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lunes, diciembre 26, 2011

Tajo...tajodida la navidad



A las 7 de la mañana me levanto y veo el calendario: 24 de Diciembre. ¡Falta 17 horas para que sea navidad! Miro por la ventana: no hay hombres de nieve, ni niños súper abrigados, ni mucho menos trineos jalados por perros árticos. No estoy en el polo norte ni cerca de él (digamos Canadá o Connecticut) , estoy en Perú y hace calor. Me pregunto, ¿Por qué michi comemos chocolate caliente en Navidad? ¿Por qué carajo algunas tiendas comerciales adornan sus estantes con muñequitos de nieve, renos gays y papanoeles con sobrepeso? Tantas preguntas para esta sociedad excéntrica. Lo único que comprendo es que la navidad aquí, muy a pesar de ser un feriado para destrozar tus finanzas, es diferente.  Hay algo de peruano en este feriado invadido por el consumismo.
Bueno empecemos por partes. La navidad nos viene del cristianismo. Supuestamente el 25 de diciembre nació el niño Jesús (fecha debatible ya que Jesús pudo haber nacido entre setiembre y octubre, según los expertos...no, no voy a citarlos. No se preocupen). Los testigos de Jehová afirman que esta festividad es satánica y que en realidad estamos celebrando una fiesta pagana, heredara de los pervertidos romanos. Se equivocan, la navidad no es pagana, es mucho peor, es consumista. En navidad, ya sea en Gringolandia como en Perulandia, veo padres desesperados comprando regalos a último momento. Madres que jalan a la fuerza a sus niños malcriados, que lloran porque no les compraron un Play Station 3. Y cómo toda sociedad moderna, siempre un niño pobre y desnutrido les hará recordar, a esos niños insolentes, que hay cosas peores que no obtener el último sistema de videojuegos.
Pero igual, tal vez por un momento la madre reflexionará sobre la desigualdad en el mundo, pero se le pasará al ratito. La magia del pavo recién horneado, el panetón con bromato y el chocolate caliente (en verano, qué huachafada) le reanimará su espíritu alicaído y se olvidará de qué el mundo está jodido.
Ya sé, ya sé. Soy un pesimista. No toda la navidad ha sido corrupta por el consumismo. Hay ciertas particularidades que diferencian las navidades por países.
Bueno, aunque ya me burlé de los renos gays y de la nieve inexistente, me parece fascinante todos estos adornitos que nosotros, los peruanos,  pegamos en nuestras casas. Como aquí la mayoría de los hogares están juntos, estos adornos (madeinchina) forman un conjunto interesante de luces y musiquita que desincronizadamente parpadean. En la noche es mucho mejor. Como no hace un frío de mierda, puedo contemplar las luces sin temor a morirme congelado. Por asociación, estas lucecitas me hacen recordar de los arboles de plástico que adornan las salas. ¿Desde cuando tenemos pinos en Lima? ¿Dónde los cortan? ¿Quién carajo los siembra? ¡Ajá! ¿Si estamos en verano no sería mejor poner una palmerita? Ya está ¡un árbol de la quina para demostrar nuestro patriotismo! Creo que ya ni siquiera las familias peruanas ponen un nacimiento.  Pucha, cada día las navidades peruanas son más gringas.
Sin embargo, hay una cualidad que diferencia las navidades peruanas de las gringas. Es el amor enfermo que tenemos por los cohetes. A las 11 y 45 ya los niños hiperactivos(seguro mucho bromato) empiezan a reventar las sartas, las calaveras y los silbadores. Un amigo me dice que a él le gustaría reventar un misil, agarrarse fuertemente a él y en el aire reventar. Claro, con un paracaídas. ¿Y yo? Yo salgo como un perro que ha estado encerrado por cinco años y empiezo a reventar mis queridas calaveras. Prendo uno y me voy corriendo como una loca. ¡Bang! ¡Qué felicidad! Luego otro más. Lo enciendo y nuevamente corro. ¡Bang! mis ojitos se emocionan y ya quieren llorar. ¡Es que no he reventado un cohete en navidad en cinco años! ¿Qué quieran que haga? Pero lo mejor fue ver el cielo limeño iluminarse por la alegría de los limeños. Fueron como 15 minutos de luces multicolores. Parecía peor que talibán en fiesta patronal.
Sí. La navidad es una fecha rara para mí. Está el consumismo, los niños pobres y la huachafería peruana. Pero también está esa alegría explosiva. Yo creo que de niño no me importaba mucho los regalos, lo que me moría por hacer era acabarme todo mi armamento recién adquirido en mesa redonda. 
Gimel Zayin

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