Para
los lectores empedernidos Amazonas sigue siendo un hueco por descubrir. Con pocas monedas puedes encontrar verdaderas joyas. Sin embargo, hoy por hoy, vive la dictadura
de las maquetas para las ferias de ciencia en los colegios; la piratería escandalosa de Cohelo; las triquiñuelas de los vendedores que te suben el precio según tus fachas, la
soledad de los pocos estantes con buenos y baratos libros.
¿Vieja Amazonas, dónde estás?
Escribe Omar Livano
Abelardo es el librero más
carero de Amazonas, es cierto. Sin embargo, sigue teniendo en sus estantes,
quizá, el mejor conjunto de libros habidos en todo el lugar. Aunque él sabe y
lo admite: la competencia ya no es la misma.
¿Cómo así Abelardo?, le
pregunto. Su respuesta es aterradora: Ya casi nadie vende libros. ¿Había
necesidad de preguntar? Desde el ingreso Amazonas deja de ser el Boulevard
popular de la cultura que en épocas pasadas se media puño a puño (verso a
verso) con Quilca. Hoy aquel letrero polvoriento y orondo que desde la entrada
nos parece decir: “aquí todo ya está hecho”, no se equivoca.
El más ingenuo de los lectores
pensara, muy remotamente, que estas palabras que vienen desde los bordes del
Rimac, son de alguna manera la sentencia de un objetivo alcanzado: Amazonas
cumplió y Lima ahora es Lectolandia. Falso. Las 5 palabras: AQUÍ TODO YA ESTÁ
HECHO, no son más que la arenga publicitaria para decenas de escolares –
penosamente también universitarios – que acuden a la feria en busca de
soluciones fáciles, rápidas, y no muy caras.
Los puestos azules que algún
tiempo fueron el hogar de los lectores más ávidos de nuestra ciudad, hoy se han
convertido, en su mayoría, en talleres de maquetas y proyectos de ciencias,
repetitivos e inservibles. La pena que chilla el río hablador, es que los
visitantes ya no cargan consigo inquietudes y ansias por devorar un buen libro.
Ahora se llega con apatía y se va con un pedazo de tecnopor pintado en el más
barato de los casos (ojo, que hay maquetas más valorizadas que muchos libros,
juntos).
¿Sera este el ejemplo más claro
de cómo el pragmatismo facilista nos está dañando? Hace algún tiempo se
debatían las bondades y flaquezas de la internet, y muchas opiniones fueron
afiladas y puntuales al denunciar a la red como la mandíbula encargada de
procesar todo y eximir al internauta de cualquier tipo de raciocinio crítico.
¿No es acaso algo parecido o peor lo que sucede en Amazonas? Tomemos en cuenta
que por lo menos un adepto a la internet
tiene (hasta el momento) aun un abanico de posibilidades en cuanto a
webs que pueden alimentar sus conocimientos. En cambio el monstruo mercantilista
de maquetas y proyectos –reiterativos- de ciencias, va devorando no sólo los
stands de Amazonas, sino también la imprescindible manifestación del esfuerzo.
Abelardo me explica que
los libros ya no salen como antes y los vendedores, ahora, tienen que vérsela
como sea. No podemos denunciar el ingenio que al fin y al cabo es una cualidad
presta e irremplazable en el hombre. Sin embargo – en lo personal- me quedo con
el ingenio depositado por los miles de autores que antaño solía recoger por
aquellos lares de la Av. Abancay. Antes de que las pirañas desborden el río.
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