A las 7 de la
mañana me levanto y veo el calendario: 24 de Diciembre. ¡Falta 17 horas para
que sea navidad! Miro por la ventana: no hay hombres de nieve, ni niños súper
abrigados, ni mucho menos trineos jalados por perros árticos. No estoy en el
polo norte ni cerca de él (digamos Canadá o Connecticut) , estoy en Perú y hace
calor. Me pregunto, ¿Por qué michi comemos chocolate caliente en Navidad? ¿Por
qué carajo algunas tiendas comerciales adornan sus estantes con muñequitos de
nieve, renos gays y papanoeles con sobrepeso? Tantas preguntas para esta
sociedad excéntrica. Lo único que comprendo es que la navidad aquí, muy a pesar
de ser un feriado para destrozar tus finanzas, es diferente. Hay algo de peruano en este feriado invadido
por el consumismo.
Bueno empecemos
por partes. La navidad nos viene del cristianismo. Supuestamente el 25 de
diciembre nació el niño Jesús (fecha debatible ya que Jesús pudo haber nacido
entre setiembre y octubre, según los expertos...no, no voy a citarlos. No se
preocupen). Los testigos de Jehová afirman que esta festividad es satánica y
que en realidad estamos celebrando una fiesta pagana, heredara de los
pervertidos romanos. Se equivocan, la navidad no es pagana, es mucho peor, es
consumista. En navidad, ya sea en Gringolandia como en Perulandia, veo padres
desesperados comprando regalos a último momento. Madres que jalan a la fuerza a
sus niños malcriados, que lloran porque no les compraron un Play Station 3. Y
cómo toda sociedad moderna, siempre un niño pobre y desnutrido les hará
recordar, a esos niños insolentes, que hay cosas peores que no obtener el
último sistema de videojuegos.
Pero igual, tal
vez por un momento la madre reflexionará sobre la desigualdad en el mundo, pero
se le pasará al ratito. La magia del pavo recién horneado, el panetón con
bromato y el chocolate caliente (en verano, qué huachafada) le reanimará su
espíritu alicaído y se olvidará de qué el mundo está jodido.
Ya sé, ya sé. Soy
un pesimista. No toda la navidad ha sido corrupta por el consumismo. Hay
ciertas particularidades que diferencian las navidades por países.
Bueno, aunque ya
me burlé de los renos gays y de la nieve inexistente, me parece fascinante
todos estos adornitos que nosotros, los peruanos, pegamos en nuestras casas. Como aquí la
mayoría de los hogares están juntos, estos adornos (madeinchina) forman un
conjunto interesante de luces y musiquita que desincronizadamente parpadean. En
la noche es mucho mejor. Como no hace un frío de mierda, puedo contemplar las
luces sin temor a morirme congelado. Por asociación, estas lucecitas me hacen
recordar de los arboles de plástico que adornan las salas. ¿Desde cuando
tenemos pinos en Lima? ¿Dónde los cortan? ¿Quién carajo los siembra? ¡Ajá! ¿Si
estamos en verano no sería mejor poner una palmerita? Ya está ¡un árbol de la
quina para demostrar nuestro patriotismo! Creo que ya ni siquiera las familias
peruanas ponen un nacimiento. Pucha,
cada día las navidades peruanas son más gringas.
Sin embargo, hay
una cualidad que diferencia las navidades peruanas de las gringas. Es el amor
enfermo que tenemos por los cohetes. A las 11 y 45 ya los niños
hiperactivos(seguro mucho bromato) empiezan a reventar las sartas, las
calaveras y los silbadores. Un amigo me dice que a él le gustaría reventar un
misil, agarrarse fuertemente a él y en el aire reventar. Claro, con un
paracaídas. ¿Y yo? Yo salgo como un perro que ha estado encerrado por cinco
años y empiezo a reventar mis queridas calaveras. Prendo uno y me voy corriendo
como una loca. ¡Bang! ¡Qué felicidad! Luego otro más. Lo enciendo y nuevamente
corro. ¡Bang! mis ojitos se emocionan y ya quieren llorar. ¡Es que no he
reventado un cohete en navidad en cinco años! ¿Qué quieran que haga? Pero lo
mejor fue ver el cielo limeño iluminarse por la alegría de los limeños. Fueron
como 15 minutos de luces multicolores. Parecía peor que talibán en fiesta
patronal.
Sí. La navidad
es una fecha rara para mí. Está el consumismo, los niños pobres y la
huachafería peruana. Pero también está esa alegría explosiva. Yo creo que de
niño no me importaba mucho los regalos, lo que me moría por hacer era acabarme
todo mi armamento recién adquirido en mesa redonda.
Gimel Zayin
Gimel Zayin
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