Este nuevo espacio tiene como finalidad promover los nuevos talentos que recogemos en las calles: poetas, narradores, ensayistas con ganas de ser escuchados en el mundo. Tenemos la delicadeza de agarrarnos una semana al mes para la expresión de cualquier joven que quiera ser escuchado. Inauguramos este espacio con nada más y nada menos que con Julio Barco, tajador en cuerpo y alma. Presentado por Omar Livano.
Si no te canto hermano, te lo grito al oído.
Para cuando haya concluido este entrecortado flujo de palabras, nuestra vida seguirá siendo la misma, y a la vez nuestra vida nunca seguirá siendo la misma. Algo muy parecido a lo que me paso con Julio Cesar Barco, o de cariño sólo Barco. Es verdad que aquella casualidad nos llevo al mismo martirio que después llamaríamos clase, pero felizmente ambos optábamos por sentarnos al fondo, ahí donde nadie supiera de nuestra existencia y nosotros, quizá, podamos olfatear la de los demás.
Para cuando haya concluido este entrecortado flujo de palabras, nuestra vida seguirá siendo la misma, y a la vez nuestra vida nunca seguirá siendo la misma. Algo muy parecido a lo que me paso con Julio Cesar Barco, o de cariño sólo Barco. Es verdad que aquella casualidad nos llevo al mismo martirio que después llamaríamos clase, pero felizmente ambos optábamos por sentarnos al fondo, ahí donde nadie supiera de nuestra existencia y nosotros, quizá, podamos olfatear la de los demás.
Muchacho lleno de entusiasmo y con hambre de cosas grandes. Por aquel tiempo, más pelucón, más despreocupado, menos enamorado. Hoy quizá su madurez literaria (que aburrida se nos hace esta parte) lo ha llevado a otros rumbos, a respirar por otros lares, a dejarse de huevadas, en si, nuestro querido Barco ha crecido, junto con nosotros, tal vez. En el peor de los casos: sólo. Sabemos que creció, y no desea vivir con los bolsillos de Fuguet, ni morir con la idiosincrasia de Caicedo, al menos eso ¡yo! no lo deseo. Eso sí, si alguien escribe como Caicedo y Fuguet (aquí te defino hermano) es Barco, el estilo donde la exasperación adolescente se filtra por entre sus líneas, y la manía a veces inconsciente del humor insospechado que pulula en las papas rellenas de su abuela y la insospechada desfachatez de enfrentar la vida como viéndola a través de los ojos de Galilea, su hermana, tomadas por Bryce, del pescuezo y las hace danzar, conjuntas, en cada línea al ritmo de Fito Paez y Jhon Coltrane.
Sin embargo hay vacas sagradas, y si no son tan sagradas por lo menos son vacas, y no hay que matarlas, sino sacarles toda la leche. Tú lo hiciste Barco, seguidor acérrimo de Vargas Llosa, “Donde Varguitas ponga la tinta, yo pongo el hocico”, decías. Y si es poesía es Vallejo, es Calvo, es Hora Zero. Y más ¡carajo! Porque si alguien ha leído, algo por lo menos significativo, eres tú, y si algo te envidio es eso: El que un mocoso (ya ni tanto) pelucón, flaco, y desarraigado haya conocido libros que yo aun no. Pero el odio que es fugaz y descontinuó, se desmorona en las noches donde un pucho y por ahí un poco de café o ron, nos sirven de impulso para polemizar sobre todo lo que la pequeña y, como tú, gran literatura nos puede dar.
Entonamos nuestras voces para conocerla más, en la medida de lo posible entenderla, y Cortázar le para el macho a Varguitas, y Borges se defiende contra García Márquez, mientras Celine le escupe en la cara a la generación Beat, a la vez Bukowski encuentra a la generación perdida, y Vallejo con los poemas humanoides nos marcan el camino, justo cuando Camus le dice en el odio a Sartre: esta buena la Sagan, en una esquina Juan, Jorge y Enrique comparten unas chelas, …y cuando Caicedo, Fuguet, Bryce y Barco corren calatos alrededor de toda esta marea, más abajo, Bolaño nos grita situado en ese sucio pedestal: Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen, estoy aquí, dije, con los perros románticos. Y aquí me voy a quedar.
Omar Lívano
Omar Lívano
COSAS QUE ME JODEN DE LA CASA DE LA LITERATURA
Tu casa es tu casa por lo familiar. No lo es por sus muros, sus cuartos, sus caños rotos y sus ratas (o sus gatos tirando en los patios) lo es porque bajo las piezas de concreto se aplastan tus recuerdos: tus primeras pajas, tus cds, los tatuajes de roña en la pared, tus colillas de cigarrillo. Tú le das a todos esos ingredientes un sabor personal.Mi casa es tu casa, decía el libro de un ecuatoriano o colombiano, no importa, pero lo decía con mucha sinceridad. Y esto te carga de nostalgia. La nostalgia mata. Emociona. Pero La casa de la Literatura no. Pues no hay rastros hogareños, no hay olorcito a medias con pezuña: es un museo más que casa. Un museíto del saber donde, día tras día, los muchachos van de la mano de sus profesores, para morirse de tristeza.Y dan pena los recitales, las presentaciones de libros (en todas sus especies y bajo todas sus formas) todos igual de muertos, todos igual de mamones e intelectualoides. Los únicos jóvenes son los tristes y resignados estudiantes. Los demás no existen. Sólo hay gente vieja y hostil, no por eso generosa. Un ambiente cuidadosamente purgado de locura. Cierto: hacen falta museos, hace falta dar mayores arqueologías al pasado para entendernos y cambiar. Esto urge. Pero las casas no sólo deben ser contemplativas, deben lanzarnos a la acción. ¿No se supone que se debería promover la cultura por estos lares? ¿No se supone que las ayudas deberían venir principalmente de los lugarcillos llamados así?
2. QUE NO HAYA CAMA PA TANTA GENTE.
Lo diré de frente, sin roches: jode que no existan cuartos donde albergar a tanto artista pobre, descerebrado, vagabundo (como son, por lo general, los verdaderos artistas) Y que tengan la concha de llamarse Casa. No es juego de términos, no es pura paja semiótica. Lo cierto es que los auspicios, los hospitales y cementerios se llenan y nadie entiende bien lo que sucede. Los artistas burgueses pueden seguir durmiendo bajo sus templos de acero inoxidable, los demás necesitamos buscar cartones para arroparnos bajo la lluvia. ¿Cómo se podría filtrar a los verdaderos artistas o verdaderos escritores para asignarles habitaciones? ¿Existen verdaderos artistas actualmente?Propongo un método. Pongan un espejo frente a otro y multipliquen la angustia por mil: los verdaderos artistas sabrán descifrar la ceremonia del odio y dolor que significa. ¿Cómo? Escribiendo grandes libros, poderosos, con valentía y huevos. De lo contrario esto que algunos llaman Casa de la Literatura terminara siendo más bien un antro para refrescar los egos y adulaciones. Templo de viejas cacatúas que buscan redimirse de los pecados leyendo sus poemas siempre cojonudos y publicando sus librazos. Yo mejor duermo. Propongo llevar almohadones a las veladas poéticas.
3. DE SERIECITOS ES LA COSA. DE POSEROS ES LA COSA
Es la misma ceremonia de adultos hablando con seriedad de asuntos graves. Muy graves y seriecitos. Enderezan la espalda y alargan sus poemas, el micrófono se acopla a su voz terrible. Y su terrible poesía, salida de las entrañas de cualquier mundo. Bien decía Fogwill: hacen falta los malos poetas. Pero no los poetas malos y serios. Es el colmo del asunto. Lo peor viene con la pose. La locura es ser normal. Algunos hasta la festejan.
4. LA VETA DEL LADRONZUELO.
Aunque suene delincuentesco, cosa de palomillas, el robo de libros es un ejercicio intelectual. Los lugares que más añoramos, al margen de los amores y los amigos, son los que nos permitieron deslizar un libro ansiado por nuestros bolsillos de alumno pobre (¿Si o no, Livano?)
5. LO CARITO DE SUS COSTOS.
Las ceremonias, los congresos y coloquios, cuestan un huevo. Son caros. Claro, nos regalan un certificado. Y si fuera gratuito se llenarían y no alcanzaríamos asientos.Lo mejor es aguantarnos. Dejar que sigan pasando. Bajar la palanca. Y limpiarnos las manos.Lo mejor es limpiarnos las manos.
6. LA ESTATUA INFALTABLE
Que no haya una estatua de Cesar Calvo. Pero, caray, ¿no estamos en contra de los museos? Citando, aunque mal, a Juana Inés de la Cruz, les respondo quien haya leído a Cesar Calvo, sabrá lo que digo.