Abro los ojos. Al frente, una pared
blanca, un piano electrónico y un poster de Pulp
Fiction me dan los buenos días. El camarote está desordenado y la poco luz
que viene de la ventana lo transforma en un objeto soñoliento. Los mismos
arboles de siempre no se mueven. Las hojas están ausentes; es invierno; lo
había olvidado. Cierro los ojos nuevamente. Me digo que es un sueño tonto y
nada más, que yo no estoy de vuelta en los Estados Unidos y que al abrirlos de
nuevo veré mi cuarto en Perú y escucharé esa alegría desbordante de mis
compatriotas. Pero mientras tengo cerrado los ojos, me convenzo de que soy un
idiota. Estoy aquí. Esto no es un sueño y si lo fuera entonces estuve en otro
sueño y pronto despertaré para entrar en otro sueño y así sucesivamente como si
todo la vida fuera un eterno despertar de sueños.
No me quiero levantar. Debo, pero no
quiero. Son las 9 de la mañana pero parece que fueran las 6 de la tarde. Los
inviernos de aquí suelen ser eternas tardes, muertas e inapetentes. No existe
un motivo para sentirse feliz. “Es un nuevo día, el sol ha salido ya” no
funciona aquí. Trato de no deprimirme. He luchado tanto para no sentirme
triste. Me he repetido millones de veces que Life is Beautiful, pero no funciona. La depresión está ganando la
batalla nuevamente. ¡Alas! Recuerdo que he puedo expulsar todas mis
frustraciones sobre un papel.
Aparte de recuperar y de conocer grandes amigos en Perú, he
mejorado mi escritura. Ahora me siento más seguro de poder escribir
creativamente. Sí he de sufrir nuevamente en Estados Unidos, no lo haré en
vano. Todas las nuevas y las viejas
tragedias serán transcritas en crónicas sinceras que no harán más que reflejar
mi vida en este país tristísimo. No intentaré retratar fielmente la sociedad
estadounidense. Eso es imposible. Mi objetivo es desfogarme de todo lo que me
cause dolor, curiosidad, indignación y rabia. No escribiré una apología a este
país, mientras no me sienta feliz en él.
***
Mientras iba en el carro, de regreso a mi hogar, miraba las
casitas aisladas de los gringos. En Connecticut, por lo menos en New Milford,
todas las casas están separadas entre sí por grandes extensiones de campo.
Recordé que un compañero de trabajo estadounidense me había confesado su sueño:
vivir en una colina, completamente sólo y en medio de un bosque impenetrable.
Supuse que vivir en una ciudad aglomerada de gente no era su sueño. Y ahora que
veía aquellas casas, lo imaginé feliz y satisfecho, viviendo en el absoluto
silencio.
El carro seguía su camino y yo seguía observando las casitas. Me
percaté que no había nadie alrededor. La mayoría de los habitantes de New
Milford estaban encerrados en sus chozas. ¡Qué diferencia! En mi barrio siempre
veía a un vecino conversando afuera o a personas caminando. Y no es sólo por el
clima—ahora estamos en invierno—sino que incluso en verano nunca he visto
actividad comunitaria.
En estos tiempos ya nadie se fastidia en socializar en las pistas
o en el vecindario. Entonces comprendí que el Facebook, Netflix, el Cable, los
dvds, los celulares son productos creados para hacer más factible el sueño
americano: vivir sin depender de nadie; vivir aislado y en la más absoluta
comodidad sin verse obligado a socializar con el vecino.
Gimel Zayin
y el post de música que puse?
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