Detesto los bares americanos. Hasta ahora no he encontrado uno donde se pueda beber tranquilo, sin meseros entrometidos, ni ese bochinche horrible de la alegría humana. Ya ni siquiera uno se puede deprimir a gusto. Iba a celebrar tu cumpleaños. Ayer cumpliste 121 años (estas vieja, Vallejo!). Tenía pensado sentarme en una mesa, en una esquina, debajo de un foco amarillento, con mi cerveza, una pluma y mi diario. Sentarme y escribir hasta el amanecer, hasta que se acabasen las últimas hojas de este cuaderno tan sucio y descuidado como su dueño. Porque, maestro, soy un místico. Qué mejor manera de festejar tu natalicio que ser el hombre más triste del mundo, escribir en las últimas hojas de su diario sobre una mesa tristísima. Sólo, pequeñito, con una sonrisa metida adentro; la gente que te mira como un loquillo inofensivo. Ese era el plan y como hasta ahora no he encontrado un bar así, no me quedó otra que deprimirme en un Macdonald.
¿Hasta cuando, Vallejo, esta tragedia? Más trágico, me dirás, es escribir en un fastfood. Yo te respondería. Aquí al menos me puede sentar tranquilo y pedir una coca-cola con un Bigmac. La música no es intrusiva. Nadie te fastidia. Es soportable la carne que sabe a derrota, el dolor de estomago en el alma, la epifanía de que ya no puedes caer más bajo. Pero, no es motivo de ponernos tristes, que ayer fue tu cumpleaños y eso basta para ser feliz.
Siempre supe que ayer fue tu cumpleaños, no porque me fije en el calendario, sino por desde los primeros minutos de tu onomástico, me sentí raro. Nada tiene que ver los policías que me persiguieron y casi me secuestran. Como ya sabrás, ahora vivo en el Paso, una ciudad paranoica de vivir tan cerca a Juarez. Dicen que es la ciudad más segura de Estados Unidos, pero debe ser gracias a las cámaras en cada semáforo, a los helicópteros que sobré vuelan la ciudad a cada hora, de los patrulleros y las camionetas de homeland security en cada esquina. Uno se siente seguro, pero por dentro te cagas de miedo, peor si uno de ellos decide seguirte. Caminaba tranquilamente hacia la casa de mi amigo. Me había llevado por casualidad sus audífonos. Así que a la 1 de la madrugada, de buena gente, decidí ir a su casa. Caminando por la avenida California. Primero fue una camioneta 4x4. Estaba estacionada en una esquina. Yo paso tranquilo y en eso, la muy puta, me empieza a seguir. A mi me dieron ganas de correr. El pendejo me siguió hasta la avenidas Oregon, de ahí yo doblé a la izquierda y él a la derecha. Debe ser una coincidencia. ¿Aquí no hay policía rednecks o sí? Ay, mi madre, no me gustaría morir tan estúpidamente. Prefiero morir en Juarez, es más chingón.
De vuelta a casa, una vez entregado el paquete especial, con mis manos en los bolsillos, fumando un cigarrillo inexistente, el mismo patrullero estaba en la esquina. Mierda. Ahora sí, me echo a correr y a ver que pasa. Un peruano, trigueño, flaco, con cara de drogadicto, ¿cómo no sospechar de mí? Pero yo sólo tenía marihuana en mis pulmones y por eso nadie te puede llevar a la cárcel. Como la primera vez, la patrulla dobló a la izquierda y yo a la derecha. La pesadilla había terminado. En eso, ya casi a una esquina de llegar a mi casita, veo a un carro que se acerca con sólo las faros prendidos. Pensé que era uno de esos conductores hijos de putas que nunca se detienen en las stops así que me paré en la esquina. Resultó que era un policía. Me prendió las luces y una cara escondida me preguntó a donde iba.
-a mi casa
-¿dónde vives?
-1127, Los ángeles drive.
El policía redneck me dejó pasar. Vallejo, te lo juro, esa noche tuve pesadillas. Soñé que me secuestraban y me abandonaban en la plaza en Juarez, desnudo, desprotegido y con un puñal en el estomago.
Recién entendí a las 12 de la tarde, en la biblioteca pública de Juarez, el porqué de mi día tan culero. Era tu cumpleaños. Estaba ahí la extraña sensación de un Paris en aguacero, los usuarios que conversaban en voz alta, los niños felices porque iban a ver a las marionetas. Pero más conmovedor fue aquella niña que leía con su padre un cuento infantil y éste le decía que ya se iban. La niña, que no. No me quiero ir, papá. Quiero terminar la historia. Yo casi me puse a llorar. Para evitar tremendo papelón, empecé a chismear en la pequeña librería de la biblioteca. Casi siempre venden libros de segunda a buen precio pero hay que tener suerte para encontrar a algún autor chingón. Pero era tu cumpleaños, Vallejo y decidiste regalarme 4 primeras ediciones de 4 autores chingones (Beloved de Toni Morrison, Among the believers de V.S. Naipaul. The great american Novel de Philip Roth y August 1914 de Alexander Solzhenitsyn). Yo salí contento, como un niño a quién le acaban de regalar el juguete más caro de la tienda.
Desgraciadamente, la alegría se me fue de golpe. Sentado otra vez en mi cuarto, mi alma se transformó en un gigante sumergido en un mar sin flora, sin fauna. Solo y sin ganas de leer. Volví a recordar a la niña. La historia le parecía más interesante que la realidad. Quisiera tener ese espíritu. Volver a disfrutar de la literatura y no perder el tiempo en leer teóricas u obsesionarme en escribir la gran novela latinoamericana. Me acordé de ti. Cuando te recitábamos en la escuela y actuábamos Masa !Valor vuelve a la vida! pero el cadáver, ay, siguió muriendo. Me acordé de las tardes que te leía en el baño de la casa de mi tía, cuando recién habíamos emigrado. Tus poemas me ayudaron a sentirme humano cuando en este país me sentía como una herramienta más en esta maquinaria imperialista. Tus palabras, muchas veces confusas, me daban esa paz terrenal perdida ya con mi nueva vida. Vallejo, me salvaste la vida. Y qué mejor manera de celebrarte que leerte en un Macdonald, con mi coca-cola y mi bigmac.
-¿Están buenas?
-Pues, mata el hambre.
-¿Por qué me lees aquí?
-Me dieron unas ubérrimas ganas de celebrarte aquí. Además, estos fastfoods me recuerdan los días que pasé con mi padre. Todos las tardes, después del trabajo, almorzábamos dos hamburguesas de dólar y compartíamos una soda.
-No lo sabía. Perdón.
-No se preocupe, maestro. Ya sé que este lugar no es muy poético.
-La nostalgia lo trastoca todo y hasta lo horrible se vuelve poesía.
-Y usted, ¿qué hace por aquí, en El Paso?
-Quiero visitar Juarez. Aunque en esta ciudad también encuentro demasiada tristeza… Bueno, no te interrumpo más, sigue con tus lecturas.
-Ah, maestro. Antes que se vaya. Gracias por los libros.
-Ese no fui yo.
-Entonces, ¿quién?
-Arguedas te las regaló. De repente se le da por proteger a escritores como tú.
-¿Apátridas, con la identidad jodida, con los amigos perdidos?
-Más o menos. Pero te tiene fe en ti. Dice que no le sigas sus pasos, que el Perú ya no está tan jodido como antes.
Vallejo, de repente te vas y la bulla cotidiana me invade de pronto. Te veo sonreír. Te asombras de las luces y de los borrachos que se caen en las veredas. Caminas por la avenida, con pasos pensados y yo me siento feliz.
Por: Deno "Zavala"
La condición humana se ve representada en versos que reflejan al ser cotidiano, al ser que conoció Vallejo y que exploró en amargas realidades las vicisitudes del hombre, en el ingenio creador e innovador que supo comprometerse y expresar el sentir humano.Manrique Miranda, Denisse - Mariño sulca, Anyela - Ramos Campos, Brenda - UNFV.
ResponderBorrar