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lunes, octubre 08, 2012

Al rincón quita pasión


“Necesitamos un amigo antes que un profe”.
Yamyle: estudiante de secundaria


“Es una cárcel, el colegio es una cárcel”
Tomás: compañero de Yamyle



Las cosas en el cole —que yo recuerde— nunca estuvieron bien. Para entender eso no necesitamos estadísticas internacionales. Lo académico —que es también importante— acapara toda la atención. Todos los flashes. Se está olvidando, o ya se olvidó, que educar no sólo es inyectar conocimientos teóricos (que cada día sirven menos) o prácticos, sino que también es propiciar las condiciones adecuadas para el desarrollo emocional.  Y esto último puede que sea más trascendental.

“Corazones: no solo cabezas en la escuela”, titula uno de los libros de Alexander Neill (Escocia 1883), que sentencia las bases para un  revolucionario sistema pedagógico —que de “sistema” tiene muy poco— y que lleva a la praxis en Summerhill School. Neill ve en la Inglaterra de los años 20 una sociedad enferma, neurótica. Una sociedad castrada por un sistema que educa con valores gastados e hipócritas y sin actitud crítica. Situación que, viéndola bien, no dista mucho de nuestra realidad.

“Nos tiramos la pera porque el colegio aburre, los profes aburren”, dice un muchacho de 14 años. Cuando al chico le extirpan la libertad, y solo le quedan los deberes y la seriedad, entonces el tedio aparece. Y por si fuera poco, tratan de hacerlo todo más vertical e inútil. Prefieren tenerlos con uniforme y cabello corto, antes que nutridos y cómodos. Los muchachos respetan más  una bandera que la autonomía o la integridad de un compañero (bullying). “La violencia es una respuesta a la represión y al odio, y el odio a su vez sólo puede generar más odio”. Aparte, se le vende a los padres la idea de que valores surgidos en esta “nueva sociedad” (la disciplina, la competencia, el poder), son las piezas clave para el éxito. Y lo más curioso es que existan quienes pagan mensualmente por este servicio.

“En las escuelas normales hay estudiantes indiferentes y que a fuerza de disciplina y con dificultades pasan a los estudios universitarios, para llegar a ser profesores sin imaginación, médicos mediocres, que podrían haber sido buenos mecánicos”, nos dice Neill. ¿A qué se debe este frenesí por la universidad? Estamos, acaso, alimentando egos individuales y de supuesta superioridad (“tienes que ser alguien en la vida”), dejando de lado el servicio social y la investigación, totalmente desinteresados, que simbolizaron en algún momento la universidad. Colegios pre-universitarios —en su mayoría— cuyo único objetivo es ubicar a unos cuantos alumnos en los primeros puestos de alguna universidad nacional para luego exhibir, orondos, una gigantografía de éxitos 2012. ÉXITOS. Así los llaman. Mercancía para exhibir.

El camino para extirpar este cáncer —como lo dijo Neill, en su momento— es la libertad y el amor. La búsqueda sana y consciente de la autonomía del individuo, que no se aleja de la solidaridad y la tolerancia. Se necesita formar hombres que se formen a sí mismos. No títeres que sólo reflejan frustraciones y complejos de sus maestros: “El que es egoísta con las personas no puede ser profesor”. De este encuentro con la personalidad, que no es más que la alineación de las experiencias, surge el hombre libre, crítico y sobre todo feliz.

La educación es un problema más engranado al resto de problemas que imperan en nuestra sociedad. Un problema que ha sido tocado con pinzas y del que sólo hemos querido ver las notas en los exámenes, dejando de lado el corazón, o peor aún, dañándolo. Pensar en Summerhill en la actualidad puede parecer un disparate (A pesar de que colegios como Los Reyes Rojos —conducidos por esta pedagogía libertaria— funcionan con tranquilidad y buenos resultados). Pero lo que complica la difusión de este sistema en otras instituciones son básicamente dos cosas: Primero, el gasto elevado que generan y  segundo, la mentalidad mojigata de algunos padres, que de seguro creerán que un sistema tan permisible sólo puede engendrar desorden mental y libertinaje. Totalmente falso, ya que la libertad limitada en la integridad de los demás —está demostrado— genera hombres creativos, decididos, confiados, independientes y, por sobre todo, pasionales. Dicen que a este país le falta tolerancia, es decir respeto, y solamente el amor y el miedo lo generan. Ya probamos con lo segundo y ha servido de muy poco. Quizá llegó el momento de intentarlo de otra manera. 


(Por Omar Livano)

2 comentarios:

  1. Muy bueenoo... Espero que siganpublicando temas sobre eduacion...su vision es alternativa y necesaria..

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  2. Gracias por la fuerza Adriana. De eso se trata. De eso y de seguir dándole duro a esto... Omar L.

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