Todo era tan fácil, tan algorítmico: Dormir, comer, a veces leer, comer otra vez, caminar, fumar, volver a dormir. Fue sencillo y placentero acostumbrarme. Pero el futuro -sobre todo el futuro que dicen exitoso- exige retos. Tuve dos opciones: Un humilde, pero respetable, trabajo o LA UNIVERSIDAD. La primera me parecía, aparte de tediosa y exagerada, inútil. Hasta ese momento todo bien ¡Correcto! Ya tenía una decisión, un camino. El examen de admisión fue elemental. Elegí una Universidad con fama de sencilla. Una carrera que oscilaba entre “Buen campo Laboral” y “Papayita” ¡Perfecto!
La Universidad Nacional Federico Villarreal me abrió ambas piernas (portones) oxidadas esa mañana. Hacia frio, Lima era deprimente, nostálgica, pellizcaba el rostro
con sus vientos espesos y llenos de smog. No poseía carnet universitario, frente al guachimán era uno más, de tantos. Él me simpatizo, yo no. Me exigió algún documento. “¡No nos han dado carnet, señor!”. Las palabras no valen nada, él sólo cumple con su trabajo. Y su trabajo es no dejar entrar extraños, menos con ojos desfigurados por la vida y sin porvenir. “¿Certificado de ingreso?” “La hojita naranja, claro, claro. La tengo” Luego de sumergirme en mi mochila, y enrojecer por culpa de las miradas ajenas (Miradas que considere, desde entonces, eternamente enemigas), logre pasar dejando mi DNI. Es colérico descubrir, en una situación tan bochornosa, que fuiste el único a quien se le exigió mostrar algún documento universitario. Vamos descubriendo cosas para entonces. 1: Hubiera preferido laborar como portero, y joder a otro. 2: Necesito un carnet bamba. 3: ¿Ahora qué diablos hago?
Sí, es verdad que mis metas parecían superfluas y hasta comunes. ¡Pero esto era demasiado! ¡Soy un cachimbo! Y la ceremonia de bienvenida y el sandwich con la gaseosa y al menos alguien que me diga cuál es mi salón.
Bien, ya estaba en esto y no podía detenerme, era agradable ver chicas bonitas pretenciosas, traseros moldeados. Era algo. Claro estaba solo, pero al fin y al cabo ahí ESTABA. Los pabellones eran desiguales, colgaban telones sucios con bienvenidas de partidos políticos. Eran como 4 ó 5, pero ninguno ayudaba en la búsqueda de mi salón. Preguntando llegue a la escuela de la especialidad. Una mujer minuciosamente maquillada y minuciosamente gorda me miro con aire de superioridad, por encima de sus lentes. “Que desea jovencito” “Quiero saber cuál es mi salón” “Especialidad” Mi especialidad es meterme en líos, pero respondí “Lengua y Literatura” “Ah muy Bien”. Se instalo un silencio de unos 10 minutos. “Perdón, ¿Cuál es mi salón?” “Fíjese afuera esta la lista”.
La odie. Pensé que ya seria tarde y llegar tarde a la primera clase, no había estado en mis planes. Yo quería sentarme al fondo, donde nadie me pueda ver, donde yo juzgara a los demás, donde yo fuera el rey. Un rey que no había desayunado, por cierto. Había un cafetín, como el del colegio pensé, con dulces de colores fluorescentes, chizitos con regalos, arrocillo, algo, lo que sea. ¡Tengo hambre! “Dos soles la hamburguesa, dos soles el jugo”. Mire con cierta nostalgia mi bolsillo, y fuera del boleto de la combi solo tenía: S/. 1.50 “Una galleta soda, por favor”.
Arroje la galleta al fondo de la mochila para que se pierda como yo lo hice. Al menos sabía que mi pabellón era el B, piso 7, aula 6. Camine despacio tratando de imitar el talante universitario. Mientras subía los primeros escalones, me consolé en el mito del primer día de clases. Ese que dice: Nadie va, y si es que van no llegan temprano.
Segundo piso, tercero, cuarto ¡No pueden poner un ascensor! Ahora, buscar mi salón. Bien, aula 1, aula 2, aula 3 –Ya todo parece fácil- aula 4, aula 5 y el baño ¿AULA 6? Si no me arroje del balcón fue solo por no querer desperdiciar la galleta. Pensé en regresar a casa y volver al día siguiente o la semana siguiente o cuando noten mi ausencia y me llamen.
Pero no era el único, y eso me mantenía en pie. Un grupo de dos chicas y un chico se nos acercaron, nos dijeron que pertenecían a un movimiento político, que nos ayudarían, bla bla bla. No sentaron en fila sobre carpetas marrones y pintarrajeadas. Nos hablaron de la UNFV. Porque no nos habían asignado un salón. De los créditos extracurriculares. Del tercio estudiantil. “Pero solo somos cachimbos”. Y eso a quien le importa. Saque mi galleta, estaba tan destrozada, como yo.
La Universidad Nacional Federico Villarreal me abrió ambas piernas (portones) oxidadas esa mañana. Hacia frio, Lima era deprimente, nostálgica, pellizcaba el rostro
con sus vientos espesos y llenos de smog. No poseía carnet universitario, frente al guachimán era uno más, de tantos. Él me simpatizo, yo no. Me exigió algún documento. “¡No nos han dado carnet, señor!”. Las palabras no valen nada, él sólo cumple con su trabajo. Y su trabajo es no dejar entrar extraños, menos con ojos desfigurados por la vida y sin porvenir. “¿Certificado de ingreso?” “La hojita naranja, claro, claro. La tengo” Luego de sumergirme en mi mochila, y enrojecer por culpa de las miradas ajenas (Miradas que considere, desde entonces, eternamente enemigas), logre pasar dejando mi DNI. Es colérico descubrir, en una situación tan bochornosa, que fuiste el único a quien se le exigió mostrar algún documento universitario. Vamos descubriendo cosas para entonces. 1: Hubiera preferido laborar como portero, y joder a otro. 2: Necesito un carnet bamba. 3: ¿Ahora qué diablos hago?
Sí, es verdad que mis metas parecían superfluas y hasta comunes. ¡Pero esto era demasiado! ¡Soy un cachimbo! Y la ceremonia de bienvenida y el sandwich con la gaseosa y al menos alguien que me diga cuál es mi salón.
Bien, ya estaba en esto y no podía detenerme, era agradable ver chicas bonitas pretenciosas, traseros moldeados. Era algo. Claro estaba solo, pero al fin y al cabo ahí ESTABA. Los pabellones eran desiguales, colgaban telones sucios con bienvenidas de partidos políticos. Eran como 4 ó 5, pero ninguno ayudaba en la búsqueda de mi salón. Preguntando llegue a la escuela de la especialidad. Una mujer minuciosamente maquillada y minuciosamente gorda me miro con aire de superioridad, por encima de sus lentes. “Que desea jovencito” “Quiero saber cuál es mi salón” “Especialidad” Mi especialidad es meterme en líos, pero respondí “Lengua y Literatura” “Ah muy Bien”. Se instalo un silencio de unos 10 minutos. “Perdón, ¿Cuál es mi salón?” “Fíjese afuera esta la lista”.
La odie. Pensé que ya seria tarde y llegar tarde a la primera clase, no había estado en mis planes. Yo quería sentarme al fondo, donde nadie me pueda ver, donde yo juzgara a los demás, donde yo fuera el rey. Un rey que no había desayunado, por cierto. Había un cafetín, como el del colegio pensé, con dulces de colores fluorescentes, chizitos con regalos, arrocillo, algo, lo que sea. ¡Tengo hambre! “Dos soles la hamburguesa, dos soles el jugo”. Mire con cierta nostalgia mi bolsillo, y fuera del boleto de la combi solo tenía: S/. 1.50 “Una galleta soda, por favor”.
Arroje la galleta al fondo de la mochila para que se pierda como yo lo hice. Al menos sabía que mi pabellón era el B, piso 7, aula 6. Camine despacio tratando de imitar el talante universitario. Mientras subía los primeros escalones, me consolé en el mito del primer día de clases. Ese que dice: Nadie va, y si es que van no llegan temprano.
Segundo piso, tercero, cuarto ¡No pueden poner un ascensor! Ahora, buscar mi salón. Bien, aula 1, aula 2, aula 3 –Ya todo parece fácil- aula 4, aula 5 y el baño ¿AULA 6? Si no me arroje del balcón fue solo por no querer desperdiciar la galleta. Pensé en regresar a casa y volver al día siguiente o la semana siguiente o cuando noten mi ausencia y me llamen.
Pero no era el único, y eso me mantenía en pie. Un grupo de dos chicas y un chico se nos acercaron, nos dijeron que pertenecían a un movimiento político, que nos ayudarían, bla bla bla. No sentaron en fila sobre carpetas marrones y pintarrajeadas. Nos hablaron de la UNFV. Porque no nos habían asignado un salón. De los créditos extracurriculares. Del tercio estudiantil. “Pero solo somos cachimbos”. Y eso a quien le importa. Saque mi galleta, estaba tan destrozada, como yo.
Sigan asi muchachos. Mucha paja pero buena, asi se hace camino:D
ResponderBorrarMuy bueno, Omar. Todos los cachimbos pasamos por eso: el primer día, para mí, fue DESASTROSO, quise nunca volver, pero ya me ves, a mitad de carrera :)
ResponderBorrarSigue así, amigo, la página se hace conocida y eso es gracias al esfuerzo de todo tu grupo. Felicidades.