Quizá, hoy, algún muchacho decidió ser poeta. Lo que se le viene no es tarea fácil. Tampoco seamos trágicos: no importa mucho si no lo consigue. Eso, probablemente, no le importe al mundo. Aunque él, como todos los que así empiezan, puede pensar lo contrario.
Los años de vida que carga en sus bolsillos son irremplazables, únicos y determinantes, capaces de fulminar, en un par de segundos, la vida de un mamut. Y para ese río que nace, para toda esa sensibilidad que desborda y se vierte, para esa poderosa –aunque corta– experiencia, existe ya un cauce, un camino prefabricado. Camino cargado de amenazas letales que por desgracia aún perduran en mi generación. Es una lástima: han pasado 42 años y las cosas no han cambiado demasiado. Así que… a tener cuidado. No lo digo con voz experimentada o paternalista, y menos con alardes de místico mesiánico. Sólo admito —con resignación— que por el momento esta situación no ha de cambiar. Sin embargo, eso no significa que deba quedarme callado.
Esta realidad todavía no la comprende el poeta bisoño, sencillamente porque es difícil que alguien se lo explique y siempre es más fácil computarse poeta, tener la pose —cualquier pose— antes que pensar poesía. Ser poeta no sólo en el Perú sino en cualquier lugar del mundo, en verdad en verdad hablando, es una tarea complicada. Hace falta, por sobre todo, escribir unos cuantos poemas respetables, lo demás es la historia, la actitud. Suena sencillo, pero es complejo. Suena corto, pero es una vida entera. Suena intrascendente, y puede ser cierto, pero existe la posibilidad de cambiar el mundo, o los cinco minutos de un hombre, que equivalen —de alguna manera— a un mundo.
Por el contrario, elaborarse la máscara, como ya lo he dicho, no toma mucho tiempo. Es un camino fácil que el muchacho debe evadir a toda costa.
Le anticipo que sobre sus primeros poemas caerá la pesada influencia de un canon hiperatornillado a la literatura que conoció en su colegio y estirado hasta la boca de los catedráticos más infames y más universitarios que se conozcan. Por si fuera poco, sentirá la mano torcida de una crítica contemplativa y argollera, que obliga a las editoriales a seguir imprimiendo, todos los años, lo mismo, con distintos autores y en un peor papel.
El muchacho también conocerá, conversará, degustará algunos tragos, en los bares más frecuentados de Lima, con poetas de conocimiento superfluo, vanidades infladas y poquísima —incluso nula— poesía. Y no faltará mucho para que sus lecturas deambulen alrededor de los 60’s y 70’s y estos sujetos (del Queirollo, del Zela, etc) termínenle siendo despreciables, tontos, egoístas, patanes, soberbios, exhibicionistas, etc.
El camino es, entonces, la segunda etapa de los 60’s y la de los 70’s. De estos debe nutrirse el muchacho, para elaborar o intentar esbozar un nuevo intento de poesía vital y autóctona. Si es que lo desea. Entonces descubre Hora Zero, se entusiasma y se va de cara. ¿Qué pasó?, se preguntará el joven poeta en algunos poemas; incluso escribirá decenas de manifiestos a su desamor, a las nuevas causas y no entenderá nada. Es una pena: Hora Zero es un zombi que no pudo democratizar la cultura, y terminó por subirse —debe ser porque la vejez no permite caminar— al mismo coche que tanto repudió en una primera etapa. El poeta más entrado en años comprende y se encuentra con la tremenda dificultad de publicar. Se engaña y se siente bueno, cuando sólo es regular, y eso es decir mucho. Las editoriales —o imprentas— sólo exigen un requisito: dinero. El estado está ausente. Vargas Llosa gana el Nobel y Tajo es una mancha de chistosos. La Literatura, en general, no es más que un gasto tonto y superficial. Es triste, y es la peor de las mentiras: pero es.
Ahora que los tiempos han cambiado y que la calle tiene nuevos olores, y se extiende, como el lenguaje, como las formas, como las sensibilidades, por todos los rincones de este país (y del mundo); ahora que eso “está sucediendo” hace falta que más jóvenes, dispuestos a dejarse engullir por poesía, asuman con o sin banderas una nueva posición. Creer -y es momento de creerlo bien- que la poesía no salvará al mundo, pero a pesar de su reducido papel es una labor noble que demanda tiempo —toda una vida, incluso— solamente para acuñar un verso bueno, útil o innovador.
El poeta finalmente se dará cuenta y tendrá que aprender a ser poeta con las dos manos: “Con una escribe y con la otra se sostiene”.
6 comentarios:
Hola Omar,
si tú intención es buscar un intento poético "vitalista", ¿qué haces quejándote de lo que hay alrededor tuyo?
(Cuando me refiero "alrededor tuyo" quiero decir: mundillo literario, academicismos, eso.)
En el prólogo que hemos publicado los C.A.C.A. Editores, hemos intentado reflejar que hay un grupo de gente joven, los llamamos, en parte, "generación pionono" porque son gente se mira al ombligo y sus lamentos solo escandalizan a la abuelita del siglo pasado.
Creo que la mirada tiene que ser crítica, como parece ser el fondo de tu texto, pero tiene que ser más amplia y evitar caer siempre en los lugares comunes.
Jorge
por el hecho de ser vital uno no puede quejarse de lo que hay alrededor? decir eso sería muy ingenuo.
Por ahora.. solo eso puede comentarse sobre lo que dices, Jorge, ya que..por infinita vez! lanzas adjetivos y algunos carteles sin pruebas ni sustento. Como eso de una "mirada mas amplia" y "los lugares comunes". Eso cualquiera puede decir de cualquier texto.
Hola Antonio,
para quejarse, así como lo llamas, no tienes que ser nada. Todos lo hacen. La idea es crítico con argumentos, con algún planteamiento. Lo de "vitalista" es un chiste, no?
Por otra parte, cuál adjetivo he lanzado?
Creo que si Omar pretende ser crítico, como parece ser el fondo de su texto, debería de tener una mirada más amplia, dejar de repetir lo mismo que siempre (o hacerlo mejor). Todo eso es caer en los insoportables lugares comunes.
Jorge
Mi carnal Jorge, antes que nada un saludo desde Cuernaranch, Morelos, México, cáiganle pa' acá cuando quieran echarse un pulque. Entiendo a qué te refieres y doy por hecho que Omar también. Hemos tenido charlas respecto de esta visión algo romanticona que hay de proto del -un- poeta aunque ser plenamente posmo o slamero o lo que sea no necesariamente es una ruptura, sino, todo, incluyendo la visión romanticona, variación. Pues bien, este uso de lugares comunes se extiende a algo que omites en tu crítica y es la relación directa del texto con Tajo por lo tanto, omites la nostalgia -Harta!- que hay en el texto creada de una forma estética (esta escritura planita, tenue) y, por lo tanto, no puedes limitarlo a una visión "crítica" que no pretende tener. En realiad, es un -recordaré mis críticas de esos tiempos- bonito texto. Me hace sentir, antes que otra cosa, nostalgia y me recuerda mis primeros conectes con la literatura peruana. De alguna forma, quizá, no eres el lector ideal; digamos que es más íntimo. Es esta visión de algunos de nosotros cuando, por ejemplo, Sabines nos asombró a los 16 o ver El lado oscuro del corazón... Bueno, por ahora seguimos podridos, pero a veces uno sí aplica aquella de "cualquiera tiempo pasado..." jajajaja. Mientras sigo con un porrito. Que descansen.
J. Andrés Herrera
Hola Andrés,
qué tal? Cuando me invites a México, te caigo en one. Avisa nomá. Respecto al texto: yo creo que esas visiones romanticonas ya perdieron validez; quiero decir: no emocionan a nadie. En el mejor de los casos: habría que revalidarlas, reinventarlas, etcétera, porque así, tal como está planteado, a mí me suenan insoportables. No quiero decir que hay que dejar de perder el amor en las cosas sino reinventarlo. Eso, claro, sin obviar la crítica. Sólo se critica lo que se ama. Ya que lo citas, Sabines es un buen ejemplo. Incluso en esos versos dulzones suyos hay algo de rebelión.
Fuertes abrazos, Andrés. Guárdame un poco de "golden acapulco" pa cuando nos veamos.
Jorge
No había leído esto. Cáele a México cuando quieras, carnal. Vénganse todos.
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