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jueves, enero 24, 2013

"caminar, leer, soñar, dormir un poco..."





Texto leído en el homenaje a Javier Heraud (23/01/13) 

Por:

J.B.A



PREGUNTO, sin ánimos de joder a nadie, ¿qué nos queda de Javier Heraud? Y, siguiendo con esto, ¿qué se esconde detrás de los muchach@s que piratean sus poemas y lo defienden sacando los dientes cada vez que alguien osa macular su nombre  en vano? Esos loquillos que hace poquito no más querían apanar al poeta Rodolfo Hinostroza porque dijo que Heraud había dicho que era un pituquito acomplejado. Esas loquillas que sueñan con tener su coherencia, mientras releen su obra completa en ediciones anticuchas, apolilladas (quizá la que Peisa editó el gobierno de Velasco) pasadas de mano en mano, que de tanto subrayar ya son un mamarracho de hojas espesas con olor a naftalina. Esos y esas, ¿Qué los sigue moviendo? ¿Cuál es el color de su ímpetu? ¿De donde viene tal vehemencia? ¿Qué hay detrás de uno de los mitos más grandes de los últimos años de las letras peruanas? ¿Cuál es su cau cau?

Mito, que fea, la verdad, ¡que fea palabra es la palabra mito! Me recuerda a enclenques clases de Historia, a profesores aletargados que olían a pis, a todo eso que se repudia cuando la rebeldía escupe sus canciones en la oreja. Y esto de la rebeldía te debe sonar clarito, más claro que los ríos de Macondo, mi querido Javicho… Y esto no es una clase más, aunque parezca. Vaya que parece, tanta gente sentada, acomodando el culo, esperando paciente las ponencias, declamaciones, canciones, intervenciones y demás ones… Toda esa maraña de afectos intelectualoides a nombre de uno de sus vates (con uve no con be, porseaca) más admirados. De seguro, si estuvieras aquí no aguantarías las ganas de salir corriendo, de buscar la vida en otras partes, de ir–como dice Angel Guinda- donde nacen las utopías.

Pero mejor sigo y sigo: ¿Qué mueve a los viejos anarquistas, los sindicaleros, los muchachos del Partido de la Ternura, las muchachas desesperadas e incondicionales a las pinturas, los loquitos que todavía creen que la poesía es un relámpago maravilloso, a todas estas personas que hoy han dejado de lado el internet y la buena vida y  han venido a tu homenaje? 

¿Qué hay detrás? 

¿Qué hay detrás de todos esos cacasenos que, muy estudiosos, ubican una vida apurada e indómita (como un río) dentro de años, preguntas para ingresar a la universidad, claves para aprobar el curso de Literatura? 

Quizá detrás de estos últimos haya caca, pero de los otros, de los soñadores que te siguen, Javicho 

¿Qué hay?




Mejor no sigo porque el calor y la verborrea aburre, cansa, agota Javicho, este miércoles que no habrá tortas ni velas en tu entierro, ni el eterno e insípido sapoverdetuyu ni los abrazos asfixiantes que vienen a contrarrestar el vacío del espíritu, pero si hay calor, calor y solemnidad, y miedo y una inflación a la vuelta de la esquina y una sociedad hipócrita, ensimismada, tenue y fea como una máquina de afeitar vieja y una clase política hastalashuevas que jode y jode y jode y unos intelectuales regocijados en sus rabiosas conspiraciones para escribir mejor que Vargas Llosa y…

Oh, pero me desvíe del tema y, pa concha, no resuelvo la pregunta del crucigrama ¿qué nos queda de Javier Heraud?...  Empecemos por algún lado. Hay una respuesta. Una al menos. Y es apurada y sencilla: poeta, joven y muerto. Un trío que hace delirar. Deliremos juntos. El recuento de otros literatos que siguieron esta senda puede ser de paporreta, igual hagamos memoria: Roque Dalton, Andrés Caicedo, Lucho Hernández, incluso Conti y el autor de Con el diablo adentro…Etc, etc y de nuevo etc. 

Ahora, cortemos, sin bisturí, las tres consignas.  



UNO: Poeta



Como poeta Javier Heraud mostró una sencillez y sinceridad difíciles de situar dentro de la poesía peruana y, por que no, latinoamericana. Sencillo, pero no tonto; sencillo, pero no cursi. Por eso días, días en los cafés del centro y el Patio de Letras de San Marcos,  se respiraba la influencia de la poesía española (Salinas, Quevedo, Lorca, Machado especialmente), la anglosajona (Eliot sobre todo) y la ubicua poesía del dúo Vallejo/Neruda, dos caminos disimiles y abiertos. Y Heraud era un lector compulsivo, promiscuo, opíparo. Lo tenía claro, no se hacía roches: quería escribir sencillo. Sin artilugios poéticos ni volteretas sensacionalistas. Para tod@s. Lo suyo, al menos en sus primeros poemarios, era el verso libre y directo. El Río –su primer poemario- es una muestra, un ápice, de la fuerza que podía recaer sobre palabras silvestres, como guijarros, pero bien compactas. Sobre sus versos repercuten los versos de Machado y, sobre los dos, los de Manrique

Muestra precocidad de poeta. Tenía 17 años. Podemos asumir – apresuradamente- que los poetas, a diferencia de los narradores (que pueden ir puliéndose a medida que el tiempo avanza), son más cercanos a eso que algunos llaman don y otros talento. Lo que no quiere decir que todo venga de generación espontanea, no. Las condiciones estaban echadas: ingreso a la Católica a los 16 años a estudiar derecho (por un lado). Y por otro, más bien intuitivo, tenía una sensibilidad especial. Sumas que dan una suerte de Rimbaund lorcho, una especie de artista adolescente que, como los cohetes de los cuales hablaba Jack Kerouac, iba a ser una ráfaga en el aire, hermosa y efímera.

Poesía que se despuntaba para SER pero en su transcurso ya ERA grande. No soy un crítico literario y los juegos de inter/textualidad y demás mamadas las pueden encontrar en libros anillados que venden frente a las universidades. O consultando con Wikipedia. Debo decir, eso sí, algo más. Y esto es un recuento inevitable, quizá el momento filing de mi entre comillas ponencia. Es un recuerdo.

Lo primero que leí de Javier fue un poema en fotocopia que nos entrego un imberbe profesor de literatura en el último año de colegio. Era un profesor que todavía no había acabado la universidad y necesitaba de las separatas para contrarrestar los vacíos de sus clases. Nos enseñaba de García Márquez y Neruda mientras el sudor corría por su espina dorsal.  Era ese poema lacrimógeno sobre el otoño.

Era el poema. 

Y no es que esto me haga llorar… decía esa voz grácil y triste, al borde de lo solemne y tierno. 

Ese, por un lado, y el por otro, el folleto que me presto mi amigo Oscar en la academia. Un folleto amarillento que contenía el Río, que leí caleta en la clase de aritmética y  fotocopie ni bien salimos de la Aduni. Para mí el Rio solo me sonaba a una banda de “rock” hastaelqueso que escuchaban los chimuelos que hacen su fiesta de promoción. Este río era distinto: fluía, fluía, fluía. Y, a veces, era tierno y otras salvajes. Los dos momentos, dejaron una marca rebelde e indeleble, esa voz que dejo una marca en mis adentros, casi casi parecida al rock de Charly García o a los besos de la ardilla Mara, una de esas que te hacen decir, puta esto era exactamente lo que buscaba, o ¿esto es poesía? Fueron –como dice Alberto Fuguet- una epifanía. Yo que - hasta entonces- pensaba que la poesía era pura palabra enrevesada o idiota como la de Chocano. Pero sí, era poesía y de la buena y de la grande. Y era mía. Y llegó cuando más la necesitaba, cuando buscaba una fe, un símbolo de paz, algo a lo que asir esa vorágine (estúpida) llamada adolescencia.  

Sigamos con el trío. 

DOS: Joven

2013 marca el calendario, los putos Mayas se equivocaron. No hubo fin del mundo porque ya estamos en él.  No me miren mal, pero creo firmemente –como creía Gardel- que el mundo fue y será una porquería. Lo dice un joven con  la misma edad que tenía Javicho cuando lo mataron. 21 años. Para los que partimos del hachazo que significó el internet en nuestras vidas –horas y horas regadas en el sano hueveo- no podemos entender lo que significa ser consecuente con los ideales. Ser joven ahora es ser normal, pertenecer a un modelo. La rebeldía se vende en la misma tienda donde compras el pan y la cerveza. Ser joven y rebelde es casi un cliché. No hay ideales.

Ideales que Javier tenía, claro. No importa (y que me disculpen los más viejos) de que tipo o calaña eran. Lo que importa es que los tenía. Y esto precisamente es de lo que carecemos en estos tiempos del facebook: convicciones, consecuencia, valor. Ideales que no lo hacen un mito (volvamos a la fea palabra) no, sino un ser humano complejo y sencillo, contradictorio. Javier no es un mito, no, nicagando, fue real y, por eso, imperfecto. Se enamoro, la cagó, fue egocéntrico, tierno, espontaneo. En fin.

No puedo dejar de evocar aquel momento estridente, el momento de su muerte. En el libro que publicó su hermana Cecilia (Vida y muerte de Javier Heraud, libro que me robé en un stand de Quilca) el pasaje de la muerte aparece nítido, con distintas versiones pero de un solo color: blanco. Cuenta los entretelones antes de la muerte. Un grupo de barbudos que llegan a un hospedaje en Puerto Maldonado. La policía los descubre y persigue. Javier se interna junto a un amigo en la selva. Pasa una noche entera ahí, la víspera de su muerte. A veces me he preguntando cuales fueron las últimas ideas que pensó, como fue soportar esa noche en el corazón de la selva, solo, temblando, aguijoneado con el sonido de las chicharas.

Javier, ante los soldados que lo perseguían en el río de Puerto Maldonado, en ese último rapto de vida, antes del dun dun, alzo una especie de bandera blanca. Lo que quiero decir es que Javier no quería morir. No tengo miedo de morir entre pájaros y arboles, dijo.  Y de esto, aunque no tenga nada con que sustentarlo salvo mi buena fe y mi intuición, estoy completamente seguro: yo creo que si tenía miedo. Javier hubiera preferido seguir respirando este aire con smog, sucio aire cargado de vidrios rotos, apestoso, pero vivo. Vivir vivo, decía Juan Ramírez Ruiz. Y eso es lo que pienso. Inmolarse para ser mito parece un peso que cargamos desde que Tetis le dijo a Aquiles que su destino era la muerte a cambio de la inmortalidad. Aquiles lo sabía y fue a Troya. Javier no tenía planeado morir. Javier no lo sabía. Sus planes eran más sencillos: cambiar el mundo. O si quiera intentarlo. Pero ya no esta. Es una respuesta que cae de madura, para los que amamos la vida (Javier era uno de ellos) la muerte es detenerse. Inmolarse, no, no se inmolo, lo mataron. Su coherencia fue seguir en lo que pensaba era el único camino, equivocado tal vez, pero camino a fin de cuentas.

Y esto, como un efecto domino, hace que estemos aquí. Hoy. Como también están los colegios, libros, calles, pueblos, personas y entes que llevan tu nombre, que cargan ese homenaje tácito y anónimo, ese destello que lo hace no morir 2 veces, que es como mueren los que son olvidados. Y estamos aquí y aquí nos vamos a quedar.

Volvamos al trío. 

TRES: muerto

Ya lo dije hace instantes. Hay toda clase de versiones e ideas frente al encuentro con la pelona. Ufff…Recuerdo que Octavio Paz decía que la muerte justificaba la vida, por ende, morir debe ser un acto glorioso. También están quienes, como Caicedo, le ponen fecha. Asunto poco recomendable aunque igual de admirable. Otros, como Bioy Cáceres afirman que todos somos héroes porque vamos a morir. Y hay quienes como Melquiades se aburren de la muerte y vienen a visitar a los vivos. Morir es un misterio. Por eso hay que tocar madera. O, si somos más bien materialistas, no dejar de creer en la materia. Persignarnos a nombre de la materia. En el nombre del átomo, de la mecánica cuántica… etc.

Morir. Morir joven. Y, de nuevo, regresemos, después de estos comerciales, a la pregunta del millón, perdón, de rigor, la del inicio, la neurálgica, la que empezó todo esta cháchara onanista, todo este bullicio de joven adicto a la poesía, de sueños punzocortantes, ¿Qué nos queda de Javier Heraud?

Lo repito: su consecuencia. Sea cual sea nuestra utopía uno debe entregarse sin tregua, como se entregan los amantes a la hora del amor, a eso que es hacer lo que piensas, a eso que es actuar según tu ritmo. Nos queda su consecuencia y algunos bellos poemas, y ese rostro de triste alegría, agridulce, de muchacho jubiloso que guardo en una botella un papel con un mensaje y luego lo encerró en el cemento de la columna de su casa; ese pájaro atrevido que le dijo a Calvo que era mejor poeta que él; el loquito que vagabundeó sin dinero ni esperanzas por un París mugroso donde conoció a Vargas Llosa y a Luis Loayza; ese muchacho que, en las cartas que le enviaba a su amigo Degale, afirmó “La vida es complicada, hermano Dégale. Pero para mí se ha tornado como el agua de una fuente cristalina, es decir, pura. Ya he pensado qué haré el resto de mi vida: caminar, leer, soñar, dormir un poco, escribir, conversar con mis amigos en las cantinas, reír otro poco. No estudiaré derecho ni seré un hombre de provecho. ¡Qué importa! Pero: seré feliz a mi modo, y habré ganado mi batalla, mi única batalla, mi insólita esperanza. No desesperes. La vida no ha terminado y recién comienza para ti y para mí”

Salud Javier, imagino las rumbas que debes tener con César, Alejandro, Toño, y otros locos que hacen sulfurar a San Pedro, y se me hace agua a la boca. Agua salada, agua que rebasa. Agua de la cual salen corriendo los ríos. Agua de la cual no has de beber. El río. Ese río de tu nombre que cruza la pista de Alfonso Ugarte y atraviesa el Metropolitano, se toma un emoliente con menta en la esquina, sube las escalinatas de la entrada del Centro Guadalupano, penetra sigiloso por entre la gente y me viene a mojar estas manos, unas manos –mis manos- –mis manos- que si tienen miedo de morir entre pájaros y arboles. 

13 comentarios:

  1. El silencio se hizo sonar, al escuchar al Poeta guerrillero, en versos que declaman ideales de libertad y en la naturaleza logró escuchar las sombras y los días, como un devenir de fantasías que desoló y terminó el brío, mas nunca el porvenir de su poesía. Manrique Miranda, Denisse - Mariño sulca, Anyela - Ramos Campos, Brenda - UNFV.

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  11. a veces frente al peligro o la muerte eminente, nuestra mente ensaya mecanismos de defensa, o de supervivencia, que no le hace a uno menos valiente; el Che también se rindió y lo abatieron.
    si ya esta probado su arrojo y valentía, en el ultimo instante solo quieren robarle unos minutos , días, años a la muerte, para seguir luchando... por otros.
    Nuestra historia esta plagada de personajes corruptos, traidores, felones, maricones (cobardes), Pierolas, Pardos, Garcias, Fujimoris, etc. Pero también de lealtad, justicia, valentía, de Grau, Carrión, Heraud, son pequeñas esperanzas que nos permite seguir soñando a los que todavía nos da asco nuestro presente.
    Maribel Conde Carbajal- UNFV

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  12. a veces frente al peligro o la muerte eminente, nuestra mente ensaya mecanismos de defensa, o de supervivencia, que no le hace a uno menos valiente; el Che también se rindió y lo abatieron.
    si ya esta probado su arrojo y valentía, en el ultimo instante solo quieren robarle unos minutos , días, años a la muerte, para seguir luchando... por otros.
    Nuestra historia esta plagada de personajes corruptos, traidores, felones, maricones (cobardes), Pierolas, Pardos, Garcias, Fujimoris, etc. Pero también de lealtad, justicia, valentía, de Grau, Carrión, Heraud, son pequeñas esperanzas que nos permite seguir soñando a los que todavía nos da asco nuestro presente.
    Maribel Conde Carbajal-

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  13. a veces frente al peligro o la muerte eminente, nuestra mente ensaya mecanismos de defensa, o de supervivencia, que no le hace a uno menos valiente; el Che también se rindió y lo abatieron.
    si ya esta probado su arrojo y valentía, en el ultimo instante solo quieren robarle unos minutos , días, años a la muerte, para seguir luchando... por otros.
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    Maribel Conde Carbajal-

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