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lunes, abril 21, 2014

HORA ZERO en fila india: un cuento de Maynor Freyre



REMOLINO DE PASIÓN 
(Lima, 1986)

Hace años que vivo atrapado en el remolino de este tormentoso viaje sin lograr dar un rumbo cierto a mi desdichada búsqueda del paraíso perdido. El plazo se ha cumplido. Ya la nave zozobra  y las chalupas no han sido carenadas: ¡no hay salvación!

Los pocos momentos de remanso que he conocido en esta travesía habrán de quedar grabados en el cuaderno de bitácora, en sus páginas izquierdas (que no siniestras). Oh proceloso mar, tus ambigüedades, tus veleidades, tu inestabilidad convierten en cada vez más lejana la isla del arribo: el edén del amor perdido por el hombre.

Atisbo en el fondo de los parajes marinos muchas otras naves hundidas, destrozadas, sus viejos velámenes deshilachados. Quiero aprovechar esta última ventisca de desolación para salvar mi viejo buque despertrechado y con la ruta extraviada. Soy apenas un curtido marino sin tripulación que va perdiendo la orientación correcta, que se despierta y confunde el barlovento con el sotavento. Y ya no cuenta siquiera con una brújula o una rosa de los vientos, pues todo se ha ido quebrando en este viaje insensato y loco. El velamen yace casi hecho piltrafas.

Solo me queda taponearme los oídos para no escuchar más el canto de la única invicta y hermosa sirena que me guiaba con los luceros de sus ojos hacia los inevitables arrecifes, al encalladero final. Mientas tanto estoy sintiendo un salobre sabor cimentado al fondo del último barril de agua en existencia y la carroña de la podredumbre carcomiendo las exiguas vituallas que restan por consumir.

Afuera llueve. Mejor me encerraré en mi camarote y marcharé a la deriva un tiempo. He sentido el chapaleo de las ratas al caer en apretada huida. La noche viene y oteo por el ojo de buey que será desestrellada: ni la Cruz del Sur acompaña esta agonía. Más son los estertores del mar y no los míos los que mayormente me aquejan. La bruma empieza a enceguecerlo todo, convierte en difuso el cuaderno de bitácora y ya es dificultoso que una de mis manos encuentre a la otra en medio de la cerrada niebla que nos envuelve. El barco va desapareciendo. El mar se seca…

TEXTO EXTRAÍDO DEL LIBRO:
MUJER DE CURA (2006)
Fondo Editorial Cultura Peruana.

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