O sobre “El secreto de la trapecista”
Malaga esmeroso con su prosa abrumadoramente poética por momentos, pizcas, mejor dicho pizcones, de humor negro y ternura por doquier, va repitiendo incansablemente las características a modo de nombres de los seres extraordinarios que por cierto no tenían nombres.
En los límites de la carpa sus vidas asumen roles de cooperación, solidaridad, armonía, la búsqueda de un solo fin: "salvar el circo". Como contracara a esto la situación política post-independencia es un espejo del problema más constante y más jodido de este país: La desunión.
Sera por esta variable repetitiva que Oscar declara sobre su novela: "es atemporal". Pero el estomago suena y la función tiene que continuar con el espectáculo, que iniciará la temporada del circo y da fin a la novela. Donde la trapecista confronta tres amores. Tres. Tres funciones, tres: Matine, con el militar (pobre huevon) que habiendo comprado y dejado caer aquellos pasajes a España, dejo también caer el telón sobre los sueños de la hermosa trapecista. Vermut, Don José el personaje, de seguro, más interesante, querido y odiado reencarna el amor solidario en acto de sacrificio, sacrificio que no se llega a entender del todo, claro que se justifica todo con tal de “salvar el circo”.
Noche: El amor también es inexplicable o inentendible (¿hace falta entenderlo?) por eso el tragafuegos ama y ama como La Trapecista de Quince Años con el Pelo Rubio, ama con esas llamas que van devorando el circo, y obligándonos a preguntar: La Trapecista de Quince Años con el Pelo Rubio ¿Hacía los brazos de quién deberá correr?
De: Santiago M. Sorel
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