Todos en algún momento tenemos la urgencia de contar nuestras vivencias, las de nuestros vecinos, lo que le pasó a fulano, a mengano, de relacionar nuestros pensamientos con lo que percibimos, de sumergirnos en la elocuencia de la imaginación y por qué no, saltar de la rústica rutina hacia los diferentes niveles de la ficción. Todos los que nos consideramos de esta especie: andamos por las calles, vamos y venimos del colegio, de la universidad, del trabajo, encendemos cigarrillos, miramos las mismas calatas de los diarios, nos enamoramos, nos chotean, pagamos la luz y el agua, vamos al estadio (estamos contentos por que haya vuelto el Boys a la primera), leemos 300 páginas diarias de lo que sea para parecer intelectuales. En fin, nuestra vida no tiene mucho de distinto en líneas generales. Sin embargo, hay quienes viven de otra manera dentro de este gran e incómodo overol que tiene cocido a la altura de la nuca su funesta marca: intrascendencia .Overol que mortifica el cuerpo y el espíritu de este hombre “moderno”. Overol que a fin de mes te paga el sueldo con que darás de comer a tus hijos, hijos que crecen sanos y fuertes, hijos que no ves más que dormidos, hijos de la tierra, no por lo mundanos que son, sino porque terminarán matándose pronto, ¿por qué? ¡Porque no conocen a su padre huevón! Overol que te pone el 15 que querías para que te den un título que no va a servir de nada allá afuera. Aquí comienza la ruptura (que no es un escape sino todo lo contrario) y se establecen las bases de las diferencias. Hay quiénes viven comprometidos con vivir la misma vida, la del gasfitero, la del profesor, la del médico, la misma vida: no haciendo nada distinto sino valorando lo cotidiano, lo común en su estado de perpetuidad.
Hombres de carne y hueso que tienen la misma sensibilidad que todos tenemos, gente que trata de ver la belleza en todas partes: oyendo un disco de jazz, uno de cumbia, gente que admira las luces del semáforo y suspira al ver como cambian los colores, como el rojo se torna ámbar, para terminar irremediablemente siendo verde y entonces … ¡OH, el mundo avanza! Gente que no hace alarde de nada, gente que escribe y lee a hurtadillas y no te tira de la camisa y te dice: ¡oye, oye! yo estudio literatura en San Marcos, en Villareal, en La Católica…Gente que prefiere hablar de comida, de fútbol de lo que se vive en la calle, quienes andan por las avenidas más ruidosas en pleno mediodía, renegando como tú y como yo del trafico caótico de Lima, de ésta situación de las que todos somos socios, camaradas y cómplices.
En fin, personas que no hemos escrito libros pero que soñamos con ello: no para vender, ni para que nos lean- sino- para alegrar a los amigos, juntarlos. Entonces empezamos a parir el júbilo gestado en cada línea, en cada anécdota evocada, cuando te tomas un vaso de pisco con ellos y te das cuenta que eres más feliz ahora que sentado frente a una caja inerte que te anda dejando ciego(porque ya nadie escribe a máquina). Allí queda desnuda precisamente la intrascendencia del que escribe para que lo vean, y también allí ronda la dicha del que escribe y ahoga sus mejores páginas en una sonrisa, pide permiso con un gesto a sus hermanos, va hacia la barra, hincha el pecho y sopla la vida: ¡mozo otra ronda de pisco y que siga la fiesta!
Roberto Bermudez
2 comentarios:
Gente que no hace alarde de nada, gente que escribe y lee a hurtadillas y no te tira de la camisa y te dice: ¡oye oye¡ yo estudio literatura en san marcos en villareal en La católica…Gente que prefiere hablar de comida, de fútbol de lo que se vive en la calle, quienes andan por las avenidas más ruidosas en pleno mediodía, renegando como tu y como yo del trafico caótico de lima, de esta situación de las que todos somos socios camaradas y cómplices.
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con esa parte me identifico, me gusta mucho, buena roberto hay que hacer que esto trascienda, con la ayuda de todos...
Y además…
Personas tan simples y complicadas, enamorados y enamoradas, de tu enamorada, o de tu enamorado, (sauuuuu) con todo esas ganas de… de… de…de que nos sientan, solo eso.
Que puedan al fin sentirse, al sentirnos.
Abramos brechas man; somos ese TAJO que abre y sangra, que hace que lo sientas y que lo divulgues, que lo contagies a los demás con esa necesidad imperante de… de… de…Nuestra IMPERTUBABILIDAD.
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