antemano que su lucha es insensata, pero abordan la búsqueda porque comprenden que a su alrededor, todos esperan verlos libres y contentos. En está desesperación en la que caen y se recogen continuamente, en ese incesante hallazgo, es donde radican el sentido de su existencia. O de su poesía.
Si es que Dios existe, ha decidido arrojar al mundo a la mayor cantidad de poetas, como en una insinuación hacía la vida. Retándola directamente. No lanzó poemas, tal vez, pero sí hartos poetas. Lo raro de todo esto es que la gran mayoría de ellos no se encuentran, felizmente, metidos en literatura.
En mi familia tenemos cinco o seis poetas. Quizá siete. Ninguno de ellos se reconoce como tal. Hay quien no cruzan, siquiera, los 3 años. Hay quienes abandonaron el colegio y nunca han leído un solo libro en sus vidas. Hay también quien, a pesar de todo, sigue haciendo de su vida algo más que un gran poema. No me malinterpreten no me refiero a inmolarse imitando a Baudelaire o a Bukowski. No. Al poeta la vida lo escoge, el que no ha sido elegido por más que intente batirse en las pataletas más infrahumanas, no podrá serlo. Por lo general, los poetas, los verdaderos poetas, terminan siendo indiferentes con su vida. La que creen injusta y casual. Pero terminan afrontándola.
Omar Livano
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