Nosotros que queríamos vivir
sencillamente….
pronunciar las palabras que vencen a la muerte….
(Sabina)
sencillamente….
pronunciar las palabras que vencen a la muerte….
(Sabina)
Al
principio no me lo quiso recibir, argumentando que tenía
mucho
que leer como para perder el tiempo en alguien que no es
conocido.
Este crítico es como la humanidad. Rechaza y después
canoniza.
Primero mata cruelmente para después llorar sobre tumbas
frías.
(El CAMINO, EL AMOR Y UN CARTERO)
La vida.
Esa que aprendimos a beber de la mano de las calles, en los parquecitos, conociendo el cemento, el cielo anubarrado, la idiotez de la sociedad. La vida que es mirar. De eso esta formado "El camino, el amor y un cartero" poemario de Alex Alejandro Vargas. De unas ganas agridulces de estar vivo. Y estar vivo, claro, es cometer torpezas, ser cursi, no darle límite a la inocencia.
Lo leí, hace unos años, mientras un bus me llevaba inexorable al
trabajo de todas las mañanas. Con la frente marchita y el rabo entre las
piernas era profesor de Lengua y Literatura. Para darme ánimos -Los necesitaba
urgentemente-, me torne lector de bus. Los
lectores de bus no pueden leer filosofía, ni libros muy densos, o literatura decimonónica.
Los lectores de bus o chapan cuentos o
poemarios. ¿Se puede leer a Joyce escuchando Claroqueteclavolasombrilla?
Escondido tras un
libro, era fácil no pagar pasaje, y despistar a la tristeza mañanera. Ya
cuando se ponían moscas y pedían los boletos para comprobar no decía esta boca es mía. Nunca dije
esta boca es mía. Me hacía el loco. O me
ponía a buscar de nuevo, de nuevo, una y otra vez, pero nada. Disculpe señor,
se me cayo. Finalmente, cansados de mí,
seguían de largo y yo feliz de la vida.
Una de esas mañanas nubladas, abrí de súbito ese librito –librito
por su tamaño y por su ternura- La portada, a cargo de Fito Espinoza, era una
delicia: dos niñitos tirados en el pasto verde a ojos cerrados. Mis lecturas, quizá, no eran del todo tiernas.
Estaba en mi época de HoraZero, Beatnik, Celine. Mi época de a la
mierda los demás y prohibido prohibir. Pero cuando algo bueno llega uno sabe
sentir su trascendencia. Y hacerle un espacio en el corazón.
Lo primero que capte fue la trama. ¿Cuándo un poemario era, a demás de una selección de poemas, una
historia? ¿Qué tan pensando estaba todo eso? ¿Y quién era Alex Alejandro? ¿Alejandro
era su segundo nombre o su apellido?
Cansado
de buscarme, decidí tomar mi bolso de cuero y
salir a
caminar por el mundo para encontrar lo que uno
busca
sin saberlo.
Sí, no sólo
mostraba, sino contaba. Había estructura y fondo. Al píe de pagina de cada
poema explicaba su fin y contaba una historia. Y lo que contaba me tocaba con agujas de vudú.
La idea era la de
un cartero que se desplaza por el mundo dejando poemas –poemas que son cartas-
y en cada uno para abrir una nueva ventana, ordenar la casa, tocar las puertas.
La sinceridad, el
mundo, la vida, los conflictos sociales, la revolución, el Che, la
contemplación, el volver a mirar, el “volver
a vivir sencillamente”. El cielo, los marineros que eran tristes para todos
pero mágicos porque vivían poéticamente,
los niños que sólo deben ser niños, el amor como esa lengua que irrumpe en
todo, el amor como la única canción
posible, y las cartas que van llegando a todos, pero que solo tienen un único
fin: dejar de sufrir, orear el sufrimiento, a cambio de unas ganas inmensas de
vivir. Todo condensando en poemitas que,
aunque rosen con lo cursi y lo infantil (en el buen sentido de la palabra), son
ternura y canción.
Escribo
por agonía,
porque no
puedo expresar
lo que
llevo atravesado en mi garganta,
porque las palabras me parecen inexactas.
Y Alex, tiempo después,
me lo diría en secreto: en realidad, el cartero soy yo. Esta es mi historia. La
historia de mi vida.
Orlando Felix, mi pata
de la universidad, me dijo algunas cosas sobre el libro. Se lo preste al otro
día de leerlo, muy entusiasmado. En el patio central, en el mediodía caluroso,
Orlando se lo leyó de un porrazo. Casi lloró, me confeso, y le creí.
Luego, conversando,
me dijo que no sobrevive a una segunda lectura. Sin embargo, sería el libro que
le daría a un niño que empieza a vivir. Vivir. Y retomamos esta palabra, Alex,
porque, aunque la felicidad es un lugar hermoso, también es un estado, no sólo
de contemplación, sino de acción. Gracias Alex, haces que la poesía retome su
curso, no sólo exaltación lírica, vanguardia tonta, pose y estupidez, sino
sentimiento. Y de cojones y con carajos, porque sentir no te hace menos. Sentir
es más. Y tus poemas cumplen esto. Por eso, gracias, a demás y todavía.
BONUS TRACK
-Formas de leerlos: Leer escuchando Los Panchos. Leer en el bus. Leer en la arena. Leer en al aire. Leer en el pasto. Pero leerlo.
-Puntaje: un número que no se lo digo nadie.
-Pagina donde bajar el libro gratis:
Escritor por Matías Aznar
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