Mozart alguna vez dijo,
“el verdadero genio sin corazón es un contrasentido. Ni la inteligencia, ni la
imaginación, ni las dos reunidas hacen al genio. Sólo el amor puede hacerlo.”
Leí esta cita en el parque de la exposición, mientras estaba esperando infructuosamente
a una chica que nunca vino. Proviene de la biografía de Beethoven, de André
Gauthier.
Beethoven era un rebelde
sin causa en su época. Era “testarudo y tan indócil, que tuvo que aprender por
dura experiencia lo que nunca quiso aceptar como objeto de una lección.” En
otras palabras, prefería que la dura realidad le enseñare, que aprender de un
profesor en la comodidad de una aula, con su carpetita, su motita, su manzanita
y pan con jamonada de mami. Beethoven era un anarquista de la
creación artística. ¡Alas! No sólo la terquedad lo caracterizaba sino que
era un súper dotado. A los veinte y dos años ya asombraba a la cultísima
sociedad vienesa.
Sin embargo, su genialidad la repotenciaba con duro trabajo
y amor.
Trasladándonos a la literatura, Un aprendiz de ficción o de poesía podrá ser inteligente e
imaginativo, pero sin el amor, sin este combustible que haga
funcionar exponencialmente la creación, sin ese sol que ilumine el camino más
oscuro, ¿cómo es posible que llegue a la genialidad?
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