Ella comenzó diciendo que
no iría lejos, que el amor era un yunque que terminaría aprisionando su
corazón, su cabello, sus zapatos de goma otra vez partidos bajo la noche que
nunca terminaba en esos días y se prolongaban otra vez por la ciudad.
Luego se callo, muda,
mirando sus zapatillas. Lamente no ser tan valiente, tan pendejo, tan suelto.
Ella me decía que me quería. Se leía, claro, entre líneas.
Yo le hablaba de los poetas
y escritores que cruzaban como disparos mis ojos. Ella me decía que me quería,
y yo soltaba, por ejemplo, Machado del hocico. Ella me ofrecía su boca y luego corría, tras
las clases, tras el novio –aun, estaba con uno, y esto era pesadísimo, puesto
que tuvo que romper con él para venir a mí- y nos movíamos por entre los
ramajes, las sombras revueltas, el apestoso peligro de los parquecitos de Santa
Anita. Nos movíamos, nos soltábamos,
éramos libres en los microbuses que arrastraban nuestro cansancio hasta la
casa.
Y olíamos bien, nos olíamos
el dorso de la mano, antes de seguir avanzando por esa maraña de calles y
extensiones.
La punta de mi nariz olía a la punta de su naríz (pues nos saludábamos como dignos pingüinitos, dignos amantes del frío)
La punta de mi nariz olía a la punta de su naríz (pues nos saludábamos como dignos pingüinitos, dignos amantes del frío)
El cielo cortándose como
una boca que ríe, la mañana revuelta en las suelas de los zapatos. Una palabra
bailando sin puntos suspensivos en el fondo de un vaso de café.
Ella comenzó diciendo que
no podría, que tenía que ir muy lejos.
Su deber era la distancia. Su amor el
camino. Su corazón estaba debajito nomás de tanta piel, pero sus pasos eran tan
lejos, y eran tan pasos que marcaban con fuego sus palabras.
Un disparo.
Un disparo.
Entonces los dos en
silencio, como arrepentidos, corremos.
Nos callamos y morimos.
No iré lejos, me dijo, me repite. Y yo no sé que decir.
Mejor, pienso, le canto una canción de Fito. Y se la cante.
No iré lejos, me dijo, me repite. Y yo no sé que decir.
Mejor, pienso, le canto una canción de Fito. Y se la cante.
(La imagen, por cierto, y pa los interesados, es del genial TROCHE. Googleenlo y vean ustedes)
Me hizo trizas...
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