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miércoles, mayo 14, 2014

EL ESTIGMA DE LAS NOTAS

                                 “El maestro aprende de su discípulo cuando enseña. La intensidad del diálogo genera amistad en el sentido más elevado”
George Steiner

Uno de los problemas educativos que se origina a diario y dificulta el aprendizaje teórico – práctico del alumno es tan tangible que lo podemos ver en un simple registro de notas. ¿Qué hay allí? además de ver números pintados en azul y rojo, un salón de clases divido. Es decir, lo que hace el maestro quizás sin darse cuenta a la hora de calificar, es clasificar a sus colegiales y crear, valga la redundancia, un salón de “clases”, donde por un lado están los "eruditos", por el otro los "mudables" y al fondo los "indiferentes", empleando eufemismos. 

El exceso de la competitividad e individualidad promovida en la educación ha ocasionado que se deje de lado la cooperación en ellos, haciendo del colegio un mero concurso donde los que saben el teorema de Pitágoras son “rescatados”. Debido a ello, en los jóvenes se difunden pensamientos erróneos, como el que es más “rebelde” es el más respetado entre ellos. En este artículo explayaremos algunas propuestas para mejorar esta situación educativa, la cual, al fin y al cabo, nos compromete a todos.

En el nivel primario y secundario de la educación escolar, se califica la práctica y el examen mediante letras (A, B, C, AD) o números (de 0 a 20). El significado de los mismos es tan grande que según el valor obtenido por el alumno, ya sea aprobado o desaprobado, el profesor y los padres de familia comienzan a comparar, no solo académicamente, sino íntegramente a un escolar respecto a otro, adjetivándolo como ignorante o inteligente, y esto solo por decirlo en términos más “delicados”. Por tal razón, las consecuencias psicológicas que las notas pueden tener en el educando son nocivos y hasta pueden llevar al suicidio (en las noticias lo vemos a diario: jóvenes que se matan por el terror de salir desaprobados en el colegio y lo que podría sucederles, etc.). 

El hombre se subyuga ante un ente que él mismo ha creado. Es admisible llorar a causa de la pérdida de un ser humano o albergar nostalgia de no ver a tus seres queridos, como también sentir la alegría que se comparte con los amigos, pero ¿es posible ante algo irreal?. Además, para los aprobados genera una felicidad totalmente alejada de la felicidad, es decir puede solo generar emociones superficiales.

Es por ello que el estudiante no puede permitir que las notas controlen su estado de ánimo. Y lo mismo va para los padres de familia. Lo digo porque es absurdo llorar o sentir alegría o malestar ante dos números abstractos, inexistentes. Y lo que es peor, conlleva a la violencia entre compañeros de estudio (el famoso “bullying”), debido a una separación irracional, descabellada, entre ellos mismos, generada por las calificaciones que dividen a los que “sí saben” de los que “no saben”.

"Aunque digan algunos docentes que la nota es un medio de motivación, insisto en que no lo es, ya que la principal motivación se ejerce durante la clase, mediante la constante conexión del alumno con el profesor..."

Un sistema, de cualquier índole, que padezca en uno de sus lados algún desperfecto o falla, está condenado al fracaso y debe ser cambiada por otra mejor ordenada y planteada. Nuestro sistema, desde luego, es obsoleto y debería ser reemplazado cuanto antes, ya que más allá de invitar al alumno a aprender por voluntad, lo somete a la necesidad de aprobar una asignatura, recurriendo al plagio o al pago corrupto de un dinero, ocasionándole  al alumno, finalizando el colegio, un casi carente conocimiento profundo de los cursos estudiados durante su vida escolar. Como dice Robert Owen: “Todos los males de la vida se derivan de errores en la educación.”

Nuestra propuesta es abolir las notas en el nivel primario y secundario, algo semejante a lo que se hace en Finlandia, recordemos que es el "país ejemplo" en cuanto a educación se trata, con la diferencia de que solo la suprimen hasta quinto de primaria. Aunque digan algunos docentes que la nota es un medio de motivación, insisto en que no lo es, ya que la principal motivación se ejerce durante la clase, mediante la constante conexión del alumno con el profesor, un dialogo donde ambos aprenden. Como diría el destacado McCourt: “Si uno enseña y no aprende, no está enseñando.”  

Por otro lado, es menester tener como primacía los exámenes orales. Eso permite la ausencia de abrumadores plagios y nos otorga una mayor evidencia de lo aprendido por el alumno, sin caer en el memorismo. Los exámenes escritos deben existir también pero dándole al educando mayor amplitud de expresión y libertad de pensamiento, tachando esa calificación mundana que lo único que hace es distinguir a los colegiales, separándolos unos de otros cuando todos tienen la capacidad para aprender. Esta idea ya ha sido enunciada por nuestro gran Jean Piaget: “El ideal de la educación no consiste en aprender lo máximo, ni alcanzar los máximos resultados, sino es, ante todo, aprender a aprender. Se trata de aprender a desarrollarse y aprender a continuar desarrollándose después de la escuela”. 

Distanciarlos entre ellos por esas notas solo trae y genera envidia, egoísmo, vanidad, depresión, etc. Es más, me propongo a darles una pregunta que me causa vergüenza, ya que de por sí es ridícula: ¿qué diferencia hay entre un joven que tiene 15 de nota y otro 14?, ¿uno que tenga 20 y otro 17?, o peor aún ¿uno que tenga 11 y otro 10? a estos dos últimos los separa un punto y sin embargo, uno aprueba y el otro no. Considero que a ninguno se les puede quitar las oportunidades para aprender: el que tiene 10 no puede ser marginado y el que tiene 11 se malacostumbra a aprobar los cursos de manera mediocre.

En un país supuestamente democrático como el nuestro, los principios de libertad e igualdad deberían promoverse desde las escuelas donde, como indica el filósofo ácrata Bakunin:”el primer día de vida escolar – si la escuela recibe a los alumnos a una edad en que apenas ha comenzado a balbucear – debe ser el de mayor autoridad y el de ausencia casi total de libertad, pero su último día será el de mayor libertad y el de la abolición absoluta de todo vestigio del principio de autoridad“.  Lo que debería existir en los colegios es la competencia sana, de la cual el único adversario que tendría el estudiante sería él mismo. Es decir, la autoevaluación es lo que permitirá al alumno el poder del pensar, desarrollada con la guía
adecuada que brinda el profesor de orientar el aprendizaje de aquel y su desarrollo personal. Quizás Séneca, conspicuo filósofo estoico, diría lo mismo, hoy en día sin sorpresa a pesar de los siglos, cuando sobre la educación de los antiguos romanos se refería: “que no sufra ninguna humillación, ninguna servidumbre; que nunca le sea necesario rogar suplicando ni le aproveche haber rogado,…en las competencias con sus compañeros no consintamos ni que sea derrotado ni que se aíre; pongamos empeño en que sea íntimo de aquéllos con los que suele luchar, para que en la competición se habitúe a no querer hacer daño,…cada vez que triunfe y haga algo digno de alabanza, consintamos que se anime, no que salte de gozo; pues al alborozo sigue la exaltación, a la exaltación la arrogancia y la estimación excesiva de sí mismo.”

Recuerdo una vez haberme sorprendido al saber que el término paedagogus en principio se refiriera al esclavo encargado de acompañar al niño camino a la escuela y de vuelta a casa. Hoy en día, el pedagogo debe cumplir un rol comprometido con su sociedad en la formación de los futuros ciudadanos que, a diferencia del esclavo, acompaña al niño por el camino de la sabiduría. Pero en el Perú, ¿cuántos son en verdad esos pedagogos?. Que quede este texto para las críticas tanto discrepantes como concordantes. Invito a todos a que reflexionen y nos apoyen en la causa por un verdadero cambio educativo.



Miguel Urbizagástegui, tajo


PDT: Publicado anteriormente en la revista TAJO N°7. Si deseas leer todos los textos de esa edición, puedes hacerlo on line,dándole click aquí:

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