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sábado, marzo 31, 2012
Manifiesto etilico
Respuesta al texto:
(http://www.tajo-tajodido.blogspot.com/2012/03/el-alcohol-y-la-literatura.html)
(http://www.tajo-tajodido.blogspot.com/2012/03/el-alcohol-y-la-literatura.html)
Por Consuelo Solís
Hace
tiempo que no bebo. La garganta carraspea, incomoda, jode, pica. Porque cuando
la sed es grande, ¿acaso importa el día? ¿Acaso importa pensar, meditar,
cavilar si uno es borracho o no? Sandeces, patrañas, nimiedades. Uno no piensa.
Bebe y disfruta. El placer esta en no detenerse, soltar el vaso o siquiera
tantearse a uno mismo, si debe o no debe. ¿Vas a decirle a tu corazón, a tu
pecho compungido, razona? Cuando ya lo sabemos, hermanos míos, el corazón no
necesita ni un poquito de razón. No
saber si uno es borracho o no, el simple hecho de ponerse un titulo, es decirle a la sociedad, si, a aquella
sociedad, descrita en los libros de educación cívica. Sí, estoy en sus
parámetros, y voy a ser eso que ustedes llaman: ebrio, borracho, ay pobrecito
como desgasta su vida en el maldito alcohol. Nada de eso. Es cuestión de
tolerancia. Cuando una persona tiene sed compra una gaseosa, agua mineral y yo
una lata. ¿Acaso está mal? Simplemente son gustos diferentes y mi gusto pertenece
a una minoría no aceptada. No significa que sea malo. ¿Acaso la gaseosa en
exceso no da gastritis? Es cuestión de respetar.
Porque
cuando uno levanta el vaso y dice salud. Es más que un sorbo de licor. Es
aceptar la seducción de una bella mujer, que no tiene buenas intenciones, que
te puede hacer perder la cabeza, o la billetera, pero de la que sabes, no
tendrá mal sabor. Entonces ¿hay necesidad de dar explicaciones mojigatas de si
eres bebedor o no? Las pelotas. Porque en este mundo bizarro y cucufato a la
vez, no vale la pena dar cuentas de nada.
A mi
corazón nadie le va a decir cuando debe vomitar poesía, cuando debe escupir un
par de palabras, cuando puede gritar de pasión, de amor, de felicidad. Y es
inevitable no pensar en las artes, ese vinculo no bien visto, por la misma puta
bizarra que va la iglesia los domingos, llamada Sociedad, con las drogas y el
alcohol. Nada es general, nada es total.
Como mentir, y decir que un buen bate o porro de marihuana, no me hace
ver las nubes rosas como algodones de azúcar, que sensibiliza mi cuerpo, mi
alma, mi esencia o como quieran llamarle a ese aire metafísico que nadie ha de
palpar, ¡salud Vallejo por eso! O el
alcohol que hace que mi corazón tenga forma de potro salvaje, que cabalgue con
furia entre las líneas que escribo, entre las líneas que a veces lloro, que a
veces gozo, que a veces duelen. ¡Dios! es impensable. Pero más impensable es,
tratar de parametrar ese halito creativo que te dan esas traviesas sustancias.
Y mi
mente sigue taladrando este teclado con estos dedos epilépticos. Y ahora mismo
estoy sola y escribo. ¿Se puede escribir con gente alrededor? No es común, pero
claro que si, en medio de una clase, en el colectivo, atrás del boleto, en una
servilleta, en la palma de tu mano. ¿Se puede beber a solas? Porque no. Es un
vomito emocional, un vomito creativo. Recuerdo y rio. Las veces que he visto
vomitar a gente ebria de alcohol. Simplemente no se puede evitar, que aquella
fuerza nauseabunda salga de nuestras bocas, en la cara de los amigos. Se trata
de controlar, por vergüenza, por temor a las burlas posteriores, en la resaca
de todo lo vivido y bebido, pero sinceramente no siempre es posible. ¡Entonces
Dios! Al menos a lo que la experiencia,
la libertad y el placer de lo gozado. Se
puede amar, follar (con las mentes, con tu mano, con tu pena) escribir, todo a
solas o acompañado. Con un gentío a nuestro lado, he brindado, con Edith Piaf,
con Fito Paez, con Almodóvar y (yo también quiero ser una chica Almodóvar)
juntitos los dos, cerquita de Dios, (con Javier Solís también) se ha bebido, se
ha celebrado, se ha llorado, se ha amado.
miércoles, marzo 28, 2012
A la mierda con la universidad
El 26 de Mayo participé en el club de libro en mi
biblioteca de Danbury. La lectura: Leviathan de Paul Auster. La novela es una
burla contra la clase intelectual que pretende cambiar la sociedad a través
de ensayos, obras de arte y ficciones. Desde el punto fatalista de la novela,
los intelectuales son haraganes que prefieren encerrarse en sus torres de
marfil a iniciar una revolución o, al menos, una reforma social. Para el autor,
el arte no cambia el mundo; adiós a la bonita idea de que el arte es una arma
poderosa, especialmente la literatura. Peor aún, si uno trata de cambiar la
sociedad a través de acciones fallará porque la vida es un dios cruel que
controla nuestro destino.
Por
desgracia, no dije nada de esto a aquellos fieles lectores que se reunieron en
el sótano de la biblioteca de Danbury. Hablamos, eso sí, de las intenciones del
autor; de lo desquiciado que era el personaje principal, el quijotesco Benjamin
Sachs; de lo absurdo de la trama. En fin, fuimos sinceros lectores que debatieron
amenamente sobre una novela que gustó a la mayoría.
Lo mejor de todo es que la reunión no fue
“orquestada” por un profesor de literatura estadounidense, ni bajo el auspicio
de una universidad. Todos los presentes se reunieron porque disfrutan leer y
debatir una buena novela sin la necesidad de tener una “agenda académica.”
Ninguno de ellos tuvo que pagar carísimos cursos de literatura o estudiar
tediosos tratados de crítica literaria para poder opinar. Las ideas nacieron
del gusto de cada lector, de la sincera opinión de cada persona, del deseo
natural de dialogar. No hubo necesidad de consultar a un experto en Paul
Auster. ¿Para qué? ¿Para que nos sintamos más importantes?
Cada vez me convenzo de que en esta sociedad
analfabeta existen personas que leen por placer y no porque el profesor de
literatura lo diga, que admiran a un escritor por decisión personal y no porque
un crítico literario lo ha determinado así. Estamos en tiempos donde se piensa
que la universidad cura la estupidez, que después de cuatro años tenemos derecho
a creernos cultos y sofisticados. No señores. Hay muchos que ingresan estúpidos
y salen más estúpidos.
Gimel Zayin
martes, marzo 27, 2012
Emergencia en las páginas de un poeta Latinoamericano
“La poesía es mi mujer
Le he dado todo
No me puede fallar”
Juan Ramirez Ruiz Dixit — Mario
Santiago Papasquiaro
¡Tumbarse!
¡Erguirse!
¿Qué
paso?
Qué
cosas pasan, a las seis de la mañana, por la cabeza de un joven
estudiante
de periodismo, amante, 24 años y sin razón alguna
¿qué
pasaría por su cabeza?
para
relinchar como un caballo
y
tropezar para no detenerse por toda la avenida Tacna. Y Wilson. Y seguir
hasta
que sus pasos dejen de ser el chasquido de la indiferencia,
pero
¿qué pasaría por su cabeza?
¿en
qué estaba pensando?
Cuando
se dejó penetrar y eyacularon en su pecho
y
lo sacudieron
y
comenzó a creer en los amores del 68
y
en las uñas desafiantes de unos cuantos poetas ignotos.
¡Tumbarse!
¡Erguirse!
¿Era
un ejercicio vital?
o
la pirueta de una bestia incontrolable
de
aquel que busca sentirse vivo, a cuestas de una familia provinciana.
Él
es la maquina
la
que no pensó en consecuencias y se dejó llevar por amores sórdidos y libros
cochambrosos
la
alimaña rastrera que surca litros y litros de alcohol
y,
libros y libros de poesía del siglo XX
a
sabiendas y reprimendas
de
que todo lo ya devorado, es todo lo ya devorado.
¡Tumbarse!
¡Erguirse!
Y
no arrastrarse
ni
por comida, ni por un pucho a la seis de la tarde.
Se
supone que no debe arrepentirse
se
supone, pero en qué estaba pensando cuando se le acabó el corazón
y
lo busco en los bolsillos
y
todo ahí dentro era silencio. Oscuridad.
Se
sentó. Vio caer en medio de la sala, la última fotografía de Marlene.
La
preciosa Marlene, la que se limpia las uñas con mondadientes
y
suspira en la facultad más retorcida del mundo
estaba
lejos ahora y la suma de las partes era un total vacío
la
suma de recuerdos, no servían de nada
era
demasiado tarde
para
refregarse los ojos
llorar
llorar llorar llorar llorar… ¿a ver, sigue llorando?… llora llora llora
como
un maricón, pero llorando.
¡Tumbarse!
¡Erguirse!
De
nuevo
¡Tumbarse!
¡Erguirse!
caminando
sin dirección aparente
pero
caminando y no quieto
¿a
la espera de qué?
de
un futuro prometedor, dicen
de
la tranquilidad, dicen
de
no dejarse abollar por las cretinas de 20 años, dicen
de
dejarse de huevadas y trabajar, dicen
todo
eso dicen y no saben qué más decir
pues
ya lo han dicho todo y él sigue escapando
deteriorado
y descalzo
corre
y se permite intervalos de tiempo para sacudirse las mangas y encender otro
cigarrillo
luego
sigue corriendo y, contra todo pronóstico, es feliz
cinco
veces al día.
¡Tumbarse!
¡Erguirse!
Y
terminar de una vez por todas con el ¿qué pasaría por su cabeza?
y
respetar
conocer
enloquecer
a cada segundo con los poemas de JuanRa
hasta
que salga el sol
pero
hasta que salga expectorado de su boca
Y
no preocuparse por lo que sucederá mañana
No,
hasta que sea Lunes, 7 am, sol serrano,
brisa gélida rasgando el rostro
y
unos libros respetables bajo el brazo.
SALVEMOS AMAZONAS!!!
Para
los lectores empedernidos Amazonas sigue siendo un hueco por descubrir. Con pocas monedas puedes encontrar verdaderas joyas. Sin embargo, hoy por hoy, vive la dictadura
de las maquetas para las ferias de ciencia en los colegios; la piratería escandalosa de Cohelo; las triquiñuelas de los vendedores que te suben el precio según tus fachas, la
soledad de los pocos estantes con buenos y baratos libros.
¿Vieja Amazonas, dónde estás?
Escribe Omar Livano
Abelardo es el librero más
carero de Amazonas, es cierto. Sin embargo, sigue teniendo en sus estantes,
quizá, el mejor conjunto de libros habidos en todo el lugar. Aunque él sabe y
lo admite: la competencia ya no es la misma.
¿Cómo así Abelardo?, le
pregunto. Su respuesta es aterradora: Ya casi nadie vende libros. ¿Había
necesidad de preguntar? Desde el ingreso Amazonas deja de ser el Boulevard
popular de la cultura que en épocas pasadas se media puño a puño (verso a
verso) con Quilca. Hoy aquel letrero polvoriento y orondo que desde la entrada
nos parece decir: “aquí todo ya está hecho”, no se equivoca.
El más ingenuo de los lectores
pensara, muy remotamente, que estas palabras que vienen desde los bordes del
Rimac, son de alguna manera la sentencia de un objetivo alcanzado: Amazonas
cumplió y Lima ahora es Lectolandia. Falso. Las 5 palabras: AQUÍ TODO YA ESTÁ
HECHO, no son más que la arenga publicitaria para decenas de escolares –
penosamente también universitarios – que acuden a la feria en busca de
soluciones fáciles, rápidas, y no muy caras.
Los puestos azules que algún
tiempo fueron el hogar de los lectores más ávidos de nuestra ciudad, hoy se han
convertido, en su mayoría, en talleres de maquetas y proyectos de ciencias,
repetitivos e inservibles. La pena que chilla el río hablador, es que los
visitantes ya no cargan consigo inquietudes y ansias por devorar un buen libro.
Ahora se llega con apatía y se va con un pedazo de tecnopor pintado en el más
barato de los casos (ojo, que hay maquetas más valorizadas que muchos libros,
juntos).
¿Sera este el ejemplo más claro
de cómo el pragmatismo facilista nos está dañando? Hace algún tiempo se
debatían las bondades y flaquezas de la internet, y muchas opiniones fueron
afiladas y puntuales al denunciar a la red como la mandíbula encargada de
procesar todo y eximir al internauta de cualquier tipo de raciocinio crítico.
¿No es acaso algo parecido o peor lo que sucede en Amazonas? Tomemos en cuenta
que por lo menos un adepto a la internet
tiene (hasta el momento) aun un abanico de posibilidades en cuanto a
webs que pueden alimentar sus conocimientos. En cambio el monstruo mercantilista
de maquetas y proyectos –reiterativos- de ciencias, va devorando no sólo los
stands de Amazonas, sino también la imprescindible manifestación del esfuerzo.
Abelardo me explica que
los libros ya no salen como antes y los vendedores, ahora, tienen que vérsela
como sea. No podemos denunciar el ingenio que al fin y al cabo es una cualidad
presta e irremplazable en el hombre. Sin embargo – en lo personal- me quedo con
el ingenio depositado por los miles de autores que antaño solía recoger por
aquellos lares de la Av. Abancay. Antes de que las pirañas desborden el río.
sábado, marzo 24, 2012
Tajo en la universidad coherente
Gracias a la buena onda de Aramís -corresponsal de la Universidad Coherente- y, a propósito de sus nuevas ganas de promover la cultura, aparecemos entrevistados en su pagina web. Pueden chekar el artículo entero en la siguiente dirección: (http://universidadcoherente.org/corresponsales-uc/item/396-grupo-literario-tajo-presenta-su-revista-n%C2%BA-5.html) Entre otras cosas, defendemos la ruptura, atacamos las flaquezas de la cultura actual y nos presentamos pal mundo. También pueden ver las palabras del gran Maynor Freyre (escritor y periodista horazeriano) y del inefable Alejandro Carnero (escritor y filosofo)
Saludos Tajadores
miércoles, marzo 21, 2012
lunes, marzo 12, 2012
El alcohol y la literatura
Ayer tomé whisky , era domingo, un día en que no se debe tomar, pero igual, tomé y
me emborraché y fui feliz. Luego, porque así somos los borrachos, le mandé un
mensaje a Valentina diciéndole que quería hablarle y que me sentía arrepentido
por lo que le hice y que quería pedirle perdón personalmente. Obviamente, se dio cuenta de que yo estaba
borracho, quién diablos te manda un mensaje a las 2 de la mañana,(lo mismo díria yo: quién diablos te responde un
mensaje a las 2 de la mañana). Me dijo para reunirnos el día siguiente y hoy
día me acaba de mandar un mensaje diciéndome que no, que ella está muy bien sin
mí, que ya lo superó y que no se quiere arriesgar con mi amistad sicótica. Le
escribí que me lo merezco, que la cagué y que ahora me siento mejor, por lo
menos lo intenté. Sin embargo, yo me pregunto, si hubiera estado sobrio, ¿le
habría escrito el mensaje?
Se han escrito tantas cosas
sobre la literatura y el alcohol que ya está de más escribir, pero una cosa es
leer las experiencias de otros escritores y otra es vivirlas. Es decir, para mí
el alcohol se ha vuelto necesario para poder sobrevivir en este mundo. Sobre
todo porque aún tengo ganas de soñar y muchas veces la realidad es cruel
conmigo: necesito un buen vaso de cerveza para olvidarme de mis angustias
existenciales. Cuando bebo me doy cuento que soy sólo cuerpo, que mi alma es
una consecuencia de mis funciones fisiológicas y que la vida es una mera novela
que tiene que acabar algún día. Todo lo malo que haga, todo lo bueno, todo lo
estúpido, ya está premeditado. No hay libre albedrío. Cuando estoy ebrio, me doy
cuenta de que todo es consecuencia. Acepto la fatalidad y es más, me río ante
ella. Para mí el alcohol es tan necesario como un amigo fiel, como un buen
lapicero, como una maquina de escribir (o una laptop).
No soy borracho, no tomo todos
los días, pero acepto que olvidar la realidad es necesario. Además, no es lo
mismo tomar con amigos que hacerlo solo. Tomar en la soledad es patético, eso
si es ser borracho, porque en la soledad la realidad se vuelve más cruel, más
inhumana, más trágica. Con los amigos, el llanto se transforma en risa, la risa
en llanto. La sinceridad es más sincera y la hipocresía desaparece. Si amas con
pasión lo gritas a todo el mundo. Si tienes dos pies izquierdos de repente
bailas de la puta madre(o piensas que lo estas haciendo). Si tienes una canción en el corazón y quieres cantarla
pues lo haces y hasta te pueden acompañar. La felicidad se hace más concreta.
La resaca es simplemente la
vuelta a la realidad, la consecuencia de haber sido feliz. El pago que uno
tiene que hacer por no deshumanizarse. Pero es bueno, es bueno cuando uno
recuerda aquellas fiestas y noches donde todo era posible, incluso vencer a la
muerte.
Gimel Zayin