Este par de liras ha sido extraído del poemario 40 coros, un solo canto (2001).
Mujer de ennegrecido vientre
Agresión a tu destino sería consentir
esa mujer de ennegrecido vientre,
desperdicio de tus horas en confiar
en la invasión a los recintos de tu alma.
Hembra que respira por su herida.
Temible fiera en espera de arañar.
Codiciosa hasta el colmo de su orfandad.
Oscila en su destreza convencida
que es dueña del lugar que frecuenta.
Su fuerza, conquista de su vehemencia.
Teje enmarañadas intrigas
con la creencia que le espera el poder.
Anzuelo de su propia ambición.
Pasa el tiempo y ella no lo siente.
Fuga a través de los famosos
pretextos que hilvana.
Llena de intenciones nada buenas.
Espejo de la noche su camino.
Retrato de pobreza espiritual.
Juega doble creyendo no perder.
Estos son los atributos que le sobran.
Pobreza de hombre
Apoderado por el vicio, pobre hombre,
marcado por el castigo de la ebriedad.
Solo una sombra deslizándose, eso es.
No tiene sueños pero gesta pesadillas.
Pierde toda dignidad en cada acto.
Causa y encausa muchas penas.
Con pasos tristes tamborea su destino,
no es su trotar, es la angustia
asentada más y más en su camino.
Pone deslealtad con su talento.
No conoce del afecto, hijo del desamor.
Autoridad en la maldad, su gozo
y reino. Su humanidad en grado
mínimo, nada más, un desgraciado.
Si sientes que viene esto en tu vida,
cierra las compuertas
de tu atención a esa miseria.
Está cabalgando el potro de la traición
Con rumbo equivocado al desorden.
Nunca es grande este instinto,
escalera para descender a la nada.
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