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Manifiesto etilico



Por Consuelo Solís

Hace tiempo que no bebo. La garganta carraspea, incomoda, jode, pica. Porque cuando la sed es grande, ¿acaso importa el día? ¿Acaso importa pensar, meditar, cavilar si uno es borracho o no? Sandeces, patrañas, nimiedades. Uno no piensa. Bebe y disfruta. El placer esta en no detenerse, soltar el vaso o siquiera tantearse a uno mismo, si debe o no debe. ¿Vas a decirle a tu corazón, a tu pecho compungido, razona? Cuando ya lo sabemos, hermanos míos, el corazón no necesita ni un poquito de razón.   No saber si uno es borracho o no, el simple hecho de ponerse un titulo,  es decirle a la sociedad, si, a aquella sociedad, descrita en los libros de educación cívica. Sí, estoy en sus parámetros, y voy a ser eso que ustedes llaman: ebrio, borracho, ay pobrecito como desgasta su vida en el maldito alcohol. Nada de eso. Es cuestión de tolerancia. Cuando una persona tiene sed compra una gaseosa, agua mineral y yo una lata. ¿Acaso está mal? Simplemente son gustos diferentes y mi gusto pertenece a una minoría no aceptada. No significa que sea malo. ¿Acaso la gaseosa en exceso no da gastritis? Es cuestión de respetar.
Porque cuando uno levanta el vaso y dice salud. Es más que un sorbo de licor. Es aceptar la seducción de una bella mujer, que no tiene buenas intenciones, que te puede hacer perder la cabeza, o la billetera, pero de la que sabes, no tendrá mal sabor. Entonces ¿hay necesidad de dar explicaciones mojigatas de si eres bebedor o no? Las pelotas. Porque en este mundo bizarro y cucufato a la vez, no vale la pena dar cuentas de nada.
A mi corazón nadie le va a decir cuando debe vomitar poesía, cuando debe escupir un par de palabras, cuando puede gritar de pasión, de amor, de felicidad. Y es inevitable no pensar en las artes, ese vinculo no bien visto, por la misma puta bizarra que va la iglesia los domingos, llamada Sociedad, con las drogas y el alcohol. Nada es general, nada es total.  Como mentir, y decir que un buen bate o porro de marihuana, no me hace ver las nubes rosas como algodones de azúcar, que sensibiliza mi cuerpo, mi alma, mi esencia o como quieran llamarle a ese aire metafísico que nadie ha de palpar, ¡salud Vallejo por eso!  O el alcohol que hace que mi corazón tenga forma de potro salvaje, que cabalgue con furia entre las líneas que escribo, entre las líneas que a veces lloro, que a veces gozo, que a veces duelen. ¡Dios! es impensable. Pero más impensable es, tratar de parametrar ese halito creativo que te dan esas traviesas sustancias.
Y mi mente sigue taladrando este teclado con estos dedos epilépticos. Y ahora mismo estoy sola y escribo. ¿Se puede escribir con gente alrededor? No es común, pero claro que si, en medio de una clase, en el colectivo, atrás del boleto, en una servilleta, en la palma de tu mano. ¿Se puede beber a solas? Porque no. Es un vomito emocional, un vomito creativo. Recuerdo y rio. Las veces que he visto vomitar a gente ebria de alcohol. Simplemente no se puede evitar, que aquella fuerza nauseabunda salga de nuestras bocas, en la cara de los amigos. Se trata de controlar, por vergüenza, por temor a las burlas posteriores, en la resaca de todo lo vivido y bebido, pero sinceramente no siempre es posible. ¡Entonces Dios!  Al menos a lo que la experiencia, la libertad y el placer de lo gozado.  Se puede amar, follar (con las mentes, con tu mano, con tu pena) escribir, todo a solas o acompañado. Con un gentío a nuestro lado, he brindado, con Edith Piaf, con Fito Paez, con Almodóvar y (yo también quiero ser una chica Almodóvar) juntitos los dos, cerquita de Dios, (con Javier Solís también) se ha bebido, se ha celebrado, se ha llorado, se ha amado.

miércoles, marzo 28, 2012

A la mierda con la universidad


El 26 de Mayo participé en el club de libro en mi biblioteca de Danbury. La lectura: Leviathan de Paul Auster. La novela es una burla contra la clase intelectual que pretende cambiar la sociedad  a través de ensayos, obras de arte y ficciones. Desde el punto fatalista de la novela, los intelectuales son haraganes que prefieren encerrarse en sus torres de marfil a iniciar una revolución o, al menos, una reforma social. Para el autor, el arte no cambia el mundo; adiós a la bonita idea de que el arte es una arma poderosa, especialmente la literatura. Peor aún, si uno trata de cambiar la sociedad a través de acciones fallará porque la vida es un dios cruel que controla nuestro destino.
            Por desgracia, no dije nada de esto a aquellos fieles lectores que se reunieron en el sótano de la biblioteca de Danbury. Hablamos, eso sí, de las intenciones del autor; de lo desquiciado que era el personaje principal, el quijotesco Benjamin Sachs; de lo absurdo de la trama. En fin, fuimos sinceros lectores que debatieron amenamente sobre una novela que gustó a la mayoría.  
Lo mejor de todo es que la reunión no fue “orquestada” por un profesor de literatura estadounidense, ni bajo el auspicio de una universidad. Todos los presentes se reunieron porque disfrutan leer y debatir una buena novela sin la necesidad de tener una “agenda académica.” Ninguno de ellos tuvo que pagar carísimos cursos de literatura o estudiar tediosos tratados de crítica literaria para poder opinar. Las ideas nacieron del gusto de cada lector, de la sincera opinión de cada persona, del deseo natural de dialogar. No hubo necesidad de consultar a un experto en Paul Auster. ¿Para qué? ¿Para que nos sintamos más importantes?  
Cada vez me convenzo de que en esta sociedad analfabeta existen personas que leen por placer y no porque el profesor de literatura lo diga, que admiran a un escritor por decisión personal y no porque un crítico literario lo ha determinado así. Estamos en tiempos donde se piensa que la universidad cura la estupidez, que después de cuatro años tenemos derecho a creernos cultos y sofisticados. No señores. Hay muchos que ingresan estúpidos y salen más estúpidos.

Gimel Zayin



martes, marzo 27, 2012

Emergencia en las páginas de un poeta Latinoamericano


“La poesía es mi mujer
Le he dado todo
No me puede fallar”
Juan Ramirez Ruiz Dixit — Mario Santiago Papasquiaro

¡Tumbarse! ¡Erguirse!
¿Qué paso?
Qué cosas pasan, a las seis de la mañana, por la cabeza de un joven
estudiante de periodismo, amante, 24 años y sin razón alguna
¿qué pasaría por su cabeza?
para relinchar como un caballo
y tropezar para no detenerse por toda la avenida Tacna. Y Wilson. Y seguir
hasta que sus pasos dejen de ser el chasquido de la indiferencia,
pero ¿qué pasaría por su cabeza?
¿en qué estaba pensando?
Cuando se dejó penetrar y eyacularon en su pecho
y lo sacudieron
y comenzó a creer en los amores del 68
y en las uñas desafiantes de unos cuantos poetas ignotos.

¡Tumbarse! ¡Erguirse!
¿Era un ejercicio vital?
o la pirueta de una bestia incontrolable
de aquel que busca sentirse vivo, a cuestas de una familia provinciana.
Él es la maquina
la que no pensó en consecuencias y se dejó llevar por amores sórdidos y libros cochambrosos
la alimaña rastrera que surca litros y litros de alcohol
y, libros y libros de poesía del siglo XX
a sabiendas y reprimendas
de que todo lo ya devorado, es todo lo ya devorado.

¡Tumbarse! ¡Erguirse!
Y no arrastrarse
ni por comida, ni por un pucho a la seis de la tarde.
Se supone que no debe arrepentirse
se supone, pero en qué estaba pensando cuando se le acabó el corazón
y lo busco en los bolsillos
y todo ahí dentro era silencio. Oscuridad.
Se sentó. Vio caer en medio de la sala, la última fotografía de Marlene.
La preciosa Marlene, la que se limpia las uñas con mondadientes
y suspira en la facultad más retorcida del mundo
estaba lejos ahora y la suma de las partes era un total vacío
la suma de recuerdos, no servían de nada
era demasiado tarde
para refregarse los ojos
llorar llorar llorar llorar llorar… ¿a ver, sigue llorando?… llora llora llora
como un maricón, pero llorando.

¡Tumbarse! ¡Erguirse!
De nuevo
¡Tumbarse! ¡Erguirse!
caminando sin dirección aparente
pero caminando y no quieto
¿a la espera de qué?
de un futuro prometedor, dicen
de la tranquilidad, dicen
de no dejarse abollar por las cretinas de 20 años, dicen
de dejarse de huevadas y trabajar, dicen
todo eso dicen y no saben qué más decir
pues ya lo han dicho todo y él sigue escapando
deteriorado y descalzo
corre y se permite intervalos de tiempo para sacudirse las mangas y encender otro cigarrillo
luego sigue corriendo y, contra todo pronóstico, es feliz
cinco veces al día.

¡Tumbarse! ¡Erguirse!
Y terminar de una vez por todas con el ¿qué pasaría por su cabeza?
y respetar
conocer
enloquecer a cada segundo con los poemas de JuanRa
hasta que salga el sol
pero hasta que salga expectorado de su boca
Y no preocuparse por lo que sucederá mañana
No, hasta que sea Lunes, 7 am, sol serrano,  brisa gélida rasgando el rostro
y unos libros respetables bajo el brazo.

Omar Livano

SALVEMOS AMAZONAS!!!


Para los lectores empedernidos Amazonas sigue siendo un hueco por descubrir. Con pocas monedas puedes encontrar verdaderas joyas. Sin embargo, hoy por hoy, vive la dictadura de las maquetas para las ferias de ciencia en los colegios; la  piratería escandalosa de Cohelo; las triquiñuelas de los vendedores que te suben el precio según tus fachas, la soledad de los pocos estantes con buenos y baratos libros. 

¿Vieja Amazonas, dónde estás?


 Escribe Omar Livano

Abelardo es el librero más carero de Amazonas, es cierto. Sin embargo, sigue teniendo en sus estantes, quizá, el mejor conjunto de libros habidos en todo el lugar. Aunque él sabe y lo admite: la competencia ya no es la misma.
¿Cómo así Abelardo?, le pregunto. Su respuesta es aterradora: Ya casi nadie vende libros. ¿Había necesidad de preguntar? Desde el ingreso Amazonas deja de ser el Boulevard popular de la cultura que en épocas pasadas se media puño a puño (verso a verso) con Quilca. Hoy aquel letrero polvoriento y orondo que desde la entrada nos parece decir: “aquí todo ya está hecho”, no se equivoca.
El más ingenuo de los lectores pensara, muy remotamente, que estas palabras que vienen desde los bordes del Rimac, son de alguna manera la sentencia de un objetivo alcanzado: Amazonas cumplió y Lima ahora es Lectolandia. Falso. Las 5 palabras: AQUÍ TODO YA ESTÁ HECHO, no son más que la arenga publicitaria para decenas de escolares – penosamente también universitarios – que acuden a la feria en busca de soluciones fáciles, rápidas, y no muy caras. 

Los puestos azules que algún tiempo fueron el hogar de los lectores más ávidos de nuestra ciudad, hoy se han convertido, en su mayoría, en talleres de maquetas y proyectos de ciencias, repetitivos e inservibles. La pena que chilla el río hablador, es que los visitantes ya no cargan consigo inquietudes y ansias por devorar un buen libro. Ahora se llega con apatía y se va con un pedazo de tecnopor pintado en el más barato de los casos (ojo, que hay maquetas más valorizadas que muchos libros, juntos).

¿Sera este el ejemplo más claro de cómo el pragmatismo facilista nos está dañando? Hace algún tiempo se debatían las bondades y flaquezas de la internet, y muchas opiniones fueron afiladas y puntuales al denunciar a la red como la mandíbula encargada de procesar todo y eximir al internauta de cualquier tipo de raciocinio crítico. ¿No es acaso algo parecido o peor lo que sucede en Amazonas? Tomemos en cuenta que por lo menos un adepto a la internet  tiene (hasta el momento) aun un abanico de posibilidades en cuanto a webs que pueden alimentar sus conocimientos. En cambio el monstruo mercantilista de maquetas y proyectos –reiterativos- de ciencias, va devorando no sólo los stands de Amazonas, sino también la imprescindible manifestación del esfuerzo.

Abelardo me explica que los libros ya no salen como antes y los vendedores, ahora, tienen que vérsela como sea. No podemos denunciar el ingenio que al fin y al cabo es una cualidad presta e irremplazable en el hombre. Sin embargo – en lo personal- me quedo con el ingenio depositado por los miles de autores que antaño solía recoger por aquellos lares de la Av. Abancay. Antes de que las pirañas desborden el río.



sábado, marzo 24, 2012

Tajo en la universidad coherente



Gracias a la buena onda de Aramís -corresponsal de la Universidad Coherente- y, a propósito de sus nuevas ganas de promover la cultura, aparecemos entrevistados en su pagina web. Pueden chekar el artículo entero en la siguiente dirección: (http://universidadcoherente.org/corresponsales-uc/item/396-grupo-literario-tajo-presenta-su-revista-n%C2%BA-5.html) Entre otras cosas, defendemos la ruptura, atacamos las flaquezas de la cultura actual y nos presentamos pal mundo. También pueden ver las palabras del gran Maynor Freyre (escritor y periodista horazeriano) y del inefable Alejandro Carnero (escritor y filosofo)


Saludos Tajadores

miércoles, marzo 21, 2012

lunes, marzo 12, 2012

El alcohol y la literatura

       Ayer tomé whisky , era domingo, un día en que no se debe tomar, pero igual, tomé y me emborraché y fui feliz. Luego, porque así somos los borrachos, le mandé un mensaje a Valentina diciéndole que quería hablarle y que me sentía arrepentido por lo que le hice y que quería pedirle perdón personalmente.  Obviamente, se dio cuenta de que yo estaba borracho, quién diablos te manda un mensaje a las 2 de la mañana,(lo  mismo díria yo: quién diablos te responde un mensaje a las 2 de la mañana). Me dijo para reunirnos el día siguiente y hoy día me acaba de mandar un mensaje diciéndome que no, que ella está muy bien sin mí, que ya lo superó y que no se quiere arriesgar con mi amistad sicótica. Le escribí que me lo merezco, que la cagué y que ahora me siento mejor, por lo menos lo intenté. Sin embargo, yo me pregunto, si hubiera estado sobrio, ¿le habría escrito el mensaje?
Se han escrito tantas cosas sobre la literatura y el alcohol que ya está de más escribir, pero una cosa es leer las experiencias de otros escritores y otra es vivirlas. Es decir, para mí el alcohol se ha vuelto necesario para poder sobrevivir en este mundo. Sobre todo porque aún tengo ganas de soñar y muchas veces la realidad es cruel conmigo: necesito un buen vaso de cerveza para olvidarme de mis angustias existenciales. Cuando bebo me doy cuento que soy sólo cuerpo, que mi alma es una consecuencia de mis funciones fisiológicas y que la vida es una mera novela que tiene que acabar algún día. Todo lo malo que haga, todo lo bueno, todo lo estúpido, ya está premeditado. No hay libre albedrío. Cuando estoy ebrio, me doy cuenta de que todo es consecuencia. Acepto la fatalidad y es más, me río ante ella. Para mí el alcohol es tan necesario como un amigo fiel, como un buen lapicero, como una maquina de escribir (o una laptop).
No soy borracho, no tomo todos los días, pero acepto que olvidar la realidad es necesario. Además, no es lo mismo tomar con amigos que hacerlo solo. Tomar en la soledad es patético, eso si es ser borracho, porque en la soledad la realidad se vuelve más cruel, más inhumana, más trágica. Con los amigos, el llanto se transforma en risa, la risa en llanto. La sinceridad es más sincera y la hipocresía desaparece. Si amas con pasión lo gritas a todo el mundo. Si tienes dos pies izquierdos de repente bailas de la puta madre(o piensas que lo estas haciendo). Si tienes una canción en el corazón y quieres cantarla pues lo haces y hasta te pueden acompañar. La felicidad se hace más concreta.
La resaca es simplemente la vuelta a la realidad, la consecuencia de haber sido feliz. El pago que uno tiene que hacer por no deshumanizarse. Pero es bueno, es bueno cuando uno recuerda aquellas fiestas y noches donde todo era posible, incluso vencer a la muerte. 

Gimel Zayin