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sábado, diciembre 31, 2011
martes, diciembre 27, 2011
lunes, diciembre 26, 2011
Tajo...tajodida la navidad
A las 7 de la
mañana me levanto y veo el calendario: 24 de Diciembre. ¡Falta 17 horas para
que sea navidad! Miro por la ventana: no hay hombres de nieve, ni niños súper
abrigados, ni mucho menos trineos jalados por perros árticos. No estoy en el
polo norte ni cerca de él (digamos Canadá o Connecticut) , estoy en Perú y hace
calor. Me pregunto, ¿Por qué michi comemos chocolate caliente en Navidad? ¿Por
qué carajo algunas tiendas comerciales adornan sus estantes con muñequitos de
nieve, renos gays y papanoeles con sobrepeso? Tantas preguntas para esta
sociedad excéntrica. Lo único que comprendo es que la navidad aquí, muy a pesar
de ser un feriado para destrozar tus finanzas, es diferente. Hay algo de peruano en este feriado invadido
por el consumismo.
Bueno empecemos
por partes. La navidad nos viene del cristianismo. Supuestamente el 25 de
diciembre nació el niño Jesús (fecha debatible ya que Jesús pudo haber nacido
entre setiembre y octubre, según los expertos...no, no voy a citarlos. No se
preocupen). Los testigos de Jehová afirman que esta festividad es satánica y
que en realidad estamos celebrando una fiesta pagana, heredara de los
pervertidos romanos. Se equivocan, la navidad no es pagana, es mucho peor, es
consumista. En navidad, ya sea en Gringolandia como en Perulandia, veo padres
desesperados comprando regalos a último momento. Madres que jalan a la fuerza a
sus niños malcriados, que lloran porque no les compraron un Play Station 3. Y
cómo toda sociedad moderna, siempre un niño pobre y desnutrido les hará
recordar, a esos niños insolentes, que hay cosas peores que no obtener el
último sistema de videojuegos.
Pero igual, tal
vez por un momento la madre reflexionará sobre la desigualdad en el mundo, pero
se le pasará al ratito. La magia del pavo recién horneado, el panetón con
bromato y el chocolate caliente (en verano, qué huachafada) le reanimará su
espíritu alicaído y se olvidará de qué el mundo está jodido.
Ya sé, ya sé. Soy
un pesimista. No toda la navidad ha sido corrupta por el consumismo. Hay
ciertas particularidades que diferencian las navidades por países.
Bueno, aunque ya
me burlé de los renos gays y de la nieve inexistente, me parece fascinante
todos estos adornitos que nosotros, los peruanos, pegamos en nuestras casas. Como aquí la
mayoría de los hogares están juntos, estos adornos (madeinchina) forman un
conjunto interesante de luces y musiquita que desincronizadamente parpadean. En
la noche es mucho mejor. Como no hace un frío de mierda, puedo contemplar las
luces sin temor a morirme congelado. Por asociación, estas lucecitas me hacen
recordar de los arboles de plástico que adornan las salas. ¿Desde cuando
tenemos pinos en Lima? ¿Dónde los cortan? ¿Quién carajo los siembra? ¡Ajá! ¿Si
estamos en verano no sería mejor poner una palmerita? Ya está ¡un árbol de la
quina para demostrar nuestro patriotismo! Creo que ya ni siquiera las familias
peruanas ponen un nacimiento. Pucha,
cada día las navidades peruanas son más gringas.
Sin embargo, hay
una cualidad que diferencia las navidades peruanas de las gringas. Es el amor
enfermo que tenemos por los cohetes. A las 11 y 45 ya los niños
hiperactivos(seguro mucho bromato) empiezan a reventar las sartas, las
calaveras y los silbadores. Un amigo me dice que a él le gustaría reventar un
misil, agarrarse fuertemente a él y en el aire reventar. Claro, con un
paracaídas. ¿Y yo? Yo salgo como un perro que ha estado encerrado por cinco
años y empiezo a reventar mis queridas calaveras. Prendo uno y me voy corriendo
como una loca. ¡Bang! ¡Qué felicidad! Luego otro más. Lo enciendo y nuevamente
corro. ¡Bang! mis ojitos se emocionan y ya quieren llorar. ¡Es que no he
reventado un cohete en navidad en cinco años! ¿Qué quieran que haga? Pero lo
mejor fue ver el cielo limeño iluminarse por la alegría de los limeños. Fueron
como 15 minutos de luces multicolores. Parecía peor que talibán en fiesta
patronal.
Sí. La navidad
es una fecha rara para mí. Está el consumismo, los niños pobres y la
huachafería peruana. Pero también está esa alegría explosiva. Yo creo que de
niño no me importaba mucho los regalos, lo que me moría por hacer era acabarme
todo mi armamento recién adquirido en mesa redonda.
Gimel Zayin
Gimel Zayin
jueves, diciembre 22, 2011
Todos los jóvenes tristes y literarios
Buscando información sobre la novela "Todos los jovenes tristes y literarios"
del escritor Gessen me doy con la sorpresa de esté estupendo articulo -mitad
articulo,mitad manifiesto "anti-plasticididad de los tiempos modernos" de
Un libro para tener en cuenta!
A mí me suele ocurrir en los pasillos del intercambiador de Plaza Catalunya, en Barcelona, y es más intenso en una de las salidas donde lo único que hay es suelo y anuncios publicitarios. De repente, sin darte cuenta, lo que te rodea se vuelve irreal y te vuelves visionariamente consciente de que todo tu imperio, todo lo que adoras, está hecho de plástico. Tu rutina está hecha de plástico. Es como estar dentro de un videojuego de los Sims: todo es falso. Puedes elegir la silla que quieras para decorar tu casa, pero sólo puedes escoger entre dos sillas. En realidad, andamos perdidos en un Universo que huele a PVC.
Me he leído la primera novela de Keith Gessen, Todos los jóvenes tristes y literarios (2009). Me daba miedo, por las reseñas que había leído, porque quería ser yo la primera en escribir una novela sobre los jóvenes de nuestra generación (y tenía título y todo) y pensaba que ya se me habían adelantado. Pero, ni mucho menos; en realidad he descubierto que el tema tiene miga para rato.
Esta novela se lee rápido porque además tiene dibujos y fotografías. Es la historia de tres personajes que viven en Nueva York, tres jóvenes inteligentes, con carrera, que viven dentro de la corriente cultural más moderna. ¿Y cuál es el problema? Que se aburren, que están hastiados, desorientados y perdidos, perdidísimos. Se dedican a beber sin mesura, porque la abstinencia está mal vista. Sus relaciones personales son penosas y superficiales. Sus romances parecen bromas de mal gusto, con un miedo irracional a cualquier cosa parecida al compromiso, porque comprometerse significa renunciar a los cambios, y ellos no quieren vivir sin cambios, no podrían soportar que las cosas se quedaran como están. Toman decisiones dudosas y se pasan toda la novela preguntándose qué será lo que se espera de ellos, cuando nadie está mínimamente orgulloso de sus vidas, y se limitan a asentir con desinterés.
Qué será lo que se espera de nosotros, me pregunto.
Buscando más sobre esto, acabé en brazos de una obra de terrorismo literario llamada 13,99 euros (2000), de Frédérick Beigbeder, que trata de la más o menos verídica historia de un joven publicista que odia la publicidad y el sistema consumista occidental.
Entonces comprendí que en el fondo de este armario se esconde la conspiración menos oculta de la historia: que todo nuestro imperio de plástico se desmoronaría si no tuviéramos la ansiosa necesidad de comprar y obtener bienes para sentirnos mejor. Y en parte, ese es el problema de nuestra generación. Nos han vendido el cuento de que debemos ser felices y estar contentos porque nosotros no hemos pasado por las penurias de nuestros antepasados. No debemos quejarnos: lo tenemos todo, y más aún, hasta hace bien poco, teníamos la posibilidad de tenerlo todo, todo lo imaginable, todo lo que quisiéramos. Podíamos escoger la silla que quisiéramos entre las dos que nos ofrecían. Y no se dan cuenta de que ese es nuestro problema: que solamente poseemos cosas, y aparte de eso, no tenemos nada más. No tenemos valores, no tenemos moral, no tenemos espiritualidad ni motivación. Pero tenemos una casa, un televisor de plasma, un iPod y un coche nuevecito y potente. Tenemos un montón de ropa en el armario, y decenas de pares de zapatos para combinar, pero no tenemos futuro. No debería importar, nos dicen, mientras tengamos un trabajo que nos dé dinero para comprar más cosas.
Aparte de eso, no se puede hacer nada interesante sin dinero en el bolsillo. Y toda nuestra vida, todas nuestras horas de trabajo, año tras año, acaban convertidas en un gran imperio hecho de objetos de plástico.
No me extraña que los protagonistas de Todos los jóvenes tristes y literarios estén tristes y literarios, sobre todo porque casi todos aspiran a ganarse la vida con la Literatura mientras el mundo de sus precursores les dice que eso no son más que pamplinas. Tienen títulos universitarios que no sirven para casi nada, y por eso deberían ser mejores personas, pero como no tienen dinero, no valen nada. Si tuvieran dinero y una gran carrera universitaria, deberían (deberíamos) ser felices, pero no lo somos, y debe ser porque la vida está hecha de más cosas de las que se pueden comprar, aunque nadie se lo crea.
Quienes intentamos ver las cosas de otra manera (y eso lo sé por experiencia) llevamos las de perder, y perdemos todo el rato. En mundo no está hecho para los inconformistas, aunque eso creo que ya lo advirtió Pablo de Tarso una vez.
Tal vez mi punto de vista esté hoy afectado por mi desencanto general, como si hubiera estado comiendo plástico y tuviera ingestión. Mi generación anda perdida, perdidísima. Y sin embargo, yo me niego a unirme a la legión de asqueados. No pertenezco a vuestra misma especie. Andaré como todos, caída, dolorida, desilusionada a ratos, preguntándome de vez en cuando qué clase de futuro oscuro nos espera, pero aún así, no estaré perdida. Todo lo que merece la pena ser salvado de mí tiene una copia de seguridad.
No te alegres de mi suerte, enemiga mía; si he caído, me levantaré, si estoy en tinieblas, el Señor es mi luz (Miqueas 7:8). O como dice una canción de Coldplay: just because I´m losing doesn´t mean I´m lost… Que esté perdiendo no significa que esté perdido.
martes, diciembre 20, 2011
Instrucciones para besar insomnio durante el mujeres
Instrucciones para besar insomnio durante el mujeres
Entiéndase que cada
mujer es un mundo distinto. Cada par de labios es una combinación irrepetible.
Ninguna mujer puede tener la misma forma o contextura de labios. Así que cada
beso es un acto improvisado, que se vuelve a improvisar dependiendo de los labios,
y que se vuelve a reimprovisar dependiendo de la mujer a besar. Pero cuando hay
insomnio, no importa nada esta cursilería. Bese; aunque se calme o se
predisponga al coito, terminará usted durmiendo como Baudelaire un fin de
semana.
El lector puede considerar
ciertas pautas basadas en experiencias personales, literarias, oníricas,
orgásmicas. Todas heterosexuales. El mismo lector sabrá que las instrucciones
no se tomarán como mandatos, sino como planes de emergencia.
1. Límpiese las legañas.
A menos que padezca de insomnio diurno, cite a la mujer en las horas más
entradas de la noche, cuando las nubes estén pintadas de color cabello peruano.
El ambiente será más despejado y, sobre todo, el sudor no recorrerá su frente.
2. Busque el
acompañamiento de la luna. No porque las energías cósmicas contribuyan al
estímulo carnal, sino porque los rayos lunares disfrazan cualquier imperfección
cutánea.
3. Sitúese a dos pasos
de la mujer, como si fueran a besarse de puntillas. Éste es un recurso válido
en caso de que se perciba alguna tufarada insoportable. Aunque también le
permitirá saber quién se acerca más a quién, si usted a la mujer o la mujer a
usted. Así podrá darse cuenta de quién está más interesado en compartir saliva.
4. Mírela de frente a
los ojos. Si ella le corresponde, luche. Enfrente sus ojos contra los de ella
hasta forzarla a parpadear. Entonces, usted dispondrá de doscientas ochenta y
seis milésimas de segundo para verificar si ella usa o no rímel, extensiones de
pestañas o algún artificio estético desmesurado que a simple vista pasa
desapercibido. De ser así, huya en el acto: si la mujer se ha tomado todo ese
trabajo cosmético es porque busca una relación duradera. Si usted también busca
eso, quédese, quiérala y luego pídale prestadas las pestañas para su propio
uso.
5. No le vea los labios
hasta que la bese. Por lo general, las mujeres tienden a poner muecas ridículas
al momento de recibir un ósculo. Si usted no quiere verle los labios en forma
de volcán en erupción o de bomba Hiroshima o de pista limeña, cierre con fuerza
los ojos. En este caso, no se preocupe por si se mancha con pintalabios. Las
mujeres que se pintan los labios en una cita corta esconden ciertos fines
sexuales o efímeros. Nada mejor.
6. Dientes adentro con
la lengua atrincherada entre ellos. Un golpe seco de dentaduras sería muy
ingrato y altisonante, al igual que un roce inicial de lenguas no hará más que
atraparlas y morderlas con los dientes. Será tan doloroso que hasta el llorón
de Werther se reirá de usted con grandilocuencia.
7. Si va a respirar,
disimule. Un beso no tiene por qué ser una caldead disputa por el oxígeno,
además de un molesto resoplido continuo en el maxilar superior. Entiéndase
también que el invierno ya duerme bajo la sábana, y que las secreciones nasales
resbalan con facilidad, como si quisieran encontrarse unas con otras. Pero ésa
no es la finalidad.
8. Que las pasiones no
se conviertan en salivas. Un beso tampoco es un enjuague bucal. Recuerde que su
acompañante ya se cepilló los dientes. Que su lengua no vuelva a hacerlo. Pero
si ambos deciden inundarse de saliva, mande por un tubo este texto y bese lo
más ensalivadamente posible. Si hay consenso, ya no entra a tallar la
asquerosidad ni el morbo ni cualquier convención humana.
9. No es de mal gusto abrir
los ojos durante un beso. No lo tome como un rompimiento de la privacidad, sino
como una escapatoria a esa ceguera temporal que es el ósculo.
10. Durante el beso, la
mujer deja de ser un par de mejillas suaves, un cuello salado, un par de senos
duros, una cintura digna de calibrar, un par de nalgas acorazonadas. La mujer
pasa a estar conformada sólo por esas dos almohadillas rosáceas donde bien
usted podría dormir y curarse del insomnio si no fuera porque luego empiezan a
morderlo, a juguetear e inventar toda laya de artilugios para pedirle más
participación en el acto.
11. Si el beso fue tan
interesante o adictivo como Sólo para fumadores o un libro escrito por Bryce
Echenique estando sobrio, no deje ir a la mujer tan fácilmente, saque una nueva
cita con ella y conozca su “consultorio”. Si el beso fue tan asombroso como un
follero de Coelho o de Camilo Cruz, despídase en seguida y sin beso de
despedida, y piense en los cincos minutos que acaba de perder besando a una
mujer de labios insípidos. Piense que hubiera sido más grato y excitante
besarse el lado opuesto del codo o besar la perilla de la puerta. Recrimínese e
impóngase como castigo una semana completa dedicada al análisis exhaustivo de
los mamotretos de Osvaldo Cattone o de los cuentos de García Márquez antes de
los 25 años.
12. Por último, fúmese
un Marlboro (si puede, un Gauloise o sino un Hamilton) y luego tómese tres
pastillas para dormir. ¿Acaso creyó que el beso la va a curar el insomnio? Al
contrario, el beso intensificará su vigilia; pero, eso sí, servirá para
contrarrestar el poderosos efecto de las tres pastillas para dormir. ¿Y por qué
tres? La primera pastilla lo adormecerá por unas nimias dos horas y después
usted despertará con más insomnio que al comienzo. La segunda lo laxará por
unas cuatro horas más y luego vendrá la misma molestia. Sin embargo, con la
tercera pastilla (efecto tripartita) usted no se despertará sino hasta la hora
de dormir del día siguiente. Entonces se repetirá el dilema. Así que un beso
bastará para mermar el efecto tripartita, con lo cual usted dormirá desde las
típicas 7 horas recomendadas por Varguitas hasta las 10 ó 12 horas recomendadas
por Bukowski.
Por Joy Godoy
ALIZÉ
Alizé. No
olvidar la tilde, sino no sería Alizé, sino Alize. ¡Y no! Dejarla sin esa
tilde, es dejarla sin su sombrero bombín, entonces ya no sería Alizé
felicidades, sino Alize sin sombrero, embaucada, robada y violada. Si, señores,
Alizé dice que Lima la viola. Yo siempre le digo: No, Alizé, ¡Lima es una
fiesta! Y ella me repite, no no Consuelo, Lima me viola, es muy canalla, y
aunque yo parezco una punky aguerrida y mala, porque sí, yo soy mala, pero
también soy mujer, dice Alizé. Yo entrego sueños, yo regalo poesía al caminar,
y toda esta sensibilidad solo me sirve para ser golpeada. Ay de mí. Consuelo,
¿Vallejo era un llorón emo, no? Entonces yo ofendidísima por el Señor de los
húmeros muertos, y las bancas donde se sienta a verse solo, la empujo, le quito
el sombrero bombín y corremos, y salimos y reímos a emborrachar la ciudad.
Porque somos jóvenes, y aún, a pesar de todo, somos libres.
Fue un día así
que corriendo, ella tropezó con un joven, ella pensó que era un poste y como es
contreras no quiso que el poste la tome por sorpresa y solita se abalanzo sobre
él, pero no, no era un poste, era un chico muy delgado con una gabardina que le
cubría hasta los pies y como Alizé es miope y otra vez, la misma chiquilla que
nos quiere joder a todos, dándonos la contra, se volvió a joder, por no querer
ponerse los lentes. Y se abalanzo y así fue como perdió la vida. No, el hombre
no la mato por el empujón ni por el susto, el joven la enamoro y ella se murió
de tanto amor.
Narrare esta
historia, siendo breve y maquiavélica, para que sienta cada palabra, para que
le duela seguir leyendo.
Ella cayó al
piso, el voltio asustado, la vio sentada,
tratando de verle el rostro, entonces el dándose cuenta de su falta de
claridad, le cedió sus lentes, que oh sorpresa, eran de la misma medida. Ella
se los puso y entonces era él quien mientras se presentaban ponía cara de topo
ciego, Alizé no resistió más y le devolvió los lentes y así cada cinco minutos
ambos eran víctimas de una extrema cortesía
y bochornos – de parte de Alizé – por el intercambio ya tan jocoso de
los lentes, mientras transitaban por una calle de la que no importa el nombre,
cuando se transita flotando i sin lentes para ver el nombre por donde se flota
tan bien i tan ligero.
Anduvieron,
anduvieron y bebieron. Y se amaron, y ambos se dijeron: Esta noche es nuestra
noche. No todos los días me disfrazo de poste i ella contesto no todos los días
soy tan ciega.
por Consuelo Solís
lunes, diciembre 19, 2011
Una entrevista esquizofrénica
El escritor Gimel Zayin se alucina que lo están entrevistando. Pobrecito, no sabe que todo está en su mente.
Gimel Zayin
¿Por qué escribes?
Desde que empecé a escribir mis
primeros cuentos y poemas, en mi deseo de motivarme, he leído todo lo que los escritores consagrados han dicho sobre el arte de escribir y los razones para
hacerlo. Desde compromisos sociales hasta caprichos del alma, los escritores
siempre han tenido un motivo para volcar sus experiencias, sus ideas y sus
miedos en un papel, mandarlo a un publicista y esperar que sus libros sean
devorados por ávidos lectores. Sea cual sea el porqué, un escritor siempre
espera tener lectores; no importa si apenas son unos cuantos. Es una simbiosis.
Una relación intrínseca que motiva al escritor a seguir creando buen arte e
incentiva al lector a seguir leyendo buena literatura. Así lo creo yo, aunque
muchas veces el escritor no escribe buena literatura y el lector simplemente se
conforma con lo sensacionalista. Mi
objetivo es simple: Escribir buenas novelas, ser leído y vivir de ello. En
otras palabras: ser un escritor profesional.
¿Cómo lograrlo?
Un paso importante para aprender al
difícil arte de escribir literatura y luego profesionalizarse es leer, leer y
leer. Y no solamente novelas (en mi caso), sino que también es fundamental un
eclecticismo, poemarios, dramas, libros
de cocina, textos científicos, ensayos políticos, hasta los avisos publicitarios.
Todo lo que promueva la imaginación es bueno para el escritor. Otro paso, por
consecuencia, es escribir constantemente para mantener el brazo caliente (como
recomienda Gabriel García Márquez). Pero entre leer (teoría) y escribir
(práctica), dos acciones relativamente simples, hay una “burocracia” que
condiciona al escritor en su profesión. El estado de animo, el contexto social,
el hambre, el amor, la indignación, la pereza, la desidia, la apatía, las
buenas intenciones, la sed de justicia, etc., son elementos condicionantes que
el escritor debe superar y/o asimilar. Y aun así, después de superar todos
estos obstáculos, el éxito no está
asegurado.
Entonces, ¿Por qué sigues escribiendo literatura?
¿Es un arte frívolo dedicado sólo a las clases acomodadas? ¿Puede reflejar la sociedad? ¿Ser un discurso
donde se aprecie la experiencia humana? ¿Puede cambiar a la sociedad?
¿Mejorarla?
La repuesta más optimista que se me ocurre es
que la literatura puede cambiar la sociedad y la más pesimista, que en estos
tiempos contemporáneos la literatura se ha vuelto un mero negocio, un producto
de consumo masivo.
Pero yo tengo otra
respuesta: la literatura es vanidosa y comprometida al mismo tiempo. Vanidosa
porque el escritor desea, aunque muchas veces se niegue, a vivir de lo que
escribe, a ser alabado por la crítica y a ser admirado por el público lector.
El escritor desea, muy en el fondo de su corazón, reconocimiento y, bueno, un
poquitín de fama. Sin embargo, la literatura ayuda a formar conciencia, a
desenmascarar la injusticia, a generar cambios sociales. No en grandes escalas
como una revolución, pero sigilosamente, poco a poco, ayuda al lector a
descubrir una realidad distinta, diferente de la que se promueve en los burdos
programas de televisión o en los amordazados noticieros.
¿Existe buena literatura?
La buena
literatura no te va a dar la receta mágica para ser feliz para siempre ni te va
a arrullar para que duermas libre de culpa. La buena literatura aturde. Te da
un buen derechazo para que rebotes en la fría realidad. Ridiculiza todos tus
miedos y prejuicios. Y si te hace soñar, no te dopa porque después viene el
duro despertar.
Saludos
a nombre de la collera TAJO le mandamos saludos al poeta
Esa es amigo
Y
Y
Así se hace
Saludos
aqui paginas para leer algunos de sus poemas:http://poetassigloveintiuno.blogspot.com/2011/08/4529-martin-rodriguez-gaona.html
http://losvalientesandansolos.blogspot.com/2011/12/martin-rodriguez-gaona-3-poemas-de.html
http://www.circulolateral.com/revista/revista/articulos/124_poesia.htm
http://ernestogarcialopez.blogspot.com/2011/06/poe-diversidad-martin-rodriguez-gaona.html
sábado, diciembre 17, 2011
La Literatura Vital
La Literatura está en los libros y en
la vida, pero sobre todo nace de ésta y es su principal sentido. Vivir =
trascender. Trascender no es ni será jamás, en su verdadero sentido, lograr que
tu nombre se acuñe a la posteridad. Trascender es amar y amar es embestir,
saltar, pelear y revivir cien veces en medio de millones de muertes
diarias. Hay un mundo dentro de nosotros
y uno fuera, ambos se desangran mientras las palabras atienden a un plano más
superficial.
En palabras de J.
Pimentel—"escribir grandes poemas"— estaba el corazón abierto a los
que más lo necesitan y a respirar, a no pasarse este camino de horas contadas,
señores, dormidos. Lean Ave Soul y entenderán de lo que hablo.
Debemos rescatar al ser humano de la
frivolidad que le rodea y que suda todo él. Rescatar al hombre de estos moldes
tan bien embadurnados que hemos creado y en los cuales existimos
aletargados—pienso en Matrix, pero no
una Matrix holliwoodense—.
Dos cosas nos abren los ojos: la
educación y el amor. La diferencia es que la primera sólo nos hace tomar
consciencia, nos hace mirarnos en el espejo llenos de máscaras, de trajes, y
muy distintos a lo que nuestra naturaleza aspira en desesperada lucha. Muy
distintos, con demasiada ropa y carca, respecto a como nacimos. Pero el amor
es, justamente, desde que nacemos, nuestro primer sentimiento, y, finalmente,
nuestra única espada y escudo en este mundo.
La educación la tenemos muchos, pero
no nos garantiza nada. Piensen en tantos hombres de saco y corbata cuya
inteligencia se vende a diario a la indiferencia ya sea a sabiendas o por pura
frivolidad, desidia, estulticia y banalidad. Con un tajador hablé sobre esto—la
sociedad consumista, el capitalismo, el imperialismo—y todos los ismos de
mierda que aplastan a la gente, que incluso creen liberarse a través de ellos
(pienso en Historia de Mayta), y olvidan el sentido común del que hablaba
Tolstoi en Ana Karenina: El sentido del bien.
El bien común, claro está. El amor al próximo.
Por amor una madre se mata trabajando
12 horas al día, explotada, quizá alienada e ignorante de todas estas
cuestiones de las que hablo. Pero encuentra sentido en su vida a través de su
hijo, de su risa, de su cariño, de su anhelo de verlo crecer y triunfar, aunque
esto último muchas veces sea relativo y equívoco. Mi propia madre o mi abuela
no se preocupan de estas cuestiones, viven el día a día visto al ras, común y
superficial. Pero su amor, sus virtudes, su corazón y su inteligencia—que no
por ser inconscientes a nuestra manera de
entender estas cuestiones—es menos rica. Yo acertaría mejor llamándola
sabiduría porque vale por sí misma y para nosotros más que todos los libros del
mundo. Y si no, piénselo un poco, tan
sólo un poco, ustedes mismos: no cambiarías por nada a tu abuela, Julio, mi
buen hermano. Pero yo, mi madre y mi abuela, si bien conocemos el hambre, la
pobreza y los problemas de la vida en este país nuestro—consciente o
inconscientemente en esta vida inefable e irreducible—hemos sobrevivido, pasado
miles de vicisitudes por esfuerzo y un poco de suerte. Y, gracias a Dios, crean
o no (yo sí creo), hemos amado en esta costa peruana a la que muchos paisanos
migran por ese espejismo de desarrollo. Y he aquí el punto, muchos, pese al
amor que llevan dentro—que no conoce dictaduras ni cadenas—merecen la
oportunidad de disfrutar la vida un poco más y no sólo sobrevivir cada día.
La oportunidad de leer poesía,
comprenderla, y, en general, de leer algo que nutra el alma—o de descubrir en
sí su vocación— es ¡PODER! Pero la literatura no es el único camino—pienso en
un cuento de Chejov—ni el único disfrute o la única pasión. Uno mismo, y esto
también lo hablé con un tajador, a veces quisiera hacer tantas y tantas cosas,
aprender que sé yo, entomología, botánica—conocer los nombres de todos los
árboles—aprender a tocar un piano, un violín, una guitarra, viajar... Tenemos
toda esa potencia en nuestras cabezas y corazones.
Sin embargo, existe, aunque no
quisiéramos, un medio de cambio, y entiéndase que no debe ser más que eso, el
dinero. Porque no sólo en la sierra, en la selva o en la costa de nuestro Perú
no sobreviven muchos. La miseria y el hambre no son lamentables prerrogativas
sólo del estómago. Hay miseria y leucemia también ese musculo rojo llamado
Co-Razón.
A buen entendedor, todas estas palabras.
Sin embargo—y este es el final de un
larguísimo y discutible pensamiento— la Literatura fue inoculada en nosotros.
Es nuestro camino, contera de la espada de nuestro amor, agarradera del escudo
de nuestro amor; el amigo del que a veces rezonga, Omar, y en el que se protege
de sus fantasmas y miedos; la poesía de Julio, su caos y su casa, su corazón
gigante y su espíritu; las contradicciones de Roberto, su lucha interna, su
ternura y su locura y su valor jodiendo toda su cobardía, está en nosotros y no
es académica, ¡¡¡ES VITAL!!! La sentimos día a día hasta cuando cagamos.
Importa y vive por el placer, la paz, la felicidad, y la desesperación absoluta
que reina cuando se vierten por nuestras manos o nuestros pensamientos todo lo
que amamos u odiamos, lo que golpeamos y nos golpea.
La literatura es fuego, señores, pero
un fuego que no debe ser fatuo—admiro a Stendhal, a Tolstoi, por ello—sino un
fuego que sirva para superar esa mediocre "toma de consciencia" y
pasemos al acto. Finalmente, y en mi humilde opinión, el amor—como la
literatura— es un acto que debe ser individual y colectivo; ni uno ni el otro
en mayor medida. Individual porque no se escribe en grupo, a doble lapicero o a
doble teclado. Colectivo porque somos nuestra soledad conectada espiritualmente
a la sociedad (con tristeza o alegría, en la calle o en internet o en nuestro cuarto)
pero solos ante ese papel o esa pantalla. Nosotros entramos a este circo
romano—La avenida Colmena, el mundo,—a escribir y hacer de las palabras,
sangre, luz de véngala e inmolación. Sin embargo, individual, también, porque
el mosaico de nuestra obra proviene del pincel abigarrado y policromático que
somos cada uno de nosotros.
No es lo único, está claro, que hace falta para cambiar el
mundo. Yo no creo posible, además, dicha utopía—valga la redundancia. Pero eso
no debe de arredrarnos como dice Martin Romaña:
"La ciencia explica el universo, la psicología explica
los seres, pero hay que saber defenderse, no dejarse arrancar las últimas
migajas de ilusión."
Por imposible que sea, entonces, lo
poco o mucho que hagamos puede hacer la diferencia en una vida, como lo
hicieron en la mía los cuentos y el amor que me regaló mi madre.
No debemos renunciar a ser libres, a
reír, a webear o dar un vuelo solos de vez en cuando, a enamorarnos, a pelotear
y chismorrear un poco. Todo eso vale.
Vale reír, para no derrumbarnos y
para enseñarles nuestros dientes pelados y amarillentos, en esa mueca hermosa,
a la gente que lo ha olvidado. Vale volar para no volvernos como los torpes
albatros de Baudelaire y sucumbir en este mundo de toscos marineros.
Enamorarnos, porque, personalmente creo, es una de las cosas jodidamente más
hermosas de este mundo, y no tengo imágenes para ello.
Pero nunca, nunca olvidar, o mejor
aún recordar siempre, que no estamos solos, que hay hermanos, padres, madres,
hijos por rescatar—pienso en la Balada de los relámpagos inacabables— y por
quienes pelear porque nuestra felicidad solo será verdadera cuanto menos
egoísta y enajenada sea.
La literatura es una espada de fuego, pero también una
sonrisa y una mano abierta.
O.A.Z.R.
jueves, diciembre 15, 2011
Manual de Literatura para Punks
Manual de literatura para
punks
(o cómo publicar tres
novelas sin haber estudiado)
Kiko Amat
Esto
que van a leer es como una clase de plástica. Este es el apartado de Métodos de
Estudio y Técnicas de Trabajo. Las prácticas de coche, pero sin pagar y sin
coche. Voy a darles a todos ustedes unos cuantos consejos sobre el arte de
fabricar narrativa y –encima– publicarla luego.
Y voy a hacerlo, no con la condescendencia del “experto”, no con la
altivez del maestro, sino con la cara de pasmo del tonto del pueblo que ha
descubierto un atajo al río que nadie utilizaba. Sí, esa cara que están ahora
haciendo ustedes. El viejo camino del trial
& error y el batacazo rompenapias me ha enseñado un par de cosas en
este oficio que querría mostrarles, y no crean que lo hago para evitarles sus
morrones. Nadie puede hacer eso por ustedes; afortunadamente, el costalazo es
parte esencial de su aprendizaje, el ZAP tras el cual ya no van a meter los
dedos en el enchufe nunca más. Se aprende así; a hostias. No, el único propósito
de este manual es que, tras darse de morros contra el fango (literariamente
hablando), se levanten como machos y lo vuelvan a intentar, desoyendo los
gritos de los que les dijeron que no era por allí, que iban por la ruta
equivocada, que no lo intentaran, que les habían avisado, que había que tener
en cuenta esto y aquello antes de empezar. Que patatín y patatán.
El
manual que están a punto de leer podría resumirse en dos puntos vitales: valor
y disciplina. Y, créanme, es así, aunque parezca una frase sacada del escudo de
armas de Eton. Pero hay mucho más de lo que quiero hablarles. Los que siguen
son mis 17 consejos para publicar novelas en editoriales reconocidas, sin tener
ni pajolera idea (al principio) de lo que uno está haciendo, sin bajarse los pantalones
éticos, sin tener que ir a clases de literatura comparada a morirse de
aburrimiento rodeado de arties sin
espina dorsal. Un manual que sirve para sacar libros en Anagrama –en el caso
del que escribe esto– sin haber estado escribiendo cuentos desde 5º de EGB ni
haber memorizado la estructura de todos los relatos de Borges, ni haberse
apuntado a uno de esos deprimentes Talleres de Escritores (y que les obliguen a
ponerse en pie para que los demás perdedores les digan qué fallos les ven ellos
a la narrativa de ustedes). Esto es mi Manual de DIY particular para la
construcción de ficciones encuadernables, que quisiera compartir con todos los
lectores de La Escuela Moderna.
1)No
teman hablar de ustedes mismos. Lo dijo Beckett (“No existe nada más, seamos
lúcidos por una vez, que lo que me pasa a mí”) lamentándose de haber pasado
tanto tiempo creando inútilmente personajes de ficción cuando se tenía a sí
mismo ahí al lado. Lo puso en banderas y bayonetas el enfadadísimo BS Jonson.
John Fante no hizo otra cosa en toda su
vida (y Hamrun, y Bukowski, y Limonov…). Los Beats se dedicaron a ello con
empeño unidireccional, igual que los angry
young men (si leen la biografía de John Osborne verán que todas sus obras
sin excepción, especialmente Look back in
ager, tratan de él, su madre, su suegra y sus colegas). Y, sin embargo, la
teoría les insistirá en la necesidad de crear ficción pura (un concepto que no
existe, pues todo está basado en algo; en sucesos, momentos, frases de otros),
ninguneando los esfuerzos que realicen para plasmar con honestidad sus
vivencias. Ni caso: Hablen de ustedes. Hablen de sus amigos. Incrusten sus
anécdotas adolescentes. Cámbienles el nombre a sus conocidos y encájenlos en el
texto. Derritan su vida y aplíquenla con brochazos gordos por encima de todo lo
que escriben; si lo hacen bien, nada será más interesante ni les dará más
placer. Al fin y al cabo, es el terreno que conocen a fondo de veras. ¿Para qué
ambientar novelas en la República de Saló, la Revolución Francesa o Brooklyn? ¿Eh?
¿Qué tiene de malo su barrio, pueblo o bar? Nada, se lo digo ya. Nada.
Para conseguir esto, ya lo verán, tendrán que desoír
el clamor (ver punto 2) que les recriminará que están haciendo literatura
ombliguista, que sólo lo hacen por vanidad, que a quién le puede interesar leer
sobre ustedes. Les pasará en narrativa y –por supuesto– les pasará en cualquier
disciplina, especialmente en periodismo. Pero ustedes saben, como sé yo, que la
única manera de hacer crítica-narrativa
sincera, humana y con alma y intestinos y –perdonen– pelotas, es
mediante el contexto y con una sólida primera persona viva y real detrás. Lo
demás es cirugía, disección de ranas, escribanos timoratos escudados tras el
“juicio” y el ”análisis” que carecen de valor para desnudarse en público y
escupir todo el dolor y la exultación que acompaña al estar vivo. ¿Cómo puede
analizarse una obra creada en un estado parecido a la locura armado sólo de
razón, sin empatía ni entrega salvaje ni acercamiento personal? Si tratan de
crear literatura cobardemente , con escalpelo y normas y frialdad analítica,
escondidos tras la barrera taurina de las normas académicas, les saldrá
literatura cobarde. Su crítica y su narrativa estarán hechas con plantilla,
resiguiendo los contornos que les marcaron otros, como un mapa de plástico en
EGB para siluetear. No hay más. Así que hablen de ustedes, por el amor de Dios.
Yo jamás he hecho otra cosa.
2)No escuchen a nadie. Bajo ningún concepto. La
creación más intensa funciona mejor en un estado de total aislamiento.
Encerrados a cal y canto en su torreta cultural, fíense de sus referentes, de
sus intenciones, de sus héroes, y mantengan en todo momento una absoluta
creencia en lo magnífico de su trabajo. Esta autoseguridad medio enajenada es
la mayo garantía que tienen de producir ficción sincera, esquelética y REAL, no
sujeta a las opiniones de críticos, fans o idiotas variados, desprovista de
manierismos modernuflis o
postmodernez con pretensiones de trascendencia. Tengan en cuenta que toda
crítica narrativa está basada a fin de cuentas en una cuestión de gusto
personal; la crítica objetiva no existe, ni existirá jamás. Al fin y al cabo,
¿Quién decide lo que es de buen o mal gusto, sino el zeitgeist de cada siglo? ¿Quién decide lo que es malo y bueno? ¿No
despreció el mainstream a todos los aventureros culturales que estuvieron aquí
antes que ustedes? Recuerden las gloriosas palabras de Basil Bunting: “There is absolutely no excuse for literary
criticism”. Háganme caso: No consulten blogs, no miren críticas de hippies y squares abatidos, no paseen por foros: sean verdaderos náufragos de
su propio mundo narrativo, haciendo lo que les sale del sombrero sin pedir
permiso a nadie. Recuerden que todo está permitido. Recuerden que las mejores
novelas se escribieron pasando del mundo y de su madre. Cuando –sordos y ciegos
como murciélagos respecto al resto del planeta– hayan terminado, habrá llegado
el momento de pasar al punto número 8. Pero hasta entonces –es decir, hasta
dentro de unos cuantos párrafos– cierren la puerta y quien quiera entrar que
enseñe la patita.
3) Conténganse. No están construyendo un blog de esos
que llevan indies deprimidos en
pijama para saldar cuentas entre visita y visita a las páginas porno de
Internet. La restricción, la continencia, son dos de los grandes amarres de la
narrativa más exultante. No se trata de vomitar lo primero que se les pasa por
la cabeza, como un intenauta atolondrado. Relean lo que han escrito una y mil
veces. Aten cada una de sus frases al suelo, y cepíllenlas hasta que brillen
bien, resistiendo la tentación de soltarlas al mundo para que naden entre los
grandes. Mírenlas con dureza de padre catequista: todo lo que sea pirotecnia
semántica (ese momento sobreexitado y autoindulgente de “¡Qué bien escribo!”
que todo narrador debería evitar como la lepra), abalorios verbales, decorado
de cartón piedra, escritura cosmética, debe ir al río. Sin dilación. No teman
nunca desechar lo inútil, pues lo inútil es exactamente eso: inútil. No teman
podar con tijeras bien gordas y afiladas, y no miran atrás a lo que han lanzado
a la basura. Lo más probable es que no valiese la pena conservarlo.
4) Sean comprensibles en todo momento. Esto es lo que
separa a los autores que escriben para la gente y los que escriben para
escritores, profesores o críticos. Esto diferencia al poeta guerrero del poeta
laureado, bufón del rey, palanganero de la clase dominante. Esto es lo que pone
a la gente que escribe narrativa a uno de los dos lados de la zanja: aquí los
pomposos, allí los anarquistas, tomen asiento. Pregúntense continuamente para
quién están escribiendo, y por qué motivo escriben: si la respuesta es que
escriben para El Pueblo (es decir, escriben para gente con trabajos, vidas
comunes, males cotidianos y no para pijazos, diseñadores de interiores o
licenciados en filología) y lo hacen para compartir emociones, entonces déjense
de cripticismos y postmoderneces y metaliteratura y barroquismo. Escriban
claro, que esto que acaban de hacer es un galimatías. No se entiende ni jota,
joder. Claro, no esta reñido con poético, como algunos memos creen, ni con
inteligente. Escribir con claridad implica tan sólo que sus ideas sean
comprendidas. ¿No es eso lo que debería desear todo el mundo? Desde aquí parece
algo que cae por su propio peso, señores míos.
5) Sean breves. Utilicen el método Buzzcocks: si algo
puede decirse en dos frases, no usen tres. BS Jonson decía que toda literatura
debía ser “corta, brutalista y divertida”- Como en el punto 3, poden y poden y
vuelvan a podar. No sobreadjetiven. No den rodeos. Vayan al grano. Hay gente
leyendo con ganas de avanzar, y ustedes les han hecho parar en un túnel
apestoso para mostrarles lo bien que –como un prestidigitador de globitos–
anudan ustedes los verbos y sujetos. Denle a las cosas un principio y un final,
y aprenden a decidir cuando este último ha llegado. No se regodeen. No den
volteretitas de perro amaestrado: cucas sí que son, pero ocupan espacio.
Digan lo que tienen que decir y luego: aire y a volar.
La vida es demasiado corta para libros de 700 páginas.
6)Sean divertidos. El sentido del humor nos separa de
las cucarachas y las rémoras y algunos escritores argentinos. Hacer reír parece
fácil, pero no lo es. Cuando lo hayan conseguido, sin embargo, estarán
empezando a dominar este oficio, se los juro. Y un detalle muy importante: ser
escatológico es perfectamente aceptable y, lo que es mejor, funciona. Y –esto
es un secreto profesional que voy a confesarles así, a bocajarro y gratis
–algunas palabras son más divertidas que otras. Como lo oyen.
7)No tengan miedo a ser confrontacionales. El
arte/pop/cine/literatura más intenso y bello y puro antagoniza. Tatúense esto
en la frente, déjenselo en Post-Its
en la taza del váter, envíense mails a ustedes mismos como señores locos: si
deciden crear y mostrar lo que han creado, alguna gente lo odiará. Es la vida,
no lloriqueen. Si deciden dar el paso de poner en palabras sus pensamientos más
recónditos y sus verdades más poderosas, luego no se quejen. A John Osborne –un
referente vital para todo aquel que trate de ser creativo mediante el uso de
palabras– le persiguió por la calle una muchedumbre enfurecida en más de una
ocasión, tras visionar algunas de sus obras de teatro. Los escritores que se
quejan continuamente de que su obra no es comprendida, que los críticos los
despedazan, que el público les da la espalda, son institutrices victorianas sin
una gota de sangre en las aortas. Me
recuerdan a esos cantautores que tocan en bares –sin que nadie les haya llevado
a punta de trabuco hasta allí– y luego se lamentan de que la gente arma ruido o
habla, y piden silencio a shhhhts como espectadores fifís de ópera, como
niñeras cursis. ¿Qué se esperaban, pandilla de blandengues? Esto es rock and roll, no Roland Garros. Si no
quieren enfrentarse a un público hablador-gritador, cambien de oficio; lo mismo
vale para los futuros escritores. Cientos de imbéciles (un auténtico ejército
de ellos) van a odiar todo lo que hagan, y algunos incluso tratarán de
partirles los morros por ello. Les llamarán de todo, y nada será bonito: que si
plagiarista, baja cultura, que si es intrascendente, vacío, absurdo, que “no
tiene ni idea de lo que habla”. Les recriminarán cualquier cosa, y desde
cualquier lado, así que no intenten pacificarles; los capones van a caer de
forma irremisible y nadie podrá pararlos. Así que si no setán dispuestos a pasr
por esa guerra estético-cultural, si no están dispuestos a sacar pecho a los
Mazzinger-Z y hacerle a la intelligentsia,
a la crítica más centuria, al director más apocado, al lector más cultureta un
fenomenal corte de mangas, no empiecen, se los ruego; lo único que terminarán
haciendo es literatura acomodaticia, timorata y
llena-de-ganas-de-gustar-a-todo-el-mundo. Es decir, harán pura mierda.
8) Escriban como hablan. Más o menos. O sea, dejen fuera
los tics y las repeticiones (no hace falta que pongan tío al final de cada
frase, por mucho que lamentablemente sea así como hablan), pero no se pongan
sobre-cultescos y eviten la pomposidad como si fuese la fiebre amarilla. Si
hablan denostando más que el Capitán Haddock, pónganlo en sus escritos. Sean
honestos e insulten y juren y menten la virgen como guardias civiles
extremeños. Si controlan el slang, espolvoréenlo también por encima. El
resultado valdrá la pena, se lo aseguro. O al menos no se parecerá a ninguno de
esos escritores barceloneses que da la impresión que hablan en moldavo, y que
tienen que colocar reificación y diametralmente en cada párrafo.
9) No se desanimen jamás. Al igual que debían hacer con el antagonismo del punto número 7,
han de ser extremadamente concientes de que van a devolverles originales de
editoriales. Y no uno ni dos, sino decenas de ellos. Suelten el yunque al río,
y saquen la cabeza del horno; no pasa nada. Que les devuelvan una novela de un
salivazo no significa que sea mala. No significa que se hayan apresurado a
mandarla. No significa siquiera que requiera necesariamente pulido o
reescritura. Qué caramba, la mayoría de las veces el rechazo de una obra no
significa nada. Les contaré cómo funciona el proceso selectivo de una
editorial, para que se calmen un poco: un primer lector separa la basura
inmunda de lo leíble, así, a ojo de buen cubero y leyendo en diagonal. Si pasan este peaje, dos pájaros más realizan
nuevas lecturas en mayor profundidad. Y si uno de ambos es magnánimo y tiene
buen día, esa lectura positiva les dejará caer en el regazo del editor como
tal. ¿No ven, ahora mismo y ante sus ojos, la absurdidad de su desespero? Su
original quizás fue devuelto porque la primera lectora es medio miope y confundió
sus avanzados juegos tipográficos con errores. O porque alguno de los dos
alcornoques posteriores se empeñó en comparar su novela punk con las hermanas
Brönte, o le había dejado la novia por palillero (con razón), o tenía que
completar su cupo de multas-lecturas negativas del mes, o le tenían ojeriza o
envidia cochina (de conocerles) porque ellos eran escritores frustrados, o qué
sé yo. O usted y el editor, de haber llegado hasta él, tenían gustos
completamente distintos. Puede ser cualquier cosa, así que: sigan mandando
obras estoicamente. Y si quieren aceptar otro consejo: no se fíen nunca de los
tres lectores iniciales y háganle llegar la novela directamente al editor, por
cualquier medio a su alcance. Sé lo que me digo.
10) Mantengan un core
crítico siempre a su lado. Parece una contradicción que choca de bruces con el
punto 2, pero no lo es. De hecho, el uno y el otro se complementan
graciosamente. Por un lado, deben hacer oídos sordos al mundo, las revistas,
los expertos y los literatos; con ellos, tapones de perejil en las orejas. Por
otro lado, cerca de ustedes debe de haber siempre un grupúsculo de amigos
escogido por su brutal sinceridad, con discernimiento para la narrativa y
gustos literarios similares a los suyos. Esta será la gente que leerá sus
manuscritos mucho antes que la editorial, y que les informará sin tapujos de
que aquí les dio un ataque de pretenciosidad, y que aquel fragmento es
demasiado largo, que ése es aburrido y que el final no se entiende ni un pijo.
Aunque parezca un cliché, cuatro ojos ven más que dos. Tráguense el orgullo
herido cuando les escuchen (aprender a hacerlo es otra de las señales de que se
están convirtiendo en narradores de verdad), piensen en lo que les han dicho,
separen aquello con lo que están de acuerdo de lo que no, y efectúen las
correcciones pertinentes. Además de la utilidad que salta a la vista, este
proceso tiene un uso secundario: ninguna crítica periodística de su trabajo les
pillará con los pantalones bajados. Cuando Florencio Mandúnguez les espete que
el capítulo 3 es muy näif, ustedes ya
habrán pasado por allí, habrán reflexionado sobre ello y habrán decidido meses
atrás que sí lo es, y qué pasa contigo, tío. Esa prevención es otro remache
para su coraza narrativa.
11) No teman copiar. Pero no se pasen, ojo. Casavella
dijo en una entrevista que sólo los pijos se fijan en lo que copian sin mirar
atrás. No les soltaré el rollo que ya conocen sobre que la originalidad es un
invento burgués para justificar el genio y, por consiguiente, las desigualdades
de clase. Se los hemos repetido muchas veces en este fanzine. Pero es cierto
que la originalidad o –como comentábamos en un punto anterior– la ficción pura
no existen. Agarren de donde
quieran (esa estructura, aquella frase, una comparación concreta que vieron de
pasada) y añádanlo a su obra; indudablemente, puesto que sale de su cabeza y se
mezclara con otros pedazos de ustedes, el resultado será inimitablemente suyo.
No tengan miedo de parecerse a sus héroes literarios; piensen que ellos también
tuvieron a los suyos. Por supuesto, esto no implica fusilar artículos enteros
de otros y hacerlos pasar por propios para embolsarse unas cuantas monedas de
plata; sólo los vampiros de la cultura establecida hacen cosas así y,
francamente, es una asquerosidad.
12) Utilícenlo todo. El Efecto Urraca, en efecto. Sean consecuentes con su background (Ver
puntos 1 y 8), y utilicen cualquier elemento ajeno a la literatura que les
plazca. Cómics, música pop o macramé,
da lo mismo. Estamos en el año 2007, y ya no hace falta que todos escribamos
como Flaubert. Graham Greene aceptó la aparición del cine, y su Brighton Rock
está claramente influenciado por ese lenguaje. No es una vergüenza sino todo lo
contrario. Si la narrativa que desean construir se parece más a un episodio de El Hombre de Acero que a Proust, ¿Quién
es el gallito que se va a atrever a decirles que están equivocados? Jack Kirby
o Wes Anderson o Smokey Robinson pueden influenciarles igual que los autores de
sus libros favoritos. Si Kurt Vonnegut utilizó la ciencia como cimiento de sus
novelas, ustedes pueden hacer lo mismo con el motocross o la papiroflexia.
Échenle huevos ahí.
13) Diviértanse. Aunque a ratos les dé dolores de
cabeza, esto debería proporcionarles un gran placer. Si no es así, y hacer
narrativa es su valle de lágrimas, algo pasa. Una de dos: o están creando una
gran obra de exorcización de dolores sin nombre y agravios terribles, y su
redención va a producirse mediante la creación literaria, o quizás no deberían
dedicarse a esto. Eh, puede suceder, no me miren así; conozco la naturaleza de
las obsesiones. Por mucho que hayan estado obcecados con que querían ser
escritores desde BUP, quizás la terrible verdad es que –se los digo susurrando
y suavemente para amortiguar el shock– esto no es lo suyo. Quizás como les
sucede al protagonista de Balas sobre Broadway, su talento yace en otra parte
–la marquetería, quizás, la pintura– y se están obstinando en hacer algo para
lo que no tienen la menor inclinación. Ha pasado antes. Cursos y cursos de
narrativa, cientos de libros leídos, decenas de manuales subrayados y al final
el resultado no servía ni para hacer papel maché. Pues, al igual que no basta
que les guste la música para ser periodistas musicales (hace falta ser un gran
entendido del tema, perdonen ustedes) no basta que sean grandes lectores para
fabricar novelas. Hace falta algo más; ustedes sabrán que corcho es. ¿Alma?
¿Pasión? ¿Morro?
14) Disciplina. Se los pongo también entre signos de
admiración: ¡Disciplina! Cuando empiecen una novela, eso debe ser lo más
importante del mundo, y a ello deben dedicarse en cuerpo y alma. Si tienen que
parar en algún lado, paren; Mercé Rodoreda paró cuatrocientas mil veces para La mort i la primavera, que le llevó una
vida entera escribir, pero cuando la creaba hacía de ella su prioridad total.
Esto no son clases de repaso extraescolares; a no ser que sean seres
especialmente avanzados de otras galaxias, no van a excretar un libro hermoso
dedicándole media hora cada domingo o después de comer. Si van tomando y dejando
su obra por antojos o porque es más importante hacer unas cervezas, les va a
salir un churro; luego no se quejen. La narrativa requiere concentración y
dedicación total. Apaguen teléfonos, avisen a sus familiares que no llamen en
las horas que están trabajando, arranquen el cable de ADSL y traten de no
masturbarse demasiado. Dejo la opción de encerrarse en casas de campo durante
unos mesess para escribir a la elección de cada uno; personalmente les digo que
cuando yo lo he intentado, al cabo de dos días estaba en un escenario digno de El Resplandor, a punto de matar a mis
vecinos y tirarme por el balcón. Y, lo que es peor, sin haber escrito una
maldita frase que valiese la pena.
15) Apúntenlo todo. Apunten y fuego. Siempre un bloc
en el bolsillo, la bolsa, siempre una servilleta de papel a punto, siempre un
manchurrón en la mano con una palabra que les gustaba. Se los digo ya, porque
es una jodienda y cuanto antes lo sepan, mejor: las más grandes ideas, las
frases más chulas, las conversaciones más inspiradores, van a ocurrírseles
fuera de su despacho. Así es. En mi caso es en bares, y no llevo mi ordenador a
bares (¿Por quién me toman, por un yankee?).
Por lo tanto, no dejen que esa eventualidad les pille en pelotas, y lleven
siempre a mano un bloc donde apuntar esas frases e ideales geniales que luego
la memoria o la resaca se ocuparía de borrar irremediablemente de su hemisferio
derecho. La mitad de las veces serán incomprensibles (“Un personaje conoce a
kljhsafd en un bolksdo, pero luego resulta ser skdu foforcio”), handicaps de la
escritura beoda, pero de vez en cuando se encontrarán con auténticas gemas de
la creación inconciente.
16) Lean. Parece una perogrullada, pero deben leer
mucho. Deben leer horrores. El vi fa sang,
y el leer inevitablemente ayuda a escribir. Por sí solo no va a salvarles el
culo, pero por otro lado casi nadie ha escrito jamás sin haber leído mucho
antes. Lo siento, pero viene en el pack. Las cosas buenas nunca son fáciles, ya
se los he dicho mil veces.
17) Admitan siempre que aún están aprendiendo. Y, lo
que es más posible, que no dejarán de aprender nunca. El proceso de aprendizaje
no es finito. La perfección, el dominio completo de las herramientas, es una
utopía. Así que no se entristezcan: mañana les saldrá mejor.
lunes, diciembre 12, 2011
Literatura Mística
Nadie puede
definir la literatura en términos concretos, cómo en las ciencias naturales. Los
aristocráticos académicos, desde el viejo Aristóteles hasta los postmodernistas, han
fracasado miserablemente. Y sin embargo, se la sigue tratando cual si fuera una
ciencia objetiva. La academia asume, a pesar de su subjetividad, una
posición rígida y hermética para estudiar Literatura. No se permite palabras emotivas, adjetivos mordaces, frases ingeniosas. Si quiere criticar una novela,
un poemario o un drama, utiliza un
lenguaje desapasionado, directo y conciso. Eso es lo paradójico de los estudios
literarios actuales. Se usa los métodos,
la disciplina y la actitud de las ciencias duras en un campo de estudio
indefinido.
Lo más trágico
es que cuando se quiere renovar el estudio de la literatura, tal iniciativa es
catalogada como entusiasta. Si la literatura carece de objetividad, ¿por qué se
impone un método para estudiarla? Acaso no es posible que un lector apasionado
dé una opinión de un libro sin necesidad de ingresar a la universidad; sin
necesidad de leerse mil paginas de estética, estudios culturales, feminismos y psicoanálisis.
¿Se puede hablar de literatura sin necesidad de estudiar literatura “seriamente”?
¿Si a mi me parece malo Paolo Coelho debo estudiar cinco años para convencerme
de ello? ¿Por qué la opinión de un crítico literario pesa más a la de un lector
voraz? Sólo se me ocurre una respuesta:
prestigio.
Acepto que la
crítica guía al lector a “entender” un libro, ya sea por el contexto histórico-social,
o por un análisis nuevo. Pero no debe caer en la pedantería de creer que sus
reseñas o análisis son imprescindibles. El lector que disfruta Cien años de Soledad por su mundo
mágico, por sus personajes entrañables y no ve el contexto histórico, lo
nefasto de la soledad humana, la intertextualidad, blah, blah, blah; no es
deficiente ni carece de inteligencia. Ese lector es tan inteligente como aquel
que escribió un análisis de mil paginas sobre el libro.
Yo no deseo destruir la academia sólo reclamo
un poco más de modestia para los lectores entusiastas. Por que la literatura debe
ser libre, debe mantener ese misticismo que provoca la ensoñación.
Gimel Zayin
viernes, diciembre 09, 2011
lunes, noviembre 28, 2011
domingo, noviembre 27, 2011
Tanta gente extinta, tanta tinta tonta de Alejandro Carnero
TANTA GENTE EXTINTA, TANTA TINTA TONTA
“Quería sacar la filosofía de
los libros, quería que se filosofe por sentimientos”
A.C
A.C
¿Quién
diablos es Alejandro Carnero?
De
súbito la pregunta nos hará apachurrar todas las neuronas y, cabalgando en la
pedantería, decir un no con sabor a “¿y que importa?”
Y
que importa, ¿no? Hoy por hoy se publican libros con velocidad hípica. Algunos,
más afortunados, saltan la vaya de las lecturas por rigurosos críticos
literarios y aparecen en los diarios o en blogs famosos, que las pontifican
desde sus atriles, condenando a los incautos lectores a la basura de todos los
días.
Pasemos
página.
Se
dice por ahí, se rumorea, que nació calato y con el pene erecto en Lima, 1972,
más precisamente en Miraflores, o por aledaños, desde pequeño colindo cerca de
la farándula literaria –conocía a Bryce, que pasaba a visitarlos, alrededor de
los catorce años- estudio una carrera de filosofía en una universidad pituca
que nunca termino, pues lo expulsaron por atentar con las “buenas costumbres” y
por sus delirios de querer graduarse, a mucha honra, con una “insignificante y
caprichosa” tesis del surrealismo. Y, también, porque consideraba las cátedras
de filosofías fútiles, tontas, alejadas de la vida real. Lo mismo daba: se mudo
a las ONG, trabajo en Haití, vivió en las cárceles hediondas, conoció de cerca
el terror, los cráneos que se abren con indiferencia. Paso la venida del nuevo
milenio en una plazuela del Cuzco, ayudando a un extranjero borracho a llegar a
casa. Que nunca se tiro a una putica cubana porque cree en la revolución. Que
se pajea desde los ocho años. Que idolatra a Charly y Maradona. Que conocía a
la reina de España y fue expulsado de la República- diario nacional- porque le
refuto unos cálculos sobre la pobreza en el Perú al mismísimo Mirko Laurer.
Que
se caso - luego de vivir furiosamente de amante en todo Latinoamérica- con una
princesa asháninca, de trenzado cabello y traviesa a la hora de utilizar, como
cantando, el lenguaje. No dice que sea su Yoko Ono, pero algunos queremos
pensar que sí.
“Todos los hijos del Boom
soñamos con ser otro más de esos prodigiosos escritores, y varios andan por ahí
viviendo ese sueño de cartón (…) Algunos ganas premios y van a encuentros y
juegan a ser el joven, el nuevo escritor latinoamericano”
Bien.
La novela es cuestión, no es en realidad una novelita, ni un cuentario, ni si
quiera uno de esos híbridos pedantes que aparecen debes en cuando e incendian
la pradera. Es una mezcolanza con sabor a vida. O, tal vez, la hoja de vida de
uno de los trotamundos más caletas de la literatura peruana. Son como artículos
- pequeños, retazos- algunos pedazos de emails, otros dizque artísticas
conversaciones por Msn, muy irregulares y explosivos. Lo que salva del remolino
son las anotaciones al margen, las divagaciones, las vueltas que le da a temas
clásicos:
“El sexo por naturaleza es
abandono: gemido involuntario, entrecerrar de ojos desmayado, sudor, olores, el
cuerpo dado a otro, a frotar sus rincones más privados, todo va contra la
lógica del humano en el planeta –al menos hasta ahora-, que lo que busca es el
control”
Ó
“Mil masturbaciones no bastan.
Uno quiere su sonrisa, su afán, su bendición”
Es
también una muestra de que la vida esta por encima de cualquier superchería
literaria, de cualquiera historia amasada para premios de España o escrita con
pinzas de cirujano (“Difícil es escribir
cuando uno es autoconsciente, quiero ser libre, o sea escritor”)
Hay
riesgos y libertinaje. Hay risas y seriedad. Es un recuento de las desventuras,
del sexo jocoso, de las vivencias a caballo por el mundo (si, estimado,
Alejandro Carnero es un nómade total. Haití, El Cairo, Colombia, Ecuador, México,
entre otros… y no sólo puso los dos píes en la tierra, sino en el alboroto, en
la mierda) y un total deshueve contra la sociedad, contra las universidades y
sus eruditos masturbándose como monos dentro de sus jaulas de libros apiñados.
Contra la Tinta Tonta.
“Por eso esta nueva clase de burócratas
intelectuales son tan pesados, los amarga la creatividad genuina y viven parodiando
a la creatividad pseudocreativamente. Hacen ponencias muy ilustrativas. Se
aplauden entre ellos. Se justifican sus gastos”
Lo
que termina por sorprendernos y agradecemos es el toque social que impregna el
libro. La discriminación, la desigualdad, las atrocidades de la pobreza, son
escenarios recurrentes.
A veces veo a intelectuales
decir “Sí bueno la salud, la educación, la nutrición, pero…” y luego atacar al
proceso cubano, como si hubieran dicho “Sí
bueno aire acondicionado, puerta giratoria, escaleras mecanices, pero…”
Pero
no se sorprendan. Carnero no tiene afanes de ser juez ni crítico, lo suyo es
hablar. Y eso es lo que mejor hace este libro.
Contarte al oído, celebrarte, empujarte a la vida de a poquitos.
Lo
demás es literatura.
escrito por Julio Barco
escrito por Julio Barco