El 26 de Mayo participé en el club de libro en mi
biblioteca de Danbury. La lectura: Leviathan de Paul Auster. La novela es una
burla contra la clase intelectual que pretende cambiar la sociedad a través
de ensayos, obras de arte y ficciones. Desde el punto fatalista de la novela,
los intelectuales son haraganes que prefieren encerrarse en sus torres de
marfil a iniciar una revolución o, al menos, una reforma social. Para el autor,
el arte no cambia el mundo; adiós a la bonita idea de que el arte es una arma
poderosa, especialmente la literatura. Peor aún, si uno trata de cambiar la
sociedad a través de acciones fallará porque la vida es un dios cruel que
controla nuestro destino.
Por
desgracia, no dije nada de esto a aquellos fieles lectores que se reunieron en
el sótano de la biblioteca de Danbury. Hablamos, eso sí, de las intenciones del
autor; de lo desquiciado que era el personaje principal, el quijotesco Benjamin
Sachs; de lo absurdo de la trama. En fin, fuimos sinceros lectores que debatieron
amenamente sobre una novela que gustó a la mayoría.
Lo mejor de todo es que la reunión no fue
“orquestada” por un profesor de literatura estadounidense, ni bajo el auspicio
de una universidad. Todos los presentes se reunieron porque disfrutan leer y
debatir una buena novela sin la necesidad de tener una “agenda académica.”
Ninguno de ellos tuvo que pagar carísimos cursos de literatura o estudiar
tediosos tratados de crítica literaria para poder opinar. Las ideas nacieron
del gusto de cada lector, de la sincera opinión de cada persona, del deseo
natural de dialogar. No hubo necesidad de consultar a un experto en Paul
Auster. ¿Para qué? ¿Para que nos sintamos más importantes?
Cada vez me convenzo de que en esta sociedad
analfabeta existen personas que leen por placer y no porque el profesor de
literatura lo diga, que admiran a un escritor por decisión personal y no porque
un crítico literario lo ha determinado así. Estamos en tiempos donde se piensa
que la universidad cura la estupidez, que después de cuatro años tenemos derecho
a creernos cultos y sofisticados. No señores. Hay muchos que ingresan estúpidos
y salen más estúpidos.
Gimel Zayin
No hay comentarios.:
Publicar un comentario