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domingo, enero 29, 2012

Memorias de un lector de bus




Nosotros que queríamos vivir
sencillamente….
pronunciar las palabras que vencen a la muerte….
(Sabina)

Al principio no me lo quiso recibir, argumentando que tenía
mucho que leer como para perder el tiempo en alguien que no es
conocido. Este crítico es como la humanidad. Rechaza y después
canoniza. Primero mata cruelmente para después llorar sobre tumbas
frías.
(El CAMINO, EL AMOR Y UN CARTERO)


La vida. 

Esa que aprendimos a beber de la mano de las calles, en los parquecitos, conociendo el cemento, el cielo anubarrado, la idiotez de la sociedad. La vida que es mirar. De eso esta formado "El camino, el amor y un cartero" poemario   de Alex Alejandro Vargas. De unas ganas agridulces de estar vivo. Y estar vivo, claro, es cometer torpezas, ser cursi, no darle límite a la inocencia. 

Lo leí, hace unos años, mientras un bus me llevaba inexorable al trabajo de todas las mañanas. Con la frente marchita y el rabo entre las piernas era profesor de Lengua y Literatura. Para darme ánimos -Los necesitaba urgentemente-, me torne lector de bus.  Los lectores de bus no pueden leer filosofía, ni libros muy densos, o literatura decimonónica.  Los lectores de bus o chapan cuentos o poemarios. ¿Se puede leer a Joyce escuchando Claroqueteclavolasombrilla?

Escondido tras un libro, era fácil no pagar pasaje, y despistar a la tristeza mañanera.  Ya cuando se ponían moscas y pedían los boletos para comprobar  no decía esta boca es mía. Nunca dije esta boca es mía. Me hacía el loco.  O me ponía a buscar de nuevo, de nuevo, una y otra vez, pero nada. Disculpe señor, se me cayo.  Finalmente, cansados de mí, seguían de largo y yo feliz de la vida.

Una de esas mañanas nubladas, abrí de súbito ese librito –librito por su tamaño y por su ternura- La portada, a cargo de Fito Espinoza, era una delicia: dos niñitos tirados en el pasto verde a ojos cerrados.  Mis lecturas, quizá, no eran del todo tiernas. Estaba en mi época de HoraZero, Beatnik, Celine. Mi época de a la mierda los demás y prohibido prohibir. Pero cuando algo bueno llega uno sabe sentir su trascendencia. Y hacerle un espacio en el corazón.

Lo primero que capte fue la trama.  ¿Cuándo un poemario  era, a demás de una selección de poemas, una historia? ¿Qué tan pensando estaba todo eso? ¿Y quién era Alex Alejandro? ¿Alejandro era su segundo nombre o su apellido?

Cansado de buscarme, decidí tomar mi bolso de cuero y
salir a caminar por el mundo para encontrar lo que uno
busca sin saberlo.

Sí, no sólo mostraba, sino contaba. Había estructura y fondo. Al píe de pagina de cada poema explicaba su fin y contaba una historia.  Y lo que contaba me tocaba con agujas de vudú.

La idea era la de un cartero que se desplaza por el mundo dejando poemas –poemas que son cartas- y en cada uno para abrir una nueva ventana, ordenar la casa, tocar las puertas.

La sinceridad, el mundo, la vida, los conflictos sociales, la revolución, el Che, la contemplación, el volver a mirar, el “volver a vivir sencillamente”. El cielo, los marineros que eran tristes para todos pero mágicos porque vivían poéticamente, los niños que sólo deben ser niños, el amor como esa lengua que irrumpe en todo, el amor como la única canción posible, y las cartas que van llegando a todos, pero que solo tienen un único fin: dejar de sufrir, orear el sufrimiento, a cambio de unas ganas inmensas de vivir.  Todo condensando en poemitas que, aunque rosen con lo cursi y lo infantil (en el buen sentido de la palabra), son ternura y canción.

Escribo por agonía,
porque no puedo expresar
lo que llevo atravesado en mi garganta,
porque las palabras me parecen inexactas.

Y Alex, tiempo después, me lo diría en secreto: en realidad, el cartero soy yo. Esta es mi historia. La historia de mi vida.

Orlando Felix, mi pata de la universidad, me dijo algunas cosas sobre el libro. Se lo preste al otro día de leerlo, muy entusiasmado. En el patio central, en el mediodía caluroso, Orlando se lo leyó de un porrazo. Casi lloró, me confeso, y le creí.
Luego, conversando, me dijo que no sobrevive a una segunda lectura. Sin embargo, sería el libro que le daría a un niño que empieza a vivir. Vivir. Y retomamos esta palabra, Alex, porque, aunque la felicidad es un lugar hermoso, también es un estado, no sólo de contemplación, sino de acción. Gracias Alex, haces que la poesía retome su curso, no sólo exaltación lírica, vanguardia tonta, pose y estupidez, sino sentimiento. Y de cojones y con carajos, porque sentir no te hace menos. Sentir es más. Y tus poemas cumplen esto. Por eso, gracias, a demás y todavía.

BONUS TRACK


-Formas de leerlos: Leer escuchando Los Panchos. Leer en el bus. Leer en la arena. Leer en al aire. Leer en el pasto. Pero leerlo.

-Puntaje: un número que no se lo digo  nadie.

-Pagina donde bajar el libro gratis:

Escritor por Matías Aznar

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